Ejemplos con lóbrega

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La historia está basada en un rocker, llegó a anunciar Townshend en un concierto, indicando que la ópera representa un retorno a los eventos vividos por Jimmy en los días previos, permitiéndole introducirse en la lóbrega situación en la que se encuentra al final de la historia.
Fuera de aquella cáscara de piedra reinaba la noche, una noche lóbrega, de profundo misterio.
Unos milímetros menos, y se perdían en el agua lóbrega poblada de caimanes.
La lluvia iba rayando con leves arañazos de luz la lóbrega pizarra de la noche.
Lucía, a su vez, comparaba su casa de León, antigua, maciza, y lóbrega, con aquella vivienda, donde todo era flamante y gentil, desde los encerados relucientes pisos hasta las cortinas de cretona azul rameadas de campanillas rosa.
Empujó las hojas y hallose en una gran pieza lóbrega a la sazón, que no era sino el comedor, y por tener cubiertos los muros de una imitación del antiguo cuero cordobés, parecía harto más sombría, ayudando a ello los altos aparadores de roble esculpido, y sitiales de lo mismo.
La tormenta mortal para los hombres sólo contraía la epidermis marina, mientras la masa profunda de sus aguas permanecía en lóbrega calma, para cumplir la gran función de amamantar y renovar los seres.
¿Cómo aquella señora augusta, soberana de remotos países de magnificencia y de ensueño, había venido a dejar sus huesos en una lóbrega capilla de Valencia, dentro de un arcón semejante a los que guardaban retazos y cachivaches en los desvanes del notario?.
Y aunque alguien la viese y el buque se detuviera, volviendo sobre su marcha, resultaría difícil encontrar un pequeño cuerpo flotante en esta lóbrega inmensidad que parecía de tinta.
Ya no va vestida de negro, con el rosario en la empuñadura de la espada, como en otros siglos, pero por dentro sigue de luto y su alma es lóbrega y fiera.
Por la puerta abierta y lóbrega llegaba como un lejano susurro la respiración cansada de la familia, todos caídos, como muertos de la batalla con el dolor.
Mi hermana y yo, enlazaditas del brazo, obligadas a llevar el paso presuroso de aquellas bestias con humana figura, rezábamos, todo el camino lo pasamos rezando, hasta que al amanecer de Dios, amanecer más triste que la más negra noche, entrábamos por la plaza de Oñate, y caíamos muertas de cansancio en las baldosas de la casa de Ayuntamiento, en una cuadra lóbrega, donde nos encerraron como a fieras dañinas.
¡Oh! cuando comparo mi actual libertad, mi ancho vivir, el inmenso teatro de mis operaciones, mi temprana experiencia, mi alma descubierta y templada como un piano en noche de concierto, mis atrevimientos, mis ambiciones y mis desdenes, con aquel rapazuelo que tocaba la zambomba hace quince años en un rincón de Andalucía, sonríome por fuera, y hasta lanzo una carcajada, que considero de buen tono, mientras que mi solitario corazón destila en su lóbrega caverna, procurando que no la vea nadie, una lágrima pura de infinita melancolía.
A la derecha, en la prolongación de aquella cuadra lóbrega, un sicario manchado de sangre daba garrote a las aves.
En días de gran venta, cuando había muchas señoras en la tienda y los dependientes desplegaban sobre el mostrador centenares de pañuelos, la lóbrega tienda semejaba un jardín.
La imaginación es en aquellas cabezas una cavidad lóbrega y fría donde jamás entra un rayo de luz ni resuena un eco melodioso.
Sin embargo, los franceses, ansiando tomar la ofensiva, con ánimo de aterrarnos, acometieron a una columna de la vanguardia que se destacaba para ocupar una altura, y la lóbrega noche se iluminó con relampagueo horroroso, que interrumpiéndose luego, volvió a encenderse al poco rato en la misma dirección.
Habitaba en una casa lóbrega y escondida de la calle de la Chapinería, y sólo le acompañaba Alifonso, porque don Frutos había sido encargado de cierta comisión que se sabrá después.
Pero a Lázaro antojábasele un sombrío edificio, gigantesco sepulcro de vivos, de altísimas y negras paredes, de gruesos e inaccesibles torreones, con un gran foso lleno de aguas cenagosas y verdes, con largas filas de mazmorras, de las cuales la más lóbrega y subterránea era la suya.
Y haciendo una reverencia a su amo, se les quitó delante, cuya ausencia fué para Avendaño lo que suele ser al caminante ponerse el sol y sobrevenir la noche lóbrega y escura: con todo esto salió a dar cuenta a Carriazo de lo que habia visto y de lo que dejaba negociado.
Es una sala subterránea, lóbrega y profunda, sostenida por filas de columnas dobles, débilmente iluminada por unas lucanas abiertas en el techo y cerrada por fuertes puertas de hierro como si su destino hubiera sido el servir de calabozo.
Con esto nos fuimos más abajo, y antes de entrar por una puerta muy chica y lóbrega, me dijo:.
Esta es una encrucijada lóbrega, constituida por una pared de la iglesia con varias rejas tapiadas, por la Casa del Ayuntamiento con sus balcones volados y su gran portón coronado por el escudo de la villa, y por un caserón enorme en cuyo bajo se halla instalado el almacén de Azpillaga.
Comenzaba el crepúsculo, y por la ventana se veía cerca la selva ya lóbrega.
Nada más tranquilo que aquella naturaleza lóbrega y meditabunda.
Creyó que la vista de aquel nido de amores y la voluptuosa noche eran lo que le excitaba, y huyó de la ventana, moviéndose a ciegas en su lóbrega habitación.
¡Aire, frescura! Y en el silencio de la lóbrega habitación sonó un chapoteo de agua removida, los suspiros de desahogo del pobre cura al sentir la glacial caricia en su abrasada piel.
A él, a don Claudio, le había confiado sus cuitas, para pedirle informes, si podía dárselos, algo de luz clara con que guiarse en la lóbrega sima en que había caído tan de repente, porque no podía contarse con lo que espontáneamente declarara Nieves entonces, ni convenía apurarla más en el estado de exaltación en que se hallaba.
Verdad era que San Vicente estaba convertido en cuartel y dentro de sus muros retumbaba la indiscreta voz de la corneta, profanación constante del sagrado silencio secular, del convento ampuloso y plateresco de las Clarisas había hecho el Estado un edificio para toda clase de oficinas, y en cuanto a San Benito era lóbrega prisión de mal seguros delincuentes.
Su madre era una carga, pero él la adoraba, sin ella la negrura de su viudez le parecería mucho más lóbrega, tristísima.

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