Ejemplos con pinreles

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Luego, risueña, con gracioso brinco, llegose al camastro, y alzando una pierna mostró el chapín rojo puntiagudo: qué pinreles traigo, Tolomín.
-¿Qué?, ¿que no me paga la peseta?, pos no le doy el zapato y va a tener que dejarse en casa, cá vez que salga, uno de los pinreles, el dizquierdo, por más seña.
-A la ermitaña, a una ermitaña con unos clisos que son dos espuelas capaces de jacer que se le desboque el jaco al mismísimo Apóstol, con una carita ovalá que me río yo de toíto lo ovalao, con una mata de pelo que mata al que la ve y no la jurga, con un talle que es una espiga y con un pecho que es un navío, y con unos pinreles que son dos comas, y con un.
-Es que a mí eso no me conviene, es que es mucha mujer la Chicharito, es que tiée unos ojos esa gachí que le ponen a cualesquiera el pelo de punta, y no quiero yo que juga jugando se me enreen los pinreles y se me enree el corazón, y.
Sí, señores, un pelo, porque si tiée más que uno, que me egüellen, con un pelo que no le llegaría ar pie si le hubiera nacío en el tobillo, y con un cuerpo que es un tináo, y con dos pinreles que son dos falúas, además con toíto el mal ange que le tocó en el reparto, y pensar que a ese costal de carne en gelatina, la tiée un hombre de mérito cuasi como en un estuche, várgame un divé, y qué cosas se ven en la vía!.
El Chiquito, al que to lo que le faltaba de yerbas y de postín le sobraba de hígado, y que además estaba por la Toñuela jaciendo más espumas que una gaseosa, pos apenitas se tragó el paquete de lo que pasaba, empezó a pisarle los pinreles al del Altozano, y el del Altozano encomenzó a darle quiebros al chotillo aquel, peleando con el cual no podía sacar honra ni provecho.
Y, sigún me contó a mí mi pairino, el señor Toño el Clavija, al que ustés conocerán porque es más conocío que la ruá y tiée un puesto de berza pela por medio con el de Antoñico el Cerrojazo, que tamién se las trae, poique ese Cerrojazo fue el que mató a Toñico el Cardenales en la calle de la Armona, que ustés oirían contar la faena poique la cosa dio mucho ruío y con razón, poique el Cardenales la pintaba de retaco sin seguro y además le había dao mucho cartel el haberle quitao como le quitó a un tal don Curro la jembra que tenía, que, según cuentan, era un monumento de bonita, con ca ojo como un tazón y con una mata de pelo más larga que una maroma, y con una boca que de rechica que era tenían que darle en píldoras los alimentos, y con un pecho más grande que un automóvil, y con una caera mas reonda que tina tinaja, y con dos pinreles que no abultaban ni lo que dos abalorios, y con un mo de reír que cuando se reía se le secaban las lágrimas a la Santísima Virgen de las Angustias y, en fin, una gachí de las de chipé, de las que yo quisiera a la verita mía pa mi consuelo cuando me llegara mi hora.
-Diga usté que sí, compadre, que son dos pinreles que marnetizan a Dios uno y trino, y si no fuera más que los pinreles, pero y lo que sigue cuesta arriba.
Pero como tengo ya treinta años en ca uno de mis pinreles y no sé montar en bicicleta, por velay usté, he llegao tarde, y si no es por usté me voy sin enterarme de si se había dío o no ese jarto e pringüe y jartico e roar a quien no pueo ver ni en pintura.
Y no es eso lo peor, sino que me parece a mí que ese gachó no va a poner más los pinreles en tus posesiones.
-Pos bien, esta noche ha dío por allí tamién un guasón que creo que es de Osuna, un gachó que por brillar se lo dora toíto con purpurina, ¿usté sabe? Pos bien: ese gachó al ver bailar a la Chirrina dijo que no había en to er mundo quien bailara er tango como una tal Currita, que, sigún él, menea los pinreles en un tablao de Estepa, ¿sabe usté? Y nosotros oyendo esto, pos como es natural, le dijimos que pa bonita y que pa charrana y que pa regraciosa y que pa bailarse tangos la Niña de los Lunares, ¿sabe usté?.
-¡Camará! Pos di tú que sa menester pa dar contigo tener más orfato que un pachón y más pinreles que un galgo -dijo el señor Francisco, sentándose frente a frente a Joselillo, desabotonándose el chaleco para dar expansión al crecidísimo abdomen y soltando sobre otra silla el amplísimo pavero.
¿Qué haces ahí con los pinreles engarruñaos al palitroque de la silla? ¡Vaya una manera de dormir! Así duermen los loros.
Luego, risueña, con gracioso brinco, llegose al camastro, y alzando una pierna mostró el chapín rojo puntiagudo: Mia, mia qué pinreles traigo, Tolomín.
Él la llevaba sobre el pecho como coraza que lo premunia contra las balas traidoras, y otro gallo le habría cantado si hubiese liado la salvación a la ligereza de sus pinreles más que a la tan famosa oracioncita del Justo Juez.

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