Ejemplos con mirara

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero, al cerrarse la Puerta, la energía no pasaba a ningún sitio y la energía se almacenaba y las Cámaras no funcionaban, creando un gran resplandor que dejaba ciego a quien los mirara.
Los juegos eran muy variados y de distintas clases, y solían requerir que el concursante mirara a una pantalla situada a su izquierda para ver el manejo.
Si se mirara al espejo le gustaría verse rodeada de todo lo que Natalia tiene a su lado, es decir, su novio y su puesto en la banda.
Para este caso, no teniendo suficientes poderes en forma, se ha acordado remitirle copia de esta acta para que, siendo de su agrados entradle desde luego las relaciones qué puedan convenir a los intereses de las provincias de su mando, cuya incorporación a las demás federales se mirara como un dichosos acontecimiento.
Por ejemplo, si Hermione Granger se mirara en el espejo, se vería a sí misma, Ron Weasley y Harry saliendo victoriosos de su guerra con Lord Voldemort, pero en caso de que ya lo hubieran derrotado, se vería a sí misma abrazándose románticamente con Ron.
Cuando el cazador Gedeón mató a Beowulf Padre, invocó el poder de la Piedra de la Maldición, haciendo que Beowulf Hijo quedara maldecido con un aspecto humano y con el peso de que cada vez que alguien le mirara a la cara perdiera el conocimiento o muriera si lo miraba largo rato.
De este modo, y con la discreción de un lado y del otro, se ha podido lograr que la República, ni antes ni después de constituida, se mirara por esos hombres como una condición de cosas en la cual la vida era para ellos imposible, y tanto los unos como los otros, los que habían triunfado con el auxilio americano, y los que habían sido vencidos por las fuerzas unidas de cubanos y americanos, aceptaron como cosa definitiva el nuevo orden político, cooperando todos a mantenerlo, cada cual como ha querido, como ha podido o como ha debido.
La impaciente dureza de esta pregunta hizo que el acusado mirara al juez en los ojos: las venas de sus sienes se hincharon, sus dientes crujían, todo revelaba su ira.
Pues bien merecía Ortega que se le mirara como soldado de Dios, salvándole de una muerte ignominiosa.
Temía encontrar a alguien que le mirara con malicia, y pensaba lo que había de decir, aconteciendo las más de las veces que no decía nada.
¡Vaya un genio que has echado!le dijo doña Lupe, sin que él la mirara.
Al sentir la molestia del vestir volviole el mal humor, y trajéronle un espejo para que se mirara, a ver si el amor propio y la presunción acallaban su displicencia.
El mas precioso cuadro, si no hubiese quien le mirara y percibiese su belleza, seria un conjunto de lineamentos, un geroglífico de caractéres indescifrados: pero desde el momento que está a la vista de un ser que siente y conoce, el cuadro se anima, es lo que debe ser, y en esta misteriosa comunicacion, el objeto gana en bellezas todo lo que comunica de hechizo.
Todo esto miraban de entre unas breñas Cardenio y el cura, y no sabían qué hacerse para juntarse con ellos, pero el cura, que era gran tracista, imaginó luego lo que harían para conseguir lo que deseaban, y fue que con unas tijeras que traía en un estuche quitó con mucha presteza la barba a Cardenio, y vistióle un capotillo pardo que él traía y diole un herreruelo negro, y él se quedó en calzas y en jubón, y quedó tan otro de lo que antes parecía Cardenio, que él mesmo no se conociera, aunque a un espejo se mirara.
Sosegadas, pues, estas dos pendencias, que eran las más principales y de más tomo, restaba que los criados de don Luis se contentasen de volver los tres, y que el uno quedase para acompañarle donde don Fernando le quería llevar, y, como ya la buena suerte y mejor fortuna había comenzado a romper lanzas y a facilitar dificultades en favor de los amantes de la venta y de los valientes della, quiso llevarlo al cabo y dar a todo felice suceso, porque los criados se contentaron de cuanto don Luis quería, de que recibió tanto contento doña Clara, que ninguno en aquella sazón la mirara al rostro que no conociera el regocijo de su alma.
Yo no sé esas miradas replicó Sancho: sólo sé que será bien que vuestra señoría entienda que, pues volábamos por encantamento, por encantamento podía yo ver toda la tierra y todos los hombres por doquiera que los mirara, y si esto no se me cree, tampoco creerá vuestra merced cómo, descubriéndome por junto a las cejas, me vi tan junto al cielo que no había de mí a él palmo y medio, y por lo que puedo jurar, señora mía, que es muy grande además.
