Ejemplos con mercancía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la mayoría de los índices bursátiles se ajustan a esto trabajando en una libre flotación, es decir, la capitalización bursátil es el valor de la mercancía públicamente parte de la empresa.
A cambio la empresaria proporcionaba la mercancía, papel de envolver con rayas royas y blancas y el letrero que debía colocarse en el lugar más destacado de la fachada.
Una estanterías de paletización es una estructura metálica diseñada para almacenar mercancía paletizada, esto es, colocada sobre un palé.
La pericia del ganchero y su conocimiento del río eran de vital importancia para entregar la mercancía en su destino sin percances.
A los buscadores de oro se los denomina garimpeiros y detrás de ellos hay una cadena de personas que aseguran la presencia casi a diario de compradores de la mercancía, que es finalmente elaborada en Asunción para su posterior venta, incluso, en España.
Estas cajas están diseñadas para contener mercancía pesada y de gran volumen.
Como demuestra su presencia en el área nuclear olmeca, el tipo Rojo sobre Bayo pudo haber sido una mercancía bastante apreciada por los olmecas del Golfo, que no la producían, de acuerdo con el análisis de los materiales cerámicos encontrados en esa región.
También es una especie de mascota para el universo Digimon, como y sus formas de Digievolución son destacados en la mayoría de mercancía Digimon.
También cuenta con un centro de distribución de mercancía.
La realidad es que era una escuadra anglo-holandesa, dispuesta a robar la mercancía que traían los barcos.
Informes robados de mercancía revelaban que se estaban realizando entregas de corazas de neoacero del tamaño de un crucero de batalla desde hacía un año.
Como resultado de ello, ha dejado de vender TNA Capitán Carisma mercancía hasta que se resuelva esa cuestión.
Desde sus muelles se importan y exportan cemento, cinc, mercancía general y otros graneles tanto sólidos como líquidos.
Su heroísmo era el de los mercaderes, capaces de toda clase de resignaciones mientras su mercancía no corre riesgo, pero que se convierten en fieras si alguien atenta contra sus riquezas.
Ahora sus flotas comerciales y de guerra surcaban todos los océanos, y no había puerto donde la mercancía germánica no ocupase la parte más considerable de los muelles.
Los fenicios, que difundían con sus navegaciones las primeras obras de la civilización, se cobraban este servicio llenando sus barcos de mujeres raptadas, mercancía rica y de fácil transporte.
Algunos, montados en dos enormes ruedas, iban tirados por un asnillo de impacientes orejas, y guiados por mujeres de rostro duro y curtido, que llevaban el clásico sombrero borbonés, especie de esportilla de paja con dos cintas de terciopelo negro cruzadas por la copa: eran carros de lechera: en la zaga, una fila de cántaros de hojalata encerraba la mercancía.
Calló un buen rato, añadiendo luego, con el fervor de un comerciante que ensalza su mercancía:
Evitaba entenderse con los dependientes, sin duda por molestarla sus exagerados cumplimientos, ese afán de decir a toda parroquiana, con voz automática, que es muy bonita, para despachar mejor la mercancía, y apenas entraba en la tienda, buscaba con los ojos a Juanito, muchacho juicioso, tan tímido como ella y que no se permitía el menor atrevimiento.
Nadie comprendía lo que era para aquellas infelices la pérdida de su mísera mercancía, la desesperada vuelta al tugurio paterno, donde aguardaba la madre dispuesta a incautarse del par de reales de ganancia o a administrar una paliza.
Sobre el zumbido confuso y monótono que producían los miles de conversaciones sostenidas a la vez en toda la plaza, destacábanse los gritos de los vendedores sin puesto fijo, agudos y rechinantes unos, como chillido de pájaro pedigüeño, graves y foscos otros, como si ofreciesen la mercancía con mal humor.
—¡Es decir, que aumentaba la mercancía y suprimía los consumidores!—concluyó la Marquesa.
—Por consiguiente, mi mercancía no ha de ser física, ha de ser moral.
—Venga el asno, señor huésped, que tambien sabré yo cinchalle y cargalle, como sabe mi compañero asentar en el libro su mercancía.
