Ejemplos con plúmbeos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En el siglo XVI, se produjo el hallazgo de una serie de reliquias y textos, que junto a la aparición de los libros plúmbeos en el monte de Valparaíso hizo que se constituyera la Abadía del Sacromonte.
Actualmente en la Abadía se conservan los famosos Libros Plúmbeos, después de que fueran devueltos por el Vaticano.
A su regreso a Granada aparecieron los famosos Libros Plúmbeos del Sacromonte.
Durante la persecución de los cristianos, fueron numerosos los martirios en Andalucía, como el de Santa Justa y Santa Rufina en Sevilla, San Servando y San Germán en Cádiz, San Ciriaco y Santa Paula en Málaga, San Zoilo, San Acisclo y Santa Victoria en Córdoba, San Cecilio, San Tesifón y San Hiscio en Granada, cuya supuesta historia está recogida en los libros plúmbeos del Sacromonte.
Volvió a perder la noción clara y precisa de las cosas, y el tiempo, y Pilar, y don Sotero, y Fernando, y aquella casa y los peligros que en ella pudiera correr, confundiéronse en un nuevo montón de sombras impenetrables, que ofuscaron el horizonte de sus ideas y fueron poco a poco estrechándolas, hasta oprimirlas y asfixiarlas, como asfixian y oprimen los plúmbeos lazos de una horrenda pesadilla.
Revelaba tranquilidad, aunque era ésta muy semejante a la que tienen en sus comienzos algunas tempestades de verano: ni un soplo de aire, ni el ruido de una mosca, la quietud y el silencio reinan en la naturaleza, pero hay celajes siniestros, tintas en el horizonte que parecen manojos de centellas, aire que asfixia, monstruos que la fantasía dibuja en los plúmbeos nubarrones.
A todo esto, los plúmbeos nubarrones se iban desmoronando en el cielo, y extendían su zona tormentosa, cárdena y fulgurante, hasta la misma senda que recorría el sol en su descenso, y cuando un rayo de él lograba rasgar los apretados celajes y caía sobre los entrelazados grupos de combatientes, relucía el sudor en los tostados rostros manchados de sangre y medio ocultos bajo las greñas desgajadas de la cabeza, y cual si aquel rayo, calcinante y duro, fuera aguijón que les desgarrara las carnes, embravecíanse más los luchadores allí donde el cansancio parecía rendirlos, y volvía la batalla a comenzar, lenta, tenaz y quejumbrosa.

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