Ejemplos con rodrigo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El famoso prelado don Rodrigo escribe la crónica de España, llenándola de prodigios para mayor prosperidad de la Iglesia, y hace historia prácticamente, pasando más tiempo sobre su caballo de guerra que en su silla del coro.
Después viene el batallador prelado don Rodrigo, que conquista a los moros mucha tierra, la catedral posee un principado, el Adelantamiento de Cazorla, con poblaciones como Baza, Niebla y Alcaraz.
La había tallado Maestre Rodrigo en la época que la España cristiana, conmovida de entusiasmo, asistía a los últimos esfuerzos de los Reyes Católicos para completar la Reconquista.
—Parécense también a los Ministros en que, cuando antiguamente aparecía o desaparecía un cometa nuevo, había en el mundo grande agitación y zozobra, ni más ni menos que si se tratara de un Alvaro de Luna, de un Marqués de Villena, de un Duque de Lerma, de un Rodrigo Calderón o de un Príncipe de la Paz, mientras que ahora nos hemos acostumbrado tanto a verlos entrar y salir, y los conocemos tan perfectamente, gracias a los telescopios que nos trajo la civilización, que ya no reparamos en su presencia, ni sabemos muchas veces su nombre, ni creemos que puedan influir sobre nuestro globo sub-lunar.
No, señora Yo creí que el coche venía hacia acá, pues aunque el camino más directo desde la calle de Atocha es Plaza Mayor, Ciudad Rodrigo y Cava, como en la entrada de la Plaza, por Atocha, están adoquinando y no se puede pasar, dije yo: Es que el cochero va a tomar la calle Mayor.
Maximiliano siguió hacia el café, y observando que Platón tomaba hacia la calle de Ciudad Rodrigo, miró su reloj.
, vió que traian de la calle, abrasado y sin conocimiento, al ídolo, al señor, al compañero y único amigo de su vida, presenció su espantosa muerte, sin recibir ni una mirada de sus inmóviles ojos ni un consejo ni un ósculo de sus convulsos labios, se enteró de que existia y de la terrible tragedia del incendio, así como de su espantoso orígen, supo que era tan pobre como los mendigos descalzos que piden limosna de puerta en puerta, comprendió que tenía que despedirse para siempre de aquellas paredes y de cuanto encerraban, inclusos los objetos que más le hubieran recordado al autor de sus dias, contempló, cual si soñase, a todos los vecinos de la Ciudad, constituidos en su casa, alrededor del cadáver de don Rodrigo, guardándolo como si fuera suyo, hasta que finalmente lo alzaron en hombros y se lo llevaron.
Finalmente, él quedó, en mi opinion y en la de todos cuantos la pendencia miraron y supieron, por un nuevo Radamonte, habiendo llevado a sus enemigos desde la puerta de Jerez hasta los mármoles del colegio de maese Rodrigo, que hay mas de cien pasos: dejólos encerrados, y volvió a coger los trofeos de la batalla, que fueron tres vainas, y luego se las fué a mostrar al asistente, que si mal no me acuerdo, lo era entónces el licenciado Sarmiento de Valladares, famoso por la destruicion de la Sauceda.
Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino, ni vuestra merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana.
Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se han visto, vean ni verán en el mundo.
El nombre respondió la Dolorida no es como el caballo de Belorofonte, que se llamaba Pegaso, ni como el del Magno Alejandro, llamado Bucéfalo, ni como el del furioso Orlando, cuyo nombre fue Brilladoro, ni menos Bayarte, que fue el de Reinaldos de Montalbán, ni Frontino, como el de Rugero, ni Bootes ni Peritoa, como dicen que se llaman los del Sol, ni tampoco se llama Orelia, como el caballo en que el desdichado Rodrigo, último rey de los godos, entró en la batalla donde perdió la vida y el reino.
Y ¡cómo que no mienten! dijo a esta sazón doña Rodríguez la dueña, que era una de las escuchantes: que un romance hay que dice que metieron al rey Rodrigo, vivo vivo, en una tumba llena de sapos, culebras y lagartos, y que de allí a dos días dijo el rey desde dentro de la tumba, con voz doliente y baja:.
¡Vivan en hora buena dijo a esta sazón con voz enfermiza maese Pedro, y muera yo, pues soy tan desdichado que puedo decir con el rey don Rodrigo:.
No entiendo ese latín respondió don Quijote, mas yo sé bien que no puse las manos, sino este lanzón, cuanto más, que yo no pensé que ofendía a sacerdotes ni a cosas de la Iglesia, a quien respeto y adoro como católico y fiel cristiano que soy, sino a fantasmas y a vestiglos del otro mundo, y, cuando eso así fuese, en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz, cuando quebró la silla del embajador de aquel rey delante de Su Santidad del Papa, por lo cual lo descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo de Vivar como muy honrado y valiente caballero.
Abran vuestras mercedes al señor Valdovinos y al señor marqués de Mantua, que viene malferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera.

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