Ejemplos con jeme

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Podría no ser todo esto rigurosamente «correcto», pero a mí me resultaba muy entretenido. Enseguida, vuelta a repetirme la hija lo que ya me había dicho, y también la madre, y también el Cura y don Pedro Nolasco y cuantas personas habían hecho en Tablanca conversación conmigo: que «aqueyu» no era Madrid, que se me vendrían los montes encima, y que avezado a tratar con señorones mundanos, y puede que con marqueses y con príncipes, los aldeanos de Tablanca habían de parecerme «jabatus», pero que si miraba bien por las dos caras uno y otro... ¡ay, y cómo se alegrarían ellas y todos los allí presentes y los vecinos del valle de punta a cabo, y hasta las estrellitas del cielo, de que viera yo las cosas como podían y debían de verse! Porque el pobre don Celso estaba ya para poco, y en acabándose él... En fin, lo de costumbre... Por aquí se coló don Pedro Nolasco con un himno «cañoneado» a la madre Naturaleza, y un juicio comparativo sobre la paz de la aldea y los laberintos de la ciudad. Porque había de saber yo que también él había corrido el mundo en sus mocedaes... Le llamó entonces a Madrid un pariente que tenía por allá, y como se veía robusto y fuerte, acudió a la llamada. Cogiéronle en la corte tiempos azarosos y de peligro por las agonías de la «francesada», y habiéndole salido en Valencia una colocación que pareció a su tío muy de aprovecharse, aceptóla de buena gana. Estaba ella en las afueras de la ciudad, y en un lavadero de lanas de los señores Botifora y Compañía, los mismos que rezaban en el bando que me había relatado de memoria el zumbón de su pariente Celso. Si en Madrid no se había «jallau, por la secura y el anchor del territoriu» en Valencia se «jalló» menos, con un sol que le «ajogaba» en verano y un hablar de gentes que no parecía de cristianos. Soñaba día y noche con las praderas y las montañas de su tierra, y antes de enfermarse de un «cordial» que le matara, volvióse a ella más que de paso, a los dos años no cumplidos de haberla dejado por tentaciones del enemigo malo. Hallóse en Tablanca como rey en sus palacios, y se había guardado muy bien, desde entonces hasta la fecha, «de sacar una pata» medio jeme fuera de su término municipal... Ochenta y cuatro años contaba a la sazón, sin saber lo que era un mal dolor de tripas. Había tenido dos mujeres, diez hijos y veintidós nietos. Una gran parte de ellos andaba años hacía por el otro mundo, rodaba por éste, y no muy lejos, la mayor de los vivos, y a la vista tenía yo lo único que le quedaba en Tablanca: poco, pero bueno, eso sí, para recreo de su vejez. Había qué comer en su casa, y salud y buen apetito para comerlo. En recta justicia, ¿qué más había de pedirle a Dios, si no era la merced de una buena muerte?
Lo mismo las garras, cortaban por donde caía y dejaban en las patas un jeme de cuero, de cuero que se vendía al peso, parecía nada, pero buena plata era la que se iba a la larga, sí, como quien no quería la cosa.
Aquí él, abriendo un jeme de boca de los del gigante Goliat, habiendo hecho la salva a.
-Calle usted, comadre- añadía un lego del convento, mozo de cara abotargada, con un costurón de más en el jeme y algunos dientes de menos-.
Dispuso este virrey, bajo pena de cárcel y multa, que nadie pintase cruz en sitio donde pudiera ser pisada, que todos se arrodillasen al toque de oraciones, y escogió para padrino de uno de sus hijos al cocinero del convento de San Francisco, que era un negro con un jeme de jeta y fama de santidad.
Por supuesto, que desde ese día se hizo llamar don Pedro de Bustinza, y tosió fuerte, y habló gordo, y se empinó un jeme, y no permitió que ni Cristo padre le apease el tratamiento.
-Pues dígole a vuesa merced -contestó con sorna el corregidor- que antes que tal vea, tendrán la vara dos negros con un jeme de jeta.
En efecto, la máquina principió a funcionar, pero las bombas resultaron de escasa potencia, y el agua en la mina inundada no mermaba un jeme.

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