Ejemplos con inextricables

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A pesar de hallarse bien avezada a descifrar los caóticos, inextricables sonidos, que salían de su boca en todas ocasiones, por esta vez no comprendió la orden que le daba.
Entonces Ferpierre volvía a medir las probabilidades, a ahondar las presunciones, a rehacer la tarea de todos aquellos días, deteniéndose ya en una, ya en otra hipótesis, reconociendo una vez más las inextricables dificultades del caso.
El secreto está en la continuidad, en eso que la intuicion sensible nos presenta tan claro como la base de las representaciones de la imaginacion, y que sin embargo enreda al entendimiento con lazos inextricables.
Cuando el futuro padre vio aquellos pliegos en que se aludía al próximo alumbramiento de su mujer, y se aludía con misteriosas oscuridades, que no eran contestación a nada de lo que él había escrito, y más parecían malicias inextricables, sintió hasta repugnancia moral, y cortó por lo sano.
Así salvó lo restante, que empezaba a ser enredado poco a poco en las mallas inextricables del préstamo usurario.
Águilas y buitres cerniéndose sobre aquellas carnicerías espantosas, picachos desgajándose por sí propios para consumar la obra exterminadora de los valientes mesnaderos de los señores godos de Cantabria, cuevas sin fin, oscuras, de enormes antros, fríos y viscosos, repletos de moros y romanos descuartizados y hediondos, bosques inextricables en que se perdían la senda y la respiración, rocas tajadas sobre abismos insondables, gemidos de agonía entre gritos desaforados de libertad, valles risueños inundados de luz, danzas, cánticos y juegos en sus praderas rozagantes, y paz y abundancia en sus hogares rústicos, después, la nube negra cargada de rayos y pedriscos, pasando sobre ello empujada por el soplo de los hombres malos, arrasándolo todo, haciendo estériles los campos fecundos y trocando en odios y en guerras implacables y continuas, el amor y la paz que antes reinaban entre sus habitadores.
Pero el mozo se arreglaba mal con las situaciones complejas y con los caminos enmarañados, quería, aunque fuera escabroso, suelo firme y luz para caminar, considerábase a oscuras y en una senda erizada de obstáculos inextricables, no podía retroceder, porque la vehemencia misma de sus deseos le había cortado la retirada, y entrose por derecho, resuelto a llegar pronto adonde se viera claro y se pisara en firme.
Quiero decir, antes que nos extraviemos entre sutiles metafísicas, que aún me parecen más inextricables que los laberintos de la botánica, que Luz, con su equilibrio de agentes íntimos, no era un reló que andaba bien, ni una soñadora que bebía vinagre y suspiraba por «el reposo de la tumba», sino una mujer de carne y hueso, con muy pocas ambiciones y muy apaciguados deseos, porque había en los ojos de su imaginación unas lentes que le presentaban los objetos exteriores con un colorido sumamente dulce y a una luz suave y tranquila, como la de un crepúsculo de otoño.
Cierto es que sufrieron muchas fatigas y privaciones: el calor, los insectos, la fiebre, los esteros inmensos, anegados, intransitables, la selva virgen, impenetrable, con sus árboles seculares ligados entre sí por inextricables lianas, los ríos indómitos, que después de correr como torrentes impetuosos, se extienden de repente, y cortan el paso, inmovilizados, en vez de facilitarlo, obstáculos, en vez de caminos, y, por todas partes, los peligros de la selva, los indios, las fieras y las alimañas.
La verdad es que, con independencia de la índole de las pesquisas que mi amigo emprendía, había en su magistral manera de abarcar las situaciones, y en su razonar agudo e incisivo, un algo que convertía para mí en un placer el estudio de su sistema de trabajo, y el seguirle en los métodos, rápidos y sutiles, con que desenredaba los misterios más inextricables.
¡Oh los costados y el espaldar, el hombro y el frontal del jugador! De nuevo, y con más óptima elocuencia, repitiese ante mis ojos y ante mi alma, el espectáculo extraordinario, la desviación anatómica, la polarización de toda la voluntad que doma y sojuzga, entraba y dirige los más inextricables designios de la fatalidad.
Después, bajo moriches inextricables, improvisamos un refugio.

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