Ejemplos con insectos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las calles de la Marina eran nauseabundas, un olor infecto se escapaba de las casas, en el arroyo zumbaban enjambres de insectos, saltando de los charcos al sonar los pasos de un transeúnte.
Zumbaban en el ambiente los enjambres de insectos.
El sol hacía crujir las cortezas de los árboles y estallar las simientes olvidadas a flor de tierra, danzaban como chispas de oro los insectos zumbadores en las barras de luz que perforaban el follaje, caían con blando chapoteo, de tarde en tarde, los higos maduros despegándose de las ramas, sonaba a lo lejos el arrullo del mar, batiendo las rocas al pie de la muralla, y en esta calma poblada de murmullos seguía Febrer disparando pistoletazos.
Los periódicos siempre le nombraban así: Nuestro prelado, el sabio naturalista, de fama universal, que ha descubierto tantos insectos.
Y el diario republicano ponía invariablemente esta glosa: Si nuestro prelado, en lugar de descubrir tantos insectos, hubiera descubierto un buen insecticida, se lo agradecería más la Humanidad y la Ciencia y ostentaría una fama mejor conquistada.
Tú que eres un sabio naturalista, ¿qué me dices de la virginidad de los insectos? ¿Qué me dices de la virginidad del ? ¿No se llama así?.
No se trata de insectos, sino de cristianos.
¡Ay, Facundo! Tú, como vives en las Batuecas, no te has enterado de que el mismo valor tiene la virginidad entre cristianos que entre insectos.
Había vivido algunos años en las islas Filipinas, y allí se había granjeado reputación de sabio entomólogo y se le atribuía el descubrimiento de varias familias de insectos: la , mosca como la de aquí, sólo que reside en el archipiélago magallánico, el , especie de mosquito de trompetilla, , hormiga que pica, y otras bestezuelas domésticas.
El silencio hacía renacer el murmullo de la hojarasca, el zumbido de los insectos, la respiración veraniega del suelo ardiente de sol, todos los ruidos de la Naturaleza, que parecía haberse contraído temerosamente bajo el peso de los hombres en armas.
La calma nocturna se iba poblando de zumbidos de insectos y cloqueos de ranas.
Tenía el revólver, arma que lograba ocultar como esconden el aguijón ciertos insectos, sin saberse nunca con certeza de dónde volvía a surgir.
Las aves y los insectos rara vez van más allá en sus vuelos.
Luego, en los meses de estío, huían a sus casas de la montaña los guardianes de las ruinas, los jornaleros de las excavaciones, cediendo el campo a los reptiles é insectos de los campos pantanosos.
Había arrostrado el viaje por un océano de llanuras desiertas que se iba dilatando así como avanzaba la expedición, había dormido en ranchos cuyos techos derramaban insectos sanguinarios, había pasado a caballo por remolinos de tierra que la sacaban de la silla, había sufrido el tormento de la sed y del hambre en un extravío de ruta y pasado las noches a la intemperie, sin otra cama que el poncho y los arreos de la cabalgadura.
La ciudad muerta no tenía otros ruidos que el aleteo de los insectos sobre las plantas, que empezaba a vestir la primavera, y el correteo invisible de los reptiles bajo las capas de hiedra.
Abajo, las cuadrillas de mineros, atacando el muro de mineral con picos y palancas, semejaban bandas de insectos.
Poco a poco envolvíales la alegría de la naturaleza, cómplice de las dulzuras del amor, el canturreo del agua desgranándose en el tazón de una fuente, el crujido de los troncos al estallar sus cortezas a impulsos de la savia, el lento murmullo de las hojas moviéndose solemnemente en el espacio caldeada, entre nubes de insectos que brillaban al sol como un chisporroteo de oro.
Los insectos llamados tejedores rayaban con sus patas inquietas esta clara superficie.
Sobre la mesa aparecían las doradas naranjas de terso cutis, el de Alberique, con miga porosa, la corteza obscura y barnizada y el vértice nevado, y las bandejas de dulce seco, confitería indígena, sólida y empalagosa: peras verdosas con la dureza del azúcar petrificado, limoncillos de las monjas de Sagunto, trozos de melón, yemas envueltas en rizados moñetes de papel, todo destilando azúcar y atrayendo a los insectos que revoloteaban en torno de la luz.
Silbaban las serpientes entre los matorrales del camino, zumbaban mil insectos entre las hierbas, y el ruido del aguacero se aproximaba rápido y pavoroso.
Por el balcón, abierto de par en par, llegaban hasta mí, en alas de la brisa, los rumores del río, el susurro de los árboles, el zumbido de los insectos, el silbido de los reptiles, la voz vibrante de alado trovador.
Gabriela observaba atentamente el magnífico espectáculo de la puesta del sol, prestando atento oído a los ruidos del campo, a los rumores del río, a los zumbidos extraños con que los insectos saludan el advenimiento de la noche, yo, recostado en el tronco de aquel árbol gigantesco, no apartaba los ojos de la encantadora señorita.
No así con otros, había declarado la guerra a las palomas y a las gallinas, se entretenía en atormentar los insectos que caían en sus manos, y de ellas no escapaban con vida ni mayales ni mariposas.
Silbaban los insectos nocturnos en lo más escondido de los follajes, los floripondios, mecidos por el viento, columpiaban pesadamente sus campanas de raso, el huele de noche no tenía aromas, y el agua corría silenciosa por el sumidero del pilón.
El aire se poblará de aves, de insectos y de átomos bulliciosos.
El horror que iba a verificarse parecíame, desde tan lejos, un juego de niños, una danza de muñecos movidos por resortes, una lucha de insectos sobre la superficie de un lago.
Sacó los insectos con el dedo meñique, y su amiga le criticó esta acción, llamándole sucio y tratándole con cierta sequedad.
Atravesaron impávidos el abismo y penetraron en la sala, que al menos poseía un piso clavado, aunque en muchos sitios roto y en todos casi reducido a polvo sutil por el taladro de los insectos.
Hallábanse, pues, solos y gustosísimos los pájaros, las bestiecillas montaraces y los reptiles é insectos que lo habitan, todos ellos doblemente regocijados y juguetones a la sazon, con motivo de haberse dignado subir a aquellas alturas, a pasar unos dias en su compaña, la hermosa y galante Primavera.

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