—Por mas ventura tuviera, valeroso caballero, que me llevaras contigo a Ingalaterra, que no que me enviaras a España, porque aunque es mi patria, y no habrá sino seis dias que della partí, no he de hallar en ella otra cosa que no sea de ocasiones de tristezas y soledades mias: sabrás, señor, que en la pérdida de Cádiz, que sucedió habrá quince años, perdí una hija que los ingleses debieron de llevar a Ingalaterra, y con ella perdí el descanso de mi vejez y la luz de mis ojos, que despues que no la vieron, nunca han visto cosa que de su gusto sea: el grave descontento en que me dejó su pérdida y la de la hacienda, que tambien me faltó, me pusieron de manera, que ni mas quise, ni mas pude ejercitar la mercancía, cuyo trato me habia puesto en opinion de ser el mas rico mercader de toda la ciudad: y así era la verdad, pues fuera del crédito, que pasaba de muchos centenares de millares de escudos, valia mi hacienda dentro de las puertas de mi casa mas de cincuenta mil ducados: todo lo perdí, y no hubiera perdido nada, como no hubiera perdido a mi hija: tras esta general desgracia, y tan particular mia, acudió la necesidad a fatigarme hasta tanto que no pudiéndola resistir, mi mujer y yo, que es aquella triste que allí está sentada, determinámos irnos a las Indias, comun refugio de los pobres generosos, y habiéndonos embarcado en un navío de aviso seis dias ha, a la salida de Cádiz dieron con el navío estos dos bajeles de cosarios, y nos cautivaron, donde se renovó nuestra desgracia y se confirmó nuestra desventura, y fuera mayor si los cosarios no hubieran tomado aquella nave portuguesa, que los entretuvo hasta haber sucedido lo que él habia visto.
Ocho dias estuvimos en la isla, guardándome los turcos el mismo respeto que si fuera su hermana, y aun mas: estábamos escondidos en una cueva, temerosos ellos que no bajasen de una fuerza de cristianos que está en la isla, y los cautivasen: sustentáronse con el bizcocho mojado que la mar echó a la orilla, de lo que llevaban en la galeota, lo cual salian a coger de noche: ordenó la suerte para mayor mal mio, que la fuerza estuviese sin capitan, que pocos dias habia que era muerto, y en la fuerza no habia sino veinte soldados: esto se supo de un muchacho que los turcos cautivaron, que bajó de la fuerza a coger conchas a la marina: a los ocho dias llegó a aquella costa un bajel de moros que ellos llaman caramuzales, viéronle los turcos, y salieron de donde estaban, haciendo señas al bajel que estaba cerca de tierra, tanto que conoció ser turcos los que los llamaban: ellos contaron sus desgracias, y los moros los recibieron en su bajel, en el cual venia un judío, riquísimo mercader, que toda la mercancía del bajel o la mas era suya, era de barraganes y alquiceles, y de otras cosas que de Berbería se llevan a Levante, en que ordinariamente tratan los judíos: en el mismo bajel los turcos se fueron a Tripol, y en el camino me vendieron al judío que dió por mí dos mil doblas, precio escesivo, si no le hiciera liberal el amor que el judío me descubrió.
Y, asimismo, temíamos encontrar por aquel paraje alguna galeota de las que de ordinario vienen con mercancía de Tetuán, aunque cada uno por sí, y todos juntos, presumíamos de que, si se encontraba galeota de mercancía, como no fuese de las que andan en corso, que no sólo no nos perderíamos, mas que tomaríamos bajel donde con más seguridad pudiésemos acabar nuestro viaje.
Digo esto porque querría, y es mi voluntad, que uno de vosotros siguiese las letras, el otro la mercancía, y el otro sirviese al rey en la guerra, pues es dificultoso entrar a servirle en su casa, que, ya que la guerra no dé muchas riquezas, suele dar mucho valor y mucha fama.
Hay un refrán en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia, y el que yo digo dice: Iglesia, o mar, o casa real, como si más claramente dijera: Quien quisiere valer y ser rico, siga o la Iglesia, o navegue, ejercitando el arte de la mercancía, o entre a servir a los reyes en sus casas, porque dicen: Más vale migaja de rey que merced de señor.

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