Ejemplos con pedí

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Le pedí permiso a Gustavo para usar el Blues de Dana en los shows y grabarlo en el último compact en vivo, y me dijo: No hay problema , eso lo hice con un gran amor hacia Dana.
Berger defendió su actuación: Pedí al Departamento de Energía que profundizara e intensificara sus investigaciones.
Por ejemplo: Ándate en seguida y hace lo que te pedí.
Desde aquel día expresa en sus Memorias-, no descansé hasta encontrar una familia espiritista que tuviera las obras de Allan Kardec, se las pedí prestadas, y muy poquito a poco, y con mucho trabajo, empecé a leerlas, o mejor dicho, a estudiarlas.
Les pedí que cortaran la boca más ancha para dejar la superficie uniforme y lo utilicé como rulo por un coste ínfimo.
Le pedí consejo y no dudó: me vine a Barcelona.
No le pedí su nombre o su historia.
Le dije lo que había visto en la Moncloa y le pedí explicaciones, pero respondió que no sabía de ello, algo que considero probable.
Le dije lo que acababa de oír en la Moncloa y le pedí explicaciones.
Te pedí que fueras mi Vicepresidente.
Se ponía tan loco, que le pedí al Tonto que se subiera en él y lo llevara con nosotros.
No, lo pedí yo prestado, porque lo vi encima de una mesa.
A pesar de las palabras del médico viejo no me tranquilicé, y, con esta tendencia que se tiene a aumentar el propio mal, le pedí informes de Machín.
¡Son mis verdaderos hijos! ¡Para ellos os pedí una limosna y hallé cerrada la puerta!.
Me das lástima, ¡da lástima que vayas a servir en casa ajena! Yo siempre le pedí a Dios que te librara de eso pero, ya lo ves, ¡no hay remedio! El dispone otra cosa.
Más de una vez supliqué a mi tía que me contara la historia de Angelina, le pedí con insistencia que me refiriera cómo había quedado bajo la protección del P.
Quise ahorrarle aquella pena, y le pedí que habláramos de otra cosa, le rogué que no me atormentara, con aquella narración dolorosa.
Aborrecí la vida, maldije de ella, pedí la muerte, quise morir, morir, y no para escapar de mis enemigos, sino para libertarme de aquellas pasiones tempestuosas que entenebrecían mi espíritu y batallaban dentro de mí como legiones de irritados demonios.
La Virgen me ha hecho el milagro, se lo pedí de todo corazón, y le ofrecí unos ramilletes.
El perdón ya lo pedí por haber callado, y ya no tengo que pedir más perdones.
Le pedí un minué, me dijo que estaba cansada y luego salió a bailar con José Dolores Pimienta.
—Sosegáos, señor Lorenzo, que ántes que me respondais palabra, quiero que la hermosura que veréis en la que quiero recebir por mi esposa, os obligue a darme la licencia que os pedí, porque es tal y tan estremada, que de mayores yerros será disculpa.
Yo, señora, sentí que íbamos, según mi señor me dijo, volando por la región del fuego, y quise descubrirme un poco los ojos, pero mi amo, a quien pedí licencia para descubrirme, no la consintió, mas yo, que tengo no sé qué briznas de curioso y de desear saber lo que se me estorba y impide, bonitamente y sin que nadie lo viese, por junto a las narices aparté tanto cuanto el pañizuelo que me tapaba los ojos, y por allí miré hacia la tierra, y parecióme que toda ella no era mayor que un grano de mostaza, y los hombres que andaban sobre ella, poco mayores que avellanas, porque se vea cuán altos debíamos de ir entonces.

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