Ejemplos con panojas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En Ambos lados unas panojas de soego atadas en la parte inferior con una cinta tricolor con la siguiente leyenda.
Las inflorescencias son panojas terminales y panículas axilares.
Inflorescencia en panojas densas, ovado-lanceoladas.
Tallos erectos con hojas caulinares de menor longitud que las basales, extremo floral en panojas en cimas, con capítulos ovoides, pedunculados.
Inflorescencia femenina poco vistosa, en panojas ramificadas densas y gruesas, y gran número de brácteolas.
Inflorescencia masculina espiciforme, en panojas ramificadas hacia los ápices de las ramas.
Es un árbol lechoso de hojas largas y anchas que dan en panojas sus flores color amarillo y agradable perfume.
Tan sólo vieron a don Casimiro Panojas, sonriente, apretándose con una mano el gaznate, rompiendo con la otra el rabo de un conejito de porcelana de Sajonia que, entre mil costosas baratijas, adornaba una mesa.
-Hay que segar el prao de la Tabona, y las panojas se caen solas en la heredá y los cuervos las consumen, -decía la mujer.
Aún no había expirado el mes, cuando comenzaron a invadir la vega, por todas sus portillas, carros con altos adrales, y cada familia en su heredad, pela aquí, pela allí, panojas al garrote y garrotados de panojas a los carros, de vez en cuando, sube que sube los adrales, según iban llenándose las teleras, después, los calabazos encima de las panojas y en el payuelo de la pértiga, y hala para casa, a campo travieso, primero, tirando los bueyes dentelladas furtivas al retoño ajeno, y después, por la cambera, canta que canta el eje, untado con tocino, y ya en el portal el carro, allá va la carga de panojas arrastrada con las trentes sobre los garrotes, tan pronto llenos como subidos al desván, al hombro del mocetón o sobre la cabeza de su hermana: en una pila el maíz, y aparte los calabazos, de éstos, los duros y berrugones a un lado, para la olla, y a otro, los blandos y aguachones, para los cerdos.
Con la secura, que no cesaba por seguir el tiempo al Sur, las mieses se pusieron hechas una bendición de Dios, y en la última semana de octubre no quedaba una caña de alubias sin pelar en las heredades, y las panojas, bien granadas y bien secas, iban a desprenderse ellas solas de los maíces, si muy pronto no las amontonaban sus dueños en el desván.
Aunque vieran cuervos picoteando las panojas, y maíces tronzados o seturas entornadas, señales de haber entrado bestias en la mies, y tal cual prado todavía con el pelo de agosto, seco, podrido ya y sin jugos.
Pues ¿qué diremos de esta heredad que hoy no da un garrote de panojas, en maíces tísicos, cuando antes era un granero de punta a cabo? Aprendió una vez el testarudo de su dueño que la cal es buena para las tierras, y, sin averiguar otra cosa, cuanta cal adquiere desde entonces, a la heredad con ella.
Comenzaba el mes de octubre, parecía el fresco retoño de la vega tapiz de terciopelo, y las ya amarillas panojas se oreaban en los maíces despuntados, dentro de la seca envoltura, que chasqueaba y crujía, como estrujado papel, al secar sobre ella el calor del sol el rocío de la noche.
-¡Pero, hombre, ayúdame siquiera esta noche a deshojar las pocas panojas que hemos cogío la muchacha y yo!.
-Justo: me dirás que Coteruco tiene los desvanes abarrotados de panojas, los pajares henchidos de yerba, las cuadras llenas de hermoso ganado, las tinas mediadas de tocino, las callejas bien empedradas, los regatos encauzados, la mies hecha un jardín, la taberna en quiebra y la iglesia como una tacita de plata.
Lo que fuere sonará, y entonces sabremos lo que ha sucedido, y estas sencillas gentes harán lo que hoy: obedecer al que mande, y trabajar en sus haciendas para llenar el desván de panojas y el pajar de buena yerba.
Límpido estaba el cielo y transparente, sólo adulteraba la pureza de su azul una encendida tinta que se extendía a lo largo del horizonte, hacia la parte en que los rayos del sol comenzaban a ocultarse, precursora infalible del benéfico Sur que al día siguiente había de reinar para secar las castañas y las pocas panojas que estaban fuera del granero por falta de sazón.
