Ejemplos con redoblando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al frente de las Naciones Unidas siempre destacó como un pacifista, redoblando esfuerzos por evitar guerras, cumpliendo con ello uno de los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas.
Sin embargo, el Comandante permanecerá en el puente, redoblando la vigilancia.
Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia.
-Esos nombres, esos Tajas masculinos y femeninos -dije yo redoblando la atención que en la dictadora ponía-, no son desconocidos para mí: en mi mente están días ha, relacionados con otro asunto, que no pertenece a la Historia de España, aunque sí, puede que sea de lo más nacional, de lo más histórico.
Díjome, entre otras cosas que procurase fortalecer mi quebrantada vocación religiosa, redoblando mis estudios, aislándome del mundo y reedificando mi ser moral con meditaciones.
Al estruendo de los tiros, temblamos de pavor, redoblando cada cual sus demostraciones: yo mis llantos, Zoilo sus blasfemias, Eustaquio sus Padrenuestros y Avemarías.
Siguió un silencio angustioso, en el cual se precipitó de improviso, como los truenos en el seno de la noche, el ruido de todos los tambores redoblando juntos.
¡Abur, amigo!gritó al verle caery redoblando sus esfuerzos, llegó al reducto entre los primeros que lo asaltaron.
No por eso, sin embargo, perdió el joven músico la pista del carruaje que conducía a su hermana y a su amiga, antes por el ruido de las ruedas en el piso pedregoso de las calles, le fue siguiendo las aguas, primero al paso redoblando y luego al trote, hasta que le alcanzó cerca de la calle de Acosta.
Así que la violencia del espasmo había pasado y no obstante las matas espinosas, la paja brava y el cardo que le hacían pedazos los pies, redoblando sus esfuerzos, se volvía a poner en marcha.
Porque no sólo simpatizaba Ramón -así se llamaba este niño- con el general, sino que en el equitativo anciano, el desvío y hostilidad que le mostraba la condesa eran motivo para que compensase esta injusticia, redoblando su amor e interés hacia el que de ella era víctima.
Aun en esta creencia, el santo varón continuaba redoblando sus esfuerzos en bien de sus feligreses, si, no con la esperanza de atraer a los dispersos, con el propósito de que no se comiera el lobo las pocas ovejas que le quedaban en el redil.
Siguió un silencio angustioso, en el cual se precipitó de improviso, como los truenos en el seno de la noche, el ruido de todos los tambores redoblando juntos.
Al estruendo de los tiros, temblamos de pavor, redoblando cada cual sus demostraciones: yo mis llantos, Zoilo sus blasfemias, Eustaquio sus Padrenuestros y Avemarías.
Mas los consuelos que aquel desconocido le ofrece, irritan más y más a la viuda, redoblando su desesperación, se desgarra, pues, furiosa con las uñas el mórbido pecho, se arranca los cabellos, que deposita sobre el cadáver y prosiguen sus sollozos amarguísimos.
y aquí redoblando su llanto se arroja sobre una silla como no pudiendo sostenerse mas en pie.
-¡Vaya! - gritan, los marineros, redoblando el fuerte empuje de las palas.
-Si no abres ¡te tumbamos la puerta! -rugió Petronio redoblando las patadas y los empujones.
La cortina descendió entre una salva de aplausos que, redoblando, hiciéronla alzarse otra vez.
-El mismo, sí, todo me lo ha referido ese hombre, ese seductor infame y miserable, que invocaba mi compasión, redoblando sus exigencias ilícitas, pero vedle todavía, tenaz en su empeño, persiguiéndome aun a vuestra vista, y vomitando blasfemias e impurezas.
Y entretanto los realistas, redoblando sus esfuerzos, lograron colocarse a pocas cuadras de la infantería patriota, que falta de pólvora y de organización, habría tenido que rendirse.
Según adelantaban por el camino colgado sobre el arrecife, donde podía ser doblemente peligrosa cualquier defensa del tronco, Alejo, en vez de calmarles con las acciones suaves y conciliadoras de los cocheros prudentes, los excitaba más y más redoblando el castigo y las repentinas sofrenadas.
Pero Abul-Hassán, que se llevaba el pañuelo a los ojos, sólo contestó redoblando en sus llantos y sollozos y dejando escapar de sus labios al fin, entre mil suspiros y mil desmayos fingidos, el nombre de Caña-de-Azúcar, mientras decía: ¡Ay! ¡oh pobre Caña-de-Azúcar! ¡Ay! ¡oh infortunada! ¿Qué será de mí sin ti?.

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