Acudieron los bandoleros a espulgar al rucio, y a no dejarle ninguna cosa de cuantas en las alforjas y la maleta traía, y avínole bien a Sancho que en una ventrera que tenía ceñida venían los escudos del duque y los que habían sacado de su tierra, y, con todo eso, aquella buena gente le escardara y le mirara hasta lo que entre el cuero y la carne tuviera escondido, si no llegara en aquella sazón su capitán, el cual mostró ser de hasta edad de treinta y cuatro años, robusto, más que de mediana proporción, de mirar grave y color morena.
Como al andar enfrascado en estas reflexiones le mirara yo de arriba abajo con mal disimulada curiosidad, notóla él y me dijo sonriéndose:.
Empezó a andar por las calles sin que ninguno de los numerosos habitantes con quienes se cruzaba le mirara con afabilidad, como acostumbran a hacer los musulmanes con los extranjeros.
Venían a menudo a verme el Cura don Sabas y Neluco, y pasaban conmigo largos ratos, continuaba la tertulia de la noche muy concurrida y animada, presidíala yo con la mayor asiduidad, y hacía de tripas corazón para creerme muy divertido en ella, o para darlo a entender delante de aquellos rústicos y buenos tertulianos, ocupábame a ratos en despachar mi correspondencia o en arreglar los papeles y cuentas de la testamentaría, hablaba con Facia y me complacía en ver cómo, creyéndose ya, en virtud de las noticias traídas por el juez municipal de marras, y de mis subsiguientes reflexiones, libre para siempre de la cruz que tanto la había oprimido, y dando por guardado en el fondo de una sepultura el secreto de lo que podía ser afrenta para su hija, iba la pobre mujer tornando a la vida, y recobrando poco a poco las extenuadas fuerzas de su espíritu, llorando y rezando a la vez por el hombre desventurado, muerto con el alma manchada de negras intenciones, tras una vida azarosa y criminal, gozábame también en descifrar en el impenetrable continente de Chisco ciertos confusos caracteres que delataban en los adentros de su pechazo un regocijo manso y profundo desde la herencia de la «pilá de onzas», y en tirarle de la lengua para saber cómo andaba desde entonces en sus tratos y amistades con la familia del Topero, el cual, según mis noticias, se había humanizado mucho con él y hasta «le echaba memoriales con los ojos» y aun con algunas indirectas demasiado insinuantes, interesábame de veras Pito Salces, que andaba amurriadote y receloso temiendo que hubieran cambiado las buenas disposiciones de Tona hacia él desde que era rica por su madre, y hasta por sí propia, tomando el pobre por desdenes el pasmo, muy natural, en que cayó la mozona en aquellos días de lances gordos, salía de casa algunas veces para ventilar un poco las ideas y estirar los miembros entumecidos, aunque hallaba siempre el suelo como una esponja encharcada, y frío el sol que iluminaba el valle, mientras me segaba las barbas el ambiente que no apagaba una cerilla, y tenía que volverme a mi agujero sin haberme atrevido a descender el pedregal por donde querían conducirme los impulsos de mi necesidad de departir con alguien que me comprendiera, tramábala con Chisco después, o con el primero que se me pusiera por delante, y, en fin, hasta procuraba, siguiendo las enseñanzas bucólicas de Neluco, descender con mi razón, más luminosa, a las tenebrosidades de aquellos hombres para hallar el nivel apetecido y con él el prometido deleite, pero aun así, me sobraban horas y horas eternas de soledad y de silencio en aquellos páramos envejecidos y negros en que resonaba el eco de mis pasos febriles como si los diera bajo las bóvedas sombrías de un calabozo, y por donde quiera que la mirara, aquella mi labor heroica para hacer la vida más llevadera no venía a ser otra cosa que labor de encarcelado, hasta con el tenaz, profundo y tentador deseo de escaparme.
Mirárase el caso por donde se mirara, siempre resultaba el mismo delincuente, el mismo responsable: él, y nadie más que él fue débil complaciendo a Nieves, sin consentimiento de su padre, en un antojo tan serio, tan grave, como el de salir a la mar a hurtadillas y con, el tiempo medido, fue un mentecato, un majadero, haciendo valentías en ella, sin considerar bastante los riesgos que corría el tesoro que llevaba a su lado, fue un irracional, un bárbaro, rematando sus majaderías con la bestialidad que produjo el espantoso accidente.
Al contrario, como Mariano Rosas me mirara, de cuando en cuando sonriéndose, tenía que sonreírme.

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