Ejemplos con ojeriza

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La Asociación Patriótica , por su radicalismo y el libre pensar que proclamaba, se ganó pronto la ojeriza del caciquismo local, del clero y de las autoridades gubernamentales.
Tristán, despechado, la guardó toda su vida oculta ojeriza.
Además, no sé por qué, me tenía franca ojeriza, y no perdía oportunidad de recordarme en público la grave falta que yo había cometido.
Estas matronas tan dignaspensó élme van a tomar ojeriza si me encuentran mucho aquí.
En cambio, tenía marcada ojeriza a los ríos.
Le desacreditaban el establecimiento con sus feas palabras, los guardias le tomarían ojeriza por consentir en su casa tales blasfemias contra la excelentísima corporación, y ademásesto era lo principal, conocía de antiguo a aquellos parroquianos, que, cuando se alumbraban de veras, costaba un disgusto sacarles el dinero.
Basilio le parecía esto incompatible con las luces del siglo, y lo mismo creía doña Lupe, pero se guardó muy bien de detener a su sobrino por la ojeriza que le tenía, y Juan Pablo se fue, quedando en la mesa los comensales en la tranquilizadora cifra de doce.
Yo no esperé más: hacía tiempo que me cargaba aquel hombre, le tenía ojeriza sin saber por qué, le dije que me importaba poco su opinión.
El primer paso dado fue el de solicitar los servicios de María de Regla, aquella enfermera del ingenio de , cuya astucia y talento la madre y el hijo reconocían de consuno, a pesar de la ojeriza con que la miraban.
Sobre todo, su merced no tenía para qué haberme el túnico de punto de ilusión y la peineta de teja, sólo por darle gusto a un viejo que me tiene ojeriza, y está celoso porque yo no lo quiero ni lo querré nunca, así.
Pero habiendo estado un mes en ella, por Ferrara, Parma y Plasencia volvió a Milan, oficina de Vulcano, ojeriza del reino de Francia, ciudad en fin de quien se dice, que puede decir y hacer, haciéndola magnífica la grandeza suya y de su templo, y su maravillosa abundancia de todas las cosas a la vida humana necesarias.
Con las dueñas tenia la misma ojeriza que con los escabechados: decia maravillas de su permafoy, de las mortajas de sus tocas, de sus muchos melindres, de sus escrúpulos y de su estraordinaria miseria: amohinábanle sus flaquezas de estómago, sus vaguidos de cabeza, su modo de hablar con mas repulgos que sus tocas, y finalmente su inutilidad y sus vainillas.
Con estas razones de la mala vieja, creyeron los mas que yo debia de ser algun demonio de los que tienen ojeriza continua con los buenos cristianos, y unos acudieron a echarme agua bendita, otros no osaban llegar a quitarme, otros daban voces que me conjurasen, la vieja gruñia, yo apretaba los dientes, crecia la confusion, y mi amo, que ya habia llegado al ruido, se desesperaba, oyendo decir que yo era demonio: otros, que no sabian de exorcismos, acudieron a tres o cuatro garrotes, con los cuales comenzaron a santiguarme los lomos: escocióme la burla, solté la vieja, y en tres saltos me puse en la calle, y en pocos mas salí de la villa perseguido de una infinidad de muchachos que iban a grandes voces diciendo: Apártense, que rabia el perro sabio.
Quiso hacerla el capellán, y, poniéndole con el loco, habló con él una hora y más, y en todo aquel tiempo jamás el loco dijo razón torcida ni disparatada, antes, habló tan atentadamente, que el capellán fue forzado a creer que el loco estaba cuerdo, y entre otras cosas que el loco le dijo fue que el retor le tenía ojeriza, por no perder los regalos que sus parientes le hacían porque dijese que aún estaba loco, y con lúcidos intervalos, y que el mayor contrario que en su desgracia tenía era su mucha hacienda, pues, por gozar della sus enemigos, ponían dolo y dudaban de la merced que Nuestro Señor le había hecho en volverle de bestia en hombre.
Sancho, ¿qué te parece cuán malquisto soy de encantadores? Y mira hasta dónde se estiende su malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera darme ver en su ser a mi señora.
El cura le estuvo escuchando con grande atención, y parecióle hombre de buen entendimiento, y que tenía razón en cuanto decía, y así, le dijo que, por ser él de su mesma opinión y tener ojeriza a los libros de caballerías, había quemado todos los de don Quijote, que eran muchos.
