Ejemplos con severa

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Porque lo primero que hay que admirar en , y lo que desde luego la da conocida ventaja sobre las novelas anteriores de su autor, es el tener verdadera acción, y acción tan bien graduada, tan natural, tan sencilla, tan en línea recta, tan consonante con los datos psicológicos y fisiológicos de los personajes, tan a tiempo ligada, tan a tiempo resuelta, tan ajena de todo lo que parezca artificio, violencia o amaño, que el ánimo no puede menos de pararse gustosamente ante tan severa estructura y trama tan bien concertada.
Haz tú que tantas culpas te sean perdonadas, compensando con severa castidad la cadena de pecados que tú mismo hubiste de forjar y remachar, y que llevas asida al tobillo y a las muñecas.
Hizo un signo aprobativo la condesa de Monteros, española rancia, devota y un tanto severa.
A este golpe directo y brutal, alzó Lucía la frente, y posó en su amiga la mirada cándida, pero digna y aun severa, que a veces solía chispear en sus ojos.
La esperanza en su amor habría hecho lo que no podía hacer la exhortación más elocuente, pero esta esperanza no se le concedía, ni era fácil que se le concediese, pues cada día que pasaba Carmen se mostraba más severa con él, a lo que se agregaba que la señora madre de ella y el alcalde su tío no cesaban de abominar la conducta del muchacho, y decían frecuentemente que primero querían ver muerta a su hija y sobrina, que saber que ella le profesaba el menor cariño.
Los cabellos del anciano eran negros, largos y lustrosos, a pesar de la edad, la frente elevada y pensativa, la nariz aguileña, la barba poquísima y la boca severa.
Dábale a entender que sería una tristeza quedar solo, después de haberse acostumbrado a su compañía, y apelaba también, algo grotescamente, a qué dirán, sosteniendo que doña Luz era muchacha y que no debía campar por sus respetos como vieja solterona, que buena y severa que fuese, si vivía sola, habían de decir que era.
En otras ocasiones, ansiosa de descargar más aún su conciencia, de declinar toda responsabilidad, aunque por los raciocinios anteriores se había demostrado a sí propia que no tenía nada de disgustoso de que salir responsable, doña Luz iba esfumando en su memoria todos los favores que había hecho al Padre, iba quitando todo valer y significación a las muestras de afecto que le había dado, y lo iba reduciendo todo a las mezquinas proporciones de una amistad fría y severa, como la que puede y debe mediar entre un discípulo y un maestro, ahuyentando de sí o borrando cualquier enojoso recuerdo, falso en su sentir, hasta de la menor coquetería inconsciente, por parte de ella.
Doña Luz estaba turbada y confusa, pero la majestad severa de su rostro y ademanes hubiera contenido al amador más audaz.
Jaime se animaba demasiado, pero el orgullo de ella acudía al punto a refrenar la lengua del galanteador, para lo cual bastaba un leve gesto de impaciencia o de disgusto o una mirada severa.
Doña Luz se había enojado quizá porque su propia conciencia, aprovechándose de las palabras de doña Manolita, había formulado una acusación mucho más severa.
Paco eran casi tan avisados y prudentes como Ulises, a quien la propia Minerva, descendiendo del Olimpo, inspiraba la más severa justicia distributiva para repartir pedazos de buey asado en los banquetes a los héroes de la , o ya porque repartir _turrón_es más arduo que repartir , o ya porque los electores de España son más descontentadizos que los semi-dioses y guerreros aqueos, ello es que el disgusto cundía y que había mar de fondo hasta en la misma capital del distrito.
Otro administrador cualquiera no hubiera hecho los adelantos por la mitad menos, y se hubiera enriquecido más pronto, y no hubiera arruinado a su señor con tantos miramientos, con tanta suavidad y pausa, y con tan severa conciencia.
Al concluir el alegre desayuno, cuando me levantaba yo ahito de pasteles, mi tía Pepa, entre afable y severa, me detuvo diciendo:.
Siempre fué adusta y severa, jamás lisonjeaba, nunca tenía una frase dulce y afable.
La pobre anciana, aunque dulce y cariñosa, en realidad fué siempre áspera y severa, acaso agria.
Mi tía se mostraba severa, fruncía el ceño, reprendía, amenazaba.
La alegría del campo, al verse libres de la mirada interrogante y severa de las mamas, convertíalas en niñas revoltosas, y a pesar de sus altos peinados, de sus faldas largas y ajustadas, correteaban, enseñando sus lindos pies y aleteando con sus enaguas como una bandada de pájaros.
Volvió rápidamente la cabeza y ¡mire usted que estaba bien! ¡Un señor venerable, con cara de santito, entretenerse en tales porquerías! Doña Manuela lanzó una mirada tan severa al vejete de rostro bondadoso, que el sátiro retrocedió, levantando el embozo de la capa con sus audaces manos.
A nadie contrariaba, con nadie reñía, tenía el talento de saber callar, siempre temeroso de que le conocieran, empeñado en ser un arcano para todos, sonriendo, poniendo paz, tratando de conciliar sus deseos y sus malas pasiones con los preceptos de la moral más severa, el cumplimiento de la ley divina con la utilidad y conveniencia propias.
Tiene razón el maestro Curtisdijo la fundadora, poniendo la cara más severa que le fue posible.
Por el camino, Jacinta exploró otra vez el ánimo de su tía, esperando que se hubieran disipado sus prevenciones, pero vio con mucho disgusto que Barbarita continuaba tan severa y suspicaz como el día precedente.
Donde hay muchas mujeres, tiene que haber ese rumor de colegio, que se hace superior a la disciplina más severa.
¡Las diez dadas!dijo con aquella voz tan severa que habría hecho estremecer a una piedra.
Toda la estancia se llenó de una negrura triste y severa.
Poco tiempo iba transcurrido desde la severa reprimenda, cuando una tarde, mientras Julián leía tranquilamente la , sintió entrar a Sabel y notó, sin levantar la cabeza, que algo arreglaba en el cuarto.
En su fachada severa desafinaba una galería de nuevo cuño, ideada por don Manuel Pardo de la Lage, que tenía el costoso vicio de hacer obras.
Reinaba en la cocina orden perfecto: todo limpio, sosegado y solitario, la persona más severa y amiga de censurar no encontraría qué.
Reprendióles mucho el ayo severa y ásperamente la estada, diciéndoles que los que iban a estudiar con tanta priesa como ellos, no se habian de detener una hora a mirar niñerías, cuanto mas dos dias, y que él formaria escrúpulo si los dejaba detener un solo punto, y que se partiesen luego, y si no, que sobre eso morena.
Por comisión y mandado de los señores del Consejo, he visto la Segunda parte de don Quijote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra: no contiene cosa contra nuestra santa fe católica, ni buenas costumbres, antes, muchas de honesta recreación y apacible divertimiento, que los antiguos juzgaron convenientes a sus repúblicas, pues aun en la severa de los lacedemonios levantaron estatua a la risa, y los de Tesalia la dedicaron fiestas, como lo dice Pausanias, referido de Bosio, libro II De signis Ecclesiae, cap.

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