Ejemplos con mancebo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De una parte, ese mancebo ya no está en condiciones de ser un buen sacerdote.
Entre un mancebo apolíneo y un vejete horrendo, de verrugosa nariz, el pintor elige el segundo y disputa de buena fe que es más hermoso pictóricamente.
Un rayo de sol vergonzante rompía las pardas nubes, y recortaba sobre el fondo obscuro la cabeza linfática, rubia, la tez pecosa, las facciones delicadas, pero no exentas de rasgos característicos, del mancebo.
Encendiéronse rápidamente en una llamarada de curiosidad las mejillas del mancebo, y clavó de nuevo en Lucía sus ojos chicos examinándola implacablemente.
¡Usted siempre tan inglés, tan inglés!pronunció sin turbación ni encogimiento el mancebo.
Quien de lejos divisara aquella pareja, mancebo galán y lozana doncellita, departiendo solos en la vega frondosa, tomáralos, a buen seguro, por enamorados novios, y no creyera que hablaban de dolor y muerte, sino de amor, que es la vida misma.
Quizás ayudaba el mismo primor del traje a patentizar la madurez de los años: el luengo sobretodo ceñía demasiado el talle, no muy esbelto ya, el fieltro, ladeado gentilmente, pedía a gritos las mejillas y sienes de un mancebo.
en dos palabras, porque la sé por esta muchacha y por el mancebo en cuestión.
Después, cuando ha sabido la clase de vida que hace Pablo en la montaña, suspiraba, y a veces lloraba, hasta que por fin mi hermana se ha resuelto ahora a preguntarle con franqueza lo que tiene y si quiere a ese mancebo.
Le seguí sin oir lo que el mancebo decía.
El que salió chiquillo volvía hecho un mancebo, venía crecido y guapo, negro bozo le sombreaba los labios, no había malogrado tantos afanes, y en él cifraban las buenas señoras toda su dicha.
Allí más animación, más vida, gentes que iban y venían, el alumbrado público, faroles con lámparas de petróleo, que solo servían para dejar que se viese la obscuridad, jinetes que volvían de las haciendas y de los pueblos cercanos, un almacén de ultramarinos, EL PUERTO DE VIGO, iluminado profusamente, centelleando en las botellas, en los frascos y en las latas de sardinas el reflejo de los quinqués, una botica soñolienta, hipnotizada por sus reverberos y sus aguas de colores, la botica de don Procopio Meconio, delante del mostrador un marchante en espera, detrás un mancebo que hacía píldoras, y en la puerta el dueño, de charla con un amigo.
Mi padre le sacó del rancho donde vivía, le tomó a su servicio, y el mancebo fué bien pronto digno del cariño de todos nosotros.
En Pluviosilla,prosiguió¡muchos! Un español rico, un mancebo de botica muy burlón y endiantrado, capaz de reírse hasta de su sombra, un colegial muy guapo, que le hacía versos, otros, y otros.
Tenga usted,me dijo el mancebo, quitándose respetuosamente el jaranoahí vienen dos cartas para usted.
El mancebo levantó los hombros y me señaló un asiento.
El mancebo me seguía a corta distancia.
Pero ¡ay! así amé a Matilde, y aunque no había muerto en mi memoria, y aun vivía en mí su recuerdo dulcísimo, ya no era ¡ay! para el pobre mancebo, que le había jurado amor eterno, el ángel benéfico que a todas partes le seguía, que señoreado de su espíritu fué luz en todas las tinieblas, rumor de fuente en la soledad, iris de bonanza que anuncia, a través del nublado, que la tormenta se aleja, que ha cesado la tempestad.
¡Cómo había de ir al establecimiento hecho un pordiosero! Esta es la verdad: creían, como el muchacho, que el mancebo estaba en camino de ganar el oro y el moro.
El pobre mancebo que sirvió fielmente dos a tres años se va a la calle.
El criado, un mancebo vivaracho y listo, me miraba de hito en hito, como si dudara de mis aptitudes para la equitación.
Tan estupefacta y colérica estaba por la desobediencia del mancebo, que apenas pudo balbucir una protesta: Pe pero.
Digo, pues, que, en oyendo nuestra respuesta el mancebo, volvió las riendas y encaminó hacia el lugar donde le señalamos, dejándonos a todos contentos de su buen talle, y admirados de su demanda y de la priesa con que le víamos caminar y volverse hacia la sierra, y desde entonces nunca más le vimos, hasta que desde allí a algunos días salió al camino a uno de nuestros pastores, y, sin decille nada, se llegó a él y le dio muchas puñadas y coces, y luego se fue a la borrica del hato y le quitó cuanto pan y queso en ella traía, y, con estraña ligereza, hecho esto, se volvió a emboscar en la sierra.
Lo que sabré yo decir dijo el cabrero es que habrá al pie de seis meses, poco más a menos, que llegó a una majada de pastores, que estará como tres leguas deste lugar, un mancebo de gentil talle y apostura, caballero sobre esa mesma mula que ahí está muerta, y con el mesmo cojín y maleta que decís que hallastes y no tocastes.

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