Ejemplos con semíticos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En La Puta de Babilonia Vallejo no ahorra críticas ni adjetivos peyorativos a las tres religiones del libro a las que se refiere como los tres fanatismos semíticos: el cristianismo, el judaísmo y el Islam, atacando a los seguidores de esta última, famosos, según el autor, por albergar en su seno a fundamentalistas que no dudan en asesinar a todos aquellos contrarios a sus creencias.
Era según algunos pueblos semíticos una de las hijas de Alá, pero también se la consideraba la diosa de la muerte y el destino.
Este relato, en realidad, ejemplifica la rivalidad y conflictos históricos entre los sistemas de vida nómadas y sedentarios de pastores y agricultores que se han desarrollado siempre a lo largo de la historia, también entre los pueblos semíticos.
Es prácticamente seguro, sin embargo, que esos genios responden no únicamente a los genios semíticos originales, ya que la extensión del mensaje del Corán impuso un mismo nombre a muchas manifestaciones distintas propias de los países islamizados.
Tienen el soporte de los israelitas semíticos en tiempos de los Hicsos, aunque esto contradice muchos aspectos claves narrados en la Biblia.
Además, es de destacar que los pueblos con su origen en la Media Luna Fértil, esto es, Medos, Persas, Babilonios y Asirios, si bien fueron finalmente conquistados y en buena medida asimilados por las naciones de origen árabe, su génesis primero no está en éstas, sino, como se menciona, en los pueblos y lenguajes semíticos quienes comparten lazos y similitudes también con la nación, raza y lengua Hebrea o Judía.
Los judíos, como otros pueblos semíticos, acostumbraban a emitir con profusión excesiva votos y juramentos imposibles de cumplir, pero que por otra parte tampoco querían infringir voluntariamente.
Después que examiné detenidamente aquel tipo de férrea estructura, en el que los caracteres semíticos de la persistencia estaban estampados, le dirigí la palabra, sacándole de silencio indeliberado en que había caído.
El tiempo pasaba, don Pedro seguía cumpliendo regularmente con sus obligaciones, y cuando, por la mañana, después de haber atado en el palenque su caballo, bien rasqueteado y con la crin cuidadosamente tusada, se venía -caminando, al parecer, ligero, pero a pasitos tan cortos y menudos que su apuro era más ficticio que real- a saludar al patrón, con afectuosa humildad, su cara, de facciones distinguidas, realzadas por un cuadro de pelo negro ondulado y de barba toda rizada, recordaba esos hermosos tipos semíticos, cuya sumisa gravedad deja traslucir en los ojos, a la vez serios y risueños, algo como cierto desprecio burlón para la humanidad en general y para el interlocutor en particular.

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