Ejemplos con providente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Abrumado, Abercio rogaba al Dios de las misericordias, criador y conservador providente del mundo, por la protección de las ovejas fieles frente a los peligros del lobo que amenaza devorarlas.
la criatura racional se encuentra sometida a la divina providencia de una manera muy superior a las demás, porque partiicipa de la providencia como tal, y es providente para sí misma y para las demás cosas.
Indudablemente, el Cardenal Salazar constituye un caso admirable desde cualquier ángulo que se analice, pues su trayectoria como alumno sobresaliente, profesor brillante, observante y celoso prefecto de disciplina, idóneo y vanguardista prefecto de estudios, Vicerrector laborioso y corresponsable, Rector visionario que rebasó las exigencias de su tiempo y, como culminación, pastor solícito y padre providente de dicha institución, fue un gran formador porque era un coherente sacerdote.
Viendo a Carmen descolorida y confusa, desmelenada y rendida a su madre, adivinó el resultado de sus tentativas, y ya se iba a insolentar, cuando una voz providente dijo en la puerta:.
Con la suprema vibración de todos sus nervios, Carmen se desprendió por segunda vez de las garras feroces, y en aquel minuto de libertad providente le puso al mozo las dos manos en el pecho y le dió un empujón con todo el vigor juvenil de su noble sangre sublevada y de sus músculos en tensión.
Dejaba hacer a Celemín, como Dios deja hacer a los déspotas y tiranos, sabiendo que la voluntad y autoridad de ellos son inútiles, y que la providencia, el designio providente del autor, reside dentro de cada uno de los personajes que juegan el drama, a modo de ley fatal o ineluctable norma de acción.
Si existiera el Dios providente, y lo hubiera visto, con una mano se habría cubierto el rostro y con la otra habría hecho rodar al abismo aquella negación de Dios.
Gracias a la providente abuela, los niños andaban bien cuidados y limpios, la comida siempre a punto, y en la casa no sufrían grave ofensa la vista y el olfato.
Conforme conmigo, a su suegra tributaba mi mujer el homenaje de una filial obediencia, y así vivíamos en admirable paz, gozosos, descansados, dejándonos querer, y abdicando toda nuestra voluntad en la de aquel ser angélico y providente que no vivía más que para nuestro bien.
Ha sido precisa la intervención de una deidad providente para que yo me decida a no aplazar por más tiempo la contestación a su cariñosa carta.
El acaso ¿qué digo el acaso? Dios providente, en quien creo, me ha vuelto a poner en presencia de mi cómplice y me ha hecho ver todos los males que por mi culpa se originaron y amenazan originarse aún.
Él se regocijaba con la vista de tanto cañón tomado, de tanta riqueza rescatada, y a cada nueva sorpresa se desvanecía en apologéticos comentarios de la destreza de lord Wellington, encomiando, sobre todo el providente designio del Altísimo, que como padre y ordenador de las victorias, nos había dado aquella tan completa y admirable.
Riose mi padre a su vez, pero de muy distinta manera que yo, y saliendo a relucir los ''cómos'' y los ''dóndes'' que eran de necesidad en el diálogo, llegó a decirme el providente señor, palabra más o menos: «Aunque, sin ser un Adonis en lo físico, no tienes tacha para figura decorativa del mundo en que vives, no hay padre de los ''nuestros'' que te fíe medio duro con la garantía de tu persona.
Pero no bastaba que él lo creyera así y que eso fuera la verdad, si la que había de ser nuera del duque y la madre de la nuera se empeñaban en todo lo contrario, y en este conflicto, el mayor en que podía verse un hombre serio, un comerciante capitalista de primera talla, un padre cariñoso y un marido providente, ¿qué hacer? ¿A dónde volver los ojos en demanda de justicia, o siquiera de un consejo? ¿Qué juez, qué caballero, qué sabio, era bastante de fiar para encomendarle el depósito de un secreto tan delicado y resonante como aquél?.
Conforme conmigo, a su suegra tributaba mi mujer el homenaje de una filial obediencia, y así vivíamos en admirable paz, gozosos, descansados, dejándonos querer, y abdicando toda nuestra voluntad en la de aquel ser angélico y providente que no vivía más que para nuestro bien.
Gracias a la providente abuela, los niños andaban bien cuidados y limpios, la comida siempre a punto, y en la casa no sufrían grave ofensa la vista y el olfato.
La verdad era que yo estaba profundamente agradecido a mi cariñosa providente vecina.
Pero si las propias amarguras se dulcifican con las drogas de la providente necesidad, y los dolores más vivos del alma se mitigan y hasta se borran con el roce de los tiempos en su marcha fatal e inalterable, ¿qué mucho que las tristezas engendradas por ajenos males se desvanezcan con los vientos de la imaginación y las locuras de la vanidad?.
Costancita, que mimaba las flores, los canarios y hasta las joyas y las telas insensibles, ¿cómo no había de mimar, cuidar y arrullar y contentar a un marido tan bueno, tan providente, tan servicial y tan pródigo? Costancita se desvivía por el marqués, le adivinaba los pensamientos, procuraba que se distrajese, le hacía reír con chistes y burlas, le consolaba cuando tenía algún disgusto, siempre levísimo, y le cuidaba como a un niño cuando tenía alguna enfermedad, también siempre ligera.
Y la echaron, así como suena, a los quince días de haber nacido en ella, vírgenes sus tiernas carnecillas de esas vivificantes impresiones de que no carecen los hijos del más haraposo menestral: las dulces caricias, los besos amorosos y el blando y providente manoseo de una madre.
Haciendo otro esfuercito el providente Ayuntamiento, en justa correspondencia al entusiasmo de los milicianos, regaló a cada uno de ellos un kepi verde con cinta encarnada, lo cual obligó a Patricio y a Gildo a costearse una levitilla con galones y estrellas, según el grado respectivo, y al ver que la cosa iba tan seria, don Gonzalo se echó casaca con entorchados, faja azul con fleco de oro, tricornio con plumas, espolines dorados y una jaca torda que le costó veinte duros.
Y obedientes a la orden del que, más que hermano, era padre y tutor, retrocedieron hacia el río, acogiéndose al amparo de la providente casa de los expedicionarios, buscadores de trabajo.

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