Ejemplos con resbalones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando empiezan a hacer el amor, sin embargo, Lynette la peluca resbalones, y ella sólo tiene que retirarse.
Puede generar derrapes, en especial en escaleras, a causa del pulido con lija, del carácter impermeabilizante y no poroso, pudiendo provocar accidentes como resbalones y torceduras en los usuarios.
Generalmente tienen suelas finas y flexibles, con dibujos poco profundos para prevenir resbalones en suelos lisos.
Chisco me precedía trepando sosegadamente por derecho, garantido por sus tarugos contra los resbalones de que no se libraba el caballo que conducía de las riendas, cuando pisaba sobre el atusado ramaje de los brezos.
Un silbido muy original de Chisco, el latir de un perrazo poco después, una luz tenue y errabunda aparecida de pronto, la detención repentina de mi caballo, tras el último par de resbalones con las cuatro patas sobre los lastrales «pendíos» de la vereda, bultos negros en derredor de la luz y rumor de voces ásperas y de distintas «cuerdas», mi descenso dificultoso del caballo, al cual parecía adherido mi cuerpo por los quebrantos de la jornada y los rigores de la intemperie, mi caída sobre un pecho y entre unos brazos envueltos en tosco ropaje que olía a humo de cocina, y la sensación de unas manazas que me golpeaban cariñosamente las costillas, al mismo tiempo que los brazos me oprimían contra el pecho, mi nombre repetido muchas veces, junto a una de mis orejas, por una boca desportillada, mi entrada después, y casi a remolque, en un estragal o vestíbulo muy obscuro, mi subida por una escalera algo esponjosa de peldaños y trémula de zancas, mi ingreso, al remate de ella, en otro abismo tenebroso, mi tránsito por él llevado de la mano, como un ciego, por una persona que no cesaba de decirme, entre jadeos del resuello y fuertes amagos de tos, cosas que creería agradables y desde luego le saldrían del corazón, advirtiéndome de paso hacia dónde había de dirigir los míos, o dónde convenía levantar un pie o pisar con determinadas precauciones, sin dejar por ello de pedir a gritos y con interjecciones de lo más crudo, una luz que jamás aparecía, porque, como supe después, toda la servidumbre andaba en el soportal bregando con los equipajes y las cabalgaduras, de pronto un poco de claridad por la derecha, y la entrada en otro páramo de fondos negrísimos con una lumbre en uno de sus testeros, después, el acomodarme, a instancias muy repetidas de mi conductor, en el mejor asiento de los que había alrededor de la lumbre, y el ponerse él, pujando y tosiendo, a amontonar los tizones esparcidos, y a recebarlos con dos grandes, resecas y copudas matas de escajo.
¡Qué frío tan intenso, Dios soberano, en cuanto me vi fuera de casa! ¡Y qué hundírseme los pies en aquel suelo húmedo y esponjoso! ¡Cuántos resbalones y caídas en el pedregal, y cómo me hubiera reído de la triste figura que iba haciendo yo entre aquella gente que andaba sobre el inseguro tapiz con igual firmeza que sobre los estragales de sus casas, si las ideas de que estaba impresionado mi cerebro no hubieran sido tan tristes y funerarias! Y la silueta del Cura que caminaba delante de todos, con sus hopalandas negras, con su negro tapaboca arrollado al pescuezo, ¡qué grande me parecía sobre la blancura deslumbradora de la nieve! ¡Y qué solemnidad tan temerosa y elocuente la de aquel silencio de la Naturaleza! ¡Y qué sonido tan débil, tan extenuado y melancólico el de las campanas de la parroquia doblando a muerto sin cesar desde que había amanecido!.
Siempre los resbalones quedan ocultos.
La alta sociedad ha tenido también su jolgorio sobre el lago, y para que sus resbalones llevasen más solemnidad, los ha dado de noche.
¡El paseo! Así llaman los mineros a su ir y venir empujando vagonetas casi a cuatro patas, a sus choques contra las piedras, a sus resbalones en los carriles, a su marcha a ciegas entre peligrosas negruras, a su faena de locomotoras vivientes, que tienen por ejes músculos y nervios, por combustible, sangre, por engrase, la transpiración de sus cuerpos, por motor, la miseria, por estación de descanso, una zahurda, por taller de reparaciones, un hospital, por depósito de arrumbamiento, la fosa común.
En ese momento ya llegaban las bombas con una algazara de mil demonios: campana, gritos, galope de caballos resbalones, insultos, órdenes, arrastre de mangueras, piteos, en fin, un infierno.
Nada diremos de la deficientísima educación que recibió en uno de los más célebres conventos franceses, pasaremos también por alto sus primeros resbalones de soltera, aunque sobre ellos tendríamos mucho que contar, y nos detendremos en el tercer período de su vida, o sea después de su boda con el Conde de Puente y de Casa Baia.
Dio dos resbalones.
Solía dar sus resbalones con ellos.

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