Ejemplos con lamiendo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las glándulas mamarias abren directamente a la piel en la región pelviana, en dos campos mamarios, una a cada lado del cuerpo de los cuales se alimentan las crías lamiendo la leche segregada.
Estaban tan deshidratados que fueron observados lamiendo los pisos recién trapeados para obtener agua que pudieran beber.
Estructurado fundamentalmente en torno a dos calles, la del Puente y La Cazera, y puesto que el río Arlanzón pasaba lamiendo sus casas, es natural que tuviera sus puentes, éstos recibían los nombres de Puente de Herramel, Puente de Barbirón u Puente de la Irrán.
Ahora es el momento de actuar, cuando los romanos se están aún lamiendo las heridas.
Tomando como referencia el comportamiento de las musarañas elefantes de la actualidad, se puede sugerir la posibilidad de que las crías del Leptictidium saliesen a cazar en compañía de la madre, y que aprendieran a distinguir las presas lamiendo la boca de la madre cuando ésta acababa de cazar a algún animal, para conocer el gusto de los alimentos.
Una porción de la letra: He estado lamiendo las paredes de tu ano, Anilingus!,.
Permanecerá en el marsupio alrededor de dos meses lamiendo la leche que resbala por los pelos de la madre hasta el interior de la bolsa.
El, que en casa de Cooper coleaba ante la mandioca simplemente cocida, para no ofender a su amo, y olfateaba por tres o cuatro lados el locro, para no quebrar del todo con la cocinera, conoció la angustia de los ojos brillantes y fijos en el amo que come, para concluir lamiendo el plato que sus tres compañeros habían pulido ya, esperando ansiosamente el puñado de maíz sancochado que les daban cada día.
No se serenaba hasta escuchar el ladrido del perro de su barraca, aquel animal feísimo, que por antítesis sin duda era llamado , y el cual la recibía en medio del camino con cabriolas, lamiendo sus manos.
Las lenguas de fuego comenzaban a salir del interior de la , lamiendo la ropa de los monigotes.
El cielo de aquella región casi nunca estaba sereno: a la mañana y a la tarde, en toda época del año, el suelo se cubría de neblinas que, lamiendo las vertientes y los altos, se alzaban poco a poco hasta formar nubes que, apoyándose en las crestas de la sierra, tendían el vuelo por los aires, confundiéndose, hacia el confín del horizonte, con otras nubes que venían de montes más lejanos.
Hízosele muy cortés recibimiento, y los que no pudieron agasajarle a él agasajaron a la Chula y al Turco, que iban apoyando la cabeza en todas las rodillas, lamiendo aquí un plato y zampándose un bizcocho allá.
Para que nada faltase, vino también la cotorra, a quien Sola encontró más crecida, vino el loro que le pareció haber sufrido algún desperfecto en su casaca verde, y por último entraron también los perros en tropel, y se lanzaron a la cama aullando y lamiendo.
Los habitantes de Val de Rebollo ofrecían a unos y otros la poca hacienda que les quedaba, y en un instante las llamas de los hogares lamiendo las repletas panzas de ollas y peroles, iluminaron las habitaciones, despidiendo por puertas y ventanas tanta claridad que el lugar, alegrado al mismo tiempo por las voces, gritos y cantorrios, parecía celebrar una fiesta.
Una perrilla que estava en mis faldas, que devía de tener sed, sintiendo ruydo de agua, saltó dellas y, lamiendo de lo que en el suelo cayó, me dixo su muerte en el peligro que estava mi vida, porque la hize abrir y hallé que traía veneno.
En el patio grande, abajo de los sauces, ardían los fogones lamiendo la carne de los asadores.
Un río apacible de linfas transparentes y serenas que no es impetuoso más que en las crecientes del tiempo de lluvias, divide el pueblo y el bosque, atravesando la plaza, lamiendo dulcemente aquellos cármenes y dejándose robar sus aguas por numerosos apantles que las dispersan en todas direcciones.
Rodaba la luna sobre la violácea cresta de una nube, las veredas a trechos, bajo la luz lunar, diríanse cubiertas de planchas de zinc, los charcos centelleaban profundidades de plata muerta, y con atorbellinado zumbido corría el agua, lamiendo los cordones de granito.
Al norte, bajo la presión del desbordamiento, el mar verde cedía dulcemente, trazaba una gran curva lamiendo el bosque, y derivaba lentamente hacia el sur, succionado por la veloz corriente.
Pero hasta entonces llovía sereno y a plomo, gustaba ver aquellos chorros infinitos cayendo rápidos, sonoros e incesantes, como gusta y entretiene en el silencio de la noche la llama del hogar lamiendo las negras paredes de la chimenea.
lamiendo, lebrel tímido, los bordes de tu manto,.
Quien haya visto el mar después de un temporal deshecho, tenderse en la playa, rumoroso y ondulante, lamiendo manso lo que antes azotó iracundo, y trocados en arrullos sus bramidos, tendrá una idea del estado de don Juan de Prezanes, horas después de la borrasca que el lector presenció.
ellas lamiendo a la canal las tejas,.
Era en la parroquia de San Isidro, un templo severo, grande, el recinto estaba casi en tinieblas, tinieblas como reflejadas y multiplicadas por los paños negros que cubrían altares, columnas y paredes, sólo allá, en el tabernáculo, brillaban pálidos algunos cirios largos y estrechos, lamiendo casi con la llama los pies del Cristo, que goteaban sangre, el sudor pintado reflejaba la luz con tonos de tristeza.
Dicho esto, metió la caña a estribor, con lo cual, presentando el ''Flash'' mayor superficie al viento, recibió mayor impulso de él, y el festón espumoso que andaba lamiendo por fuera el carel de babor, le echó unas cuantas lengüetadas por adentro.
Dueño y señor ya de ellas y comenzando a orientarme, reparé que la cocina era enorme, y que sus negras paredes relucían como si fueran de azabache bruñido, que la lumbre, cuyos penachos de llamas subían lamiendo los llares recubiertos de espesos copos de hollín, hasta rebasar de la ancha campana de la chimenea, estaba arrimada a un poyo con bovedilla, que era la jornía o cenicero, sobre una espaciosa y embaldosada meseta, en uno de cuyos bordes de empedernida madera, y a menos de un pie de altura sobre el suelo general, apoyaba yo los míos, que a mi sillón, grande y con brazales derechos, seguían, hasta cerrar todo el perímetro de la meseta, bancos y escabeles de madera desnuda y muy brillante por el uso, lo mismo que el sillón, y que este hogar ocupaba la cabecera más abrigada de la cocina.
El que no engorda comiendo, no engorda lamiendo.
La vela se extinguía ya: la llamita volteaba a todos lados lamiendo el borde de la palmatoria.
de perro viejo royendo lo presente y lamiendo lo pasado, remiso en sus acciones, tímido en.

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