Así es dijo don Quijote, que ése es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer, sin que él lo pueda estorbar, y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede, y mándole yo que mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado.
Y, con esto, entró en el aposento, y todos tras él, y hallaron a don Quijote en el más estraño traje del mundo: estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos, las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias, tenía en la cabeza un bonetillo colorado, grasiento, que era del ventero, en el brazo izquierdo tenía revuelta la manta de la cama, con quien tenía ojeriza Sancho, y él se sabía bien el porqué, y en la derecha, desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes, diciendo palabras como si verdaderamente estuviera peleando con algún gigante.
Quisiera yo, señor duque respondió don Quijote, que estuviera aquí presente aquel bendito religioso que a la mesa el otro día mostró tener tan mal talante y tan mala ojeriza contra los caballeros andantes, para que viera por vista de ojos si los tales caballeros son necesarios en el mundo: tocara, por lo menos, con la mano que los extraordinariamente afligidos y desconsolados, en casos grandes y en desdichas inormes no van a buscar su remedio a las casas de los letrados, ni a la de los sacristanes de las aldeas, ni al caballero que nunca ha acertado a salir de los términos de su lugar, ni al perezoso cortesano que antes busca nuevas para referirlas y contarlas, que procura hacer obras y hazañas para que otros las cuenten y las escriban, el remedio de las cuitas, el socorro de las necesidades, el amparo de las doncellas, el consuelo de las viudas, en ninguna suerte de personas se halla mejor que en los caballeros andantes, y de serlo yo doy infinitas gracias al cielo, y doy por muy bien empleado cualquier desmán y trabajo que en este tan honroso ejercicio pueda sucederme.
Pero, en fin, sois malos y mal nacidos, y no podéis dejar, como malandrines que sois, de mostrar la ojeriza que tenéis con los escuderos de los andantes caballeros.
Pero no puedo dejar de formar un escrúpulo, y tener algún no sé qué de ojeriza contra Sancho Panza: el escrúpulo es que dice la historia referida que el tal Sancho Panza halló a la tal señora Dulcinea, cuando de parte de vuestra merced le llevó una epístola, ahechando un costal de trigo, y, por más señas, dice que era rubión: cosa que me hace dudar en la alteza de su linaje.
Ven acá: ¿en qué consideración puede caber que el bachiller Sansón Carrasco viniese como caballero andante, armado de armas ofensivas y defensivas, a pelear conmigo? ¿He sido yo su enemigo por ventura? ¿Hele dado yo jamás ocasión para tenerme ojeriza? ¿Soy yo su rival, o hace él profesión de las armas, para tener invidia a la fama que yo por ellas he ganado?.
Ahora bien, si es uno de esos mentecatos que creen que guardo ojeriza a un pueblo o una patria cuando le he cantado las verdades a alguno de sus hijos irreflexivos, lo mejor que puede hacer es no contestarles.
No le permito a usted ir adelante, una cosa es que tenga ojeriza al Correo, y otra cosa es que me quiera pintar.
Desde aquella noche le tomó ojeriza, pero quería casarse con él.
No había salido de Vetusta ningún dramaturgo ilustre, y por lo mismo se miraba con ojeriza a los de fuera.
«¡Bastante tenía él sobre su alma con el entierro civil de Barinaga y la consiguiente ojeriza que gran parte del pueblo había tomado al señor Magistral!».
-Pero es que lo cortés no quita lo valiente, hombre de Dios, y esto que yo le he dicho no es para que me tome usté ojeriza ni me ponga usté esa cara de cólico miserere.
Encontróse, pues, solo don Álvaro en medio de la hueste de Castilla, o por mejor decir, acompañado de la natural ojeriza y recelo que inspiraba su alianza estrecha y sincera con el Temple, su valor, su destreza en las armas, y la nombradía que había sabido alcanzarse de antemano.
Advertíale asimismo de lo conveniente que sería a su fama acudir prontamente al concilio de Salamanca, sobre todo después que algunos de los obispos que debían componerle le habían asegurado por escrito, contestando a sus cartas, que en aquel importante juicio entraban limpios de toda prevención y ojeriza, y que jamás consentirían en que se atropellasen sus fueros de caballeros y miembros de la Iglesia.

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