La atención de Pámanes, pues, directamente estaba fija en sus panojas, en sus ganados, en sus patatas y en su Cruz, porque sin Cruz no se concibe a Pámanes, como no se concibe a Roma sin Capitolio, a la China sin su muralla, a Rodas sin su Coloso, a España sin arrogancia, a El Escorial sin monasterio y a ''Cayetano'' sin suscriptores.
En el portal en que en otros tiempos se sentaba a tejer sus redes un pescador, alisaba el mango de su azadón un fornido vizcaíno, en el balcón en que antes vi a la familia de un pobre labrador desgranar las panojas de la última cosecha, fumaba en larga pipa un belga, calzado con altas botas de cuero, y en lugar del ''cobertor'' tradicional y las madejas de estopa, colgaban de la soga de la ''solana'' las bridas de un caballo y ancho gabán impermeable, a la puerta de una taberna estropeaba el castellano el tabernero para convencer a un alemán «cerrado,» de que lo que le había vendido por ''gin'' no era, como parecía, rescoldo, en la plaza, donde paró el carruaje, circulaban entre la boina de los vascos y el gorro verde y colorado de los marineros de la población, la leve ''pamela'' de la Fuente Castellana, y entre la camiseta de bayeta verde y la blusa azul de los obreros, el brillante gabán de seda sobre el esbelto talle de las hijas del Manzanares y del Sena.
Y aún hacía más el mayorazgo: junto a la pila de panojas formada con los coloños del diezmo, había otras varias más pequeñas, hechas a costa de las nueve partes que a él le quedaban libres, porque de cada coloño que subía al desván, dejaba tres panojas para las ánimas del purgatorio, dos para alumbrar a San Antonio, patrono del ganado, seis para San Roque, abogado de la peste, seis para San Pedro, patrono del lugar, y otras seis para los pobres del vecindario que careciesen de semilla en la época de siembra.
Chocó al forastero que el décimo, en lugar de seguir el camino de los anteriores, cayese en un rincón de la bodega, que se había aseado antes con el mayor esmero, y preguntando a don Silvestre, supo que aquel garrote de panojas, tal vez el más repleto de todos y el de las más gordas, era el primero del ''diezmo'' que pagaba a la Iglesia de Dios.
En ésta, iluminada por un roñoso farol colgado de un clavo en una pared, se veía una enorme pila de panojas recién traídas de la heredad, y a su alrededor, sentados en el suelo, un enjambre de mozas y mozos del lugar ocupados en deshojarlas, echándolas después una a una, pero con extraordinaria rapidez, en los ''garrotes'', o grandes cestos, que estaban colocados delante de los deshojadores, a razón de uno de los primeros por cada seis de los segundos.
Como que no es otra cosa que un garrote de panojas de la otra cosecha que estoy poniendo encima de tu cuarto.
Los bosques se enrarecían también al menor contacto del furibundo viento Sur que ya estaba en plena campaña para secar las panojas y madurar las castañas, los pajarillos enmudecían poco a poco y volaban errantes e indecisos, las noches crecían y los días acortaban, la naturaleza toda anunciaba su letargo del invierno, y no se escuchaba otro sonido de su elocuente lenguaje que el de los secos despojos de su primavera, rodando en confuso torbellino a merced del viento que cada día soplaba más recio.
Porque ¡válgame el de los cielos! ¡Cómo estaba también de libros fuera de sus estantes, y de resmas de periódicos, y de fajos de papeles, y de montones de revistas, y de huesos fósiles, y de candilejas y «escudillas» romanas, y de bronces herrumbrosos, y de ejemplares de panojas de muchas castas, en las sillas, por los suelos, en la mesa de escribir y creo que hasta en el aire!.
Ya en lo alto de la escalera, que no era larga, entramos en el crucero de siempre, porque todas las casas pudientes de aquellas alturas, y aun las equivalentes de los valles bajos que he conocido después, parecen hechas por un mismo plano, sólo que en la de Robacío hallé una novedad que llamó muy agradablemente mi atención, y fue la de tener las paredes de todos los pasadizos literalmente cubiertas, de techo a suelo, con ristras de panojas, que, por estar abiertos puertas y balcones e inundada de sol toda la casa, resplandecían como tapices orientales bordados de oro y perlas.
No me asombró tanto la noticia de que allí escaseaba mucho el dinero, por ser un linaje de escasez muy común en todas partes, pero me pareció muy de notarse la de que, en cambio, eran moneda corriente los frutos de la tierra, como en los pueblos primitivos, y así sucede que hay servicios muy importantes que se pagan con media docena de panojas o con un maquilero de castañas.

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