Ejemplos con presté

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Llevan cincuenta duros que les presté, y no es que los reclame.
Quiero decir, en lenguaje vulgar, que al salir a la calle recordé que don Telesforo Rodríguez, el profesor del Seminario, me ha pedido un libro que hace tiempo te presté:
Gracias al auxilio que yo le presté pudo poner el pie en el estribo y posesionarse de un asiento.
No me presté a reconciliaciones ni saluditos, y me retiré con tranquilidad augusta.
Pues bien: ha de saber usted que yo presté dinero a un amigo mío empresario del , no ha podido pagarme, y por tratos y combinaciones que hemos hecho, y con los cuales no quiero molestar a usted, total, que me quedo de empresario.
A pesar de mi lastimoso estado intelectual presté atención vivísima a sus palabras.
Atención sostenida presté yo a estas y otras muchas razones del licenciado Lobo, el cual para que nada faltara en su inexplicable benignidad y cortesanía, al tiempo de despedirme me dijo que quizás pudiera proporcionarme algunas lecciones de latín, si me hallaba con ánimos, puesto que era tan gran humanista, de ganarme el pan con la enseñanza.
Señor, a este buen hombre le presté días ha diez escudos de oro en oro, por hacerle placer y buena obra, con condición que me los volviese cuando se los pidiese, pasáronse muchos días sin pedírselos, por no ponerle en mayor necesidad de volvérmelos que la que él tenía cuando yo se los presté, pero, por parecerme que se descuidaba en la paga, se los he pedido una y muchas veces, y no solamente no me los vuelve, pero me los niega y dice que nunca tales diez escudos le presté, y que si se los presté, que ya me los ha vuelto.
Perdóneme si también yo me presté a esa farsa, que, lo repito, era una farsa caritativa.
-Recuerda que yo no te hice objeciones, y que tú me prometiste, cuando te presté igual suma.
Presté juramento y me senté por fin en «mi banca».
Encantado, presté toda mi atención, y escuchando de aquel modo, entendí estos versos que la tal voz cantaba:.
Agarrado a su brazo le dije: «Amigo Serafín, el apoyo que te presté espero que me lo pagues ahora con un servicio.
Por los servicios que le presté, cuidándole con tanto mimo como lo hubiera hecho con los hijos de mis entrañas, esperaba yo que lo menos, lo menos que podía dejarme era un par de Cigarrales de los cuatro que en Toledo poseía y que, según dicen malas lenguas, los afanó de una vieja ricacha con quien tuvo que ver.
Estas palabras me decidieron a salir, a despecho del juramento que presté a mi esposa, y seguí a la vieja, que echó a andar delante de mí y me condujo al palacio, en el cual me introdujo sin dificultad.
Tras de lo cual me dio las gracias por lo que me presté a hacer en su favor, y se despidió de, mí.
Cuando acabó de escribir esta carta, la dobló, la selló y me la entregó, y al mismo tiempo deslizó en mi bolsillo, sin dar lugar a que yo lo impidiese, una bolsa que contenía mil dinares de oro, y que me decidí a guardar como recuerdo de los buenos servicios que presté antaño a su difunto padre, el digno síndico, y en previsión del porvenir.
Presté atención.
Presté mis servicios en muchas Audiencias, rodamos por media España, y los chicos, cada vez más hermosos, hasta que, por fin, caímos en Barcelona.
-Todos ustedes saben que yo presté a este hombre diez mil pesos -continuó señalando a Sardetti con el cabo del rebenque-, he tenido que demandarlo porque no había podido conseguir que me pagara, ¿y saben lo que ha contestado? Pues ha dicho que yo era un ladrón, y que no me debía un medio.
Hace veinte años que estoy enseñando latín, y quince que la mujer no sale de la cama, me consume cuanto gano y no tengo más que lo puesto, los únicos ahorros que había hecho se los presté a un compañero que no me los ha de pagar en los días de su vida, y lo mejor de cada noche me lo paso en claro velando a la enferma.
-Cuando presté oídos en mal hora a tus palabras -continúa Solita limpiándose los ojos-, no podía yo esperar que llegara un día en que tu abandono me hiciera arrepentirme de aquella debilidad.
Y ahora que me acuerdo, no me envió los tirantes de goma que me ofreció para cuando llegara a Madrid, por haber cargado yo con la culpa de esconder las disciplinas del dómine, ni me pagó nunca dos reales y medio que le presté.
Me presté al capricho obsequioso de mi pariente y huésped, en cuya quinta estaba pasando unos días muy agradables, y, aunque ningún interés especial tenía para mí la vista de una vejezuela, casi de una momia desecada que ni cuenta daría de sí, aparenté por buena crianza que me agradaba infinito tener ocasión de comprobar ocularmente un caso notable de longevidad humana.
Presté sin garantía alguna a tramposos reconocidos, y, naturalmente, no sólo no me devolvieron un céntimo, sino que me volvieron la espalda.
Lo cruzamos al trote, azotando las ramas caballos y jinetes, al salir de la espesura, piqué el mío con las espuelas, y diciéndole a fray Marcos -Oiga, padre-, me puse al galope seguido por el buen franciscano, que no tenía entonces, como no tiene ahora, para mí más defecto que haberme maltratado un excelente caballo moro que le presté.
los quinientos dólares que le presté, llamándome.

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