Ejemplos con malandanzas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Afortunado en algunas de estas malandanzas, fue desgraciado en otras, viéndose tan perdido, que de la libertad de sus atrevimientos vino a parar a la cárcel, y de aquí al presidio de Tarragona, de donde le habría sacado el verdugo si él con artificios increíbles no se escapara para volver a su vida criminal en los montes de Gandesa.
¿Qué me importan las alteraciones de Francia, de Roma o de Hungría, ni las malandanzas del Estado español, ante este inmenso enigma del embarazo, cuyo término y desenlace feliz esperamos con el alma en un hilo? ¿Qué puede afectarme ese lejano enredo de la República Romana, ni las diabluras de los Mazzinis, Caninos y Garibaldis? ¿Ni qué atención puedo prestar a los entusiasmos de mi cuñada Sofía por Luis Napoleón, Presidente de la República Francesa, o por Manin, desgraciado Dux de la de Venecia? Y cuando mi hermano Gregorio me da irresistibles matracas por el desconcierto de la Hacienda española, ¿qué he de hacer más que abrir la oreja derecha para que salga lo que por la izquierda entró? Ya comprenderéis que de la guerra intestina que arde en Cataluña hago tanto caso como de las nubes de antaño, que lo mismo es para mí Cabrera que un monigote de papel, y que los movimientos de Pavía, de Concha o de Córdova en persecución de los facciosos no mueven mi curiosidad.
Pero dígame, señor, ¿cómo llama a ésta buena y rara aventura, habiendo quedado della cual quedamos? Aun vuestra merced menos mal, pues tuvo en sus manos aquella incomparable fermosura que ha dicho, pero yo, ¿qué tuve sino los mayores porrazos que pienso recebir en toda mi vida? ¡Desdichado de mí y de la madre que me parió, que ni soy caballero andante, ni lo pienso ser jamás, y de todas las malandanzas me cabe la mayor parte!.
Todas estas malandanzas te suceden, empedernido caballero, por el pecado de tu dureza y pertinacia, y plega a Dios que se le olvide a Sancho tu escudero el azotarse, porque nunca salga de su encanto esta tan amada tuya Dulcinea, ni tú lo goces, ni llegues a tálamo con ella, a lo menos viviendo yo, que te adoro.
Cierto era, muy cierto, que Emma había amenazado ruina, que sus carnes se habían derretido entre desarreglos originados de sus malandanzas de madre frustrada, influencias nerviosas, aprensiones, seudohigiénicas medidas y cavilaciones, rabietas y falta de luz y de aire libre, pero también era verdad que no faltaba fibra al cuerpo eléctrico de aquella Euménide, que sus nervios se agarraban furiosos a la vida, enroscándose en ella, y que al cabo el estómago, llegando a asimilar las buenas carnes, y los buenos tragos produciendo sano influjo, habían dado eficacia al renaciente apetito, y la salud volvía a borbotones inundando aquel organismo intacto a pesar de tantas lacerías.
Me parecieron de muy mala catadura, particularmente el mayor, en cuyo semblante de torva y recelosa mirada, lo mismo que en el resto de su persona, se veían las huellas y el estrago de todas sus malandanzas.
Recordé que yo también tenía puños y no flojos, y a ciegas, como estaba por la vergüenza y el despecho, comencé a esgrimir los brazos en todas direcciones, y a machacar cráneos, halláranse o no coronados por apéndices tan ignominiosos como el que a tales mal-andanzas me arrastraba en aquel día infausto.
–No, no existes más que como ente de ficción, no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía y de las de aquellos de mis lectores que lean el relato que de tus fingidas venturas y malandanzas he escrito yo, tú no eres más que un personaje de novela, o de nivola, o como quieras llamarle.
Afortunado en algunas de estas malandanzas, fue desgraciado en otras, viéndose tan perdido, que de la libertad de sus atrevimientos vino a parar a la cárcel, y de aquí al presidio de Tarragona, de donde le habría sacado el verdugo si él con artificios increíbles no se escapara para volver a su vida criminal en los montes de Gandesa.
El vuelco de su fortuna repercutió en la salud de la linda chola, haciéndola perder mucho de su belleza y lozanía, pero no la abatió enteramente, pues su sangre india le daba fuerzas para sobrellevar malandanzas, y su ardorosa imaginación le prometía nuevas aventuras.

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