Ejemplos con indocta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Eso es lo que muchos llaman el palacio de la reina Juana ¡Error, señores míos! ¡Ignorancia de la gente indocta! Este es el palacio de , y doña Ana Carafa fué una gran señora napolitana, mujer del duque, de Medina, virrey español, que construyó el palacio para ella y no pudo acabarlo.
Pero la extremeña era absolutamente indocta en aquellas materias, y no sabía más sino que el orador sus razones.
-Rafaela Hermosilla -replicó Centurión alardeando de entereza-, un patriota honrado, un hombre de principios, no teme las coces de la plebe indocta.
O'Lean le decía sin rebozo que admirar tales mamarrachos era darse patente de indocta y campesina, y le ponderaba los cuadros históricos o religiosos de Madrazo y Ribera.
No carecía de habilidad empírica, teníale el Rey por un sabio, y puso en sus manos la asistencia de los heridos de su ejército: fue de los enviados desde Durango a la cura de Zumalacárregui, que resultó indocta, tardía, funesta.
El reverendo había logrado apoderarse de tal modo del ánimo de su sencilla e indocta amiga, que ésta no daba una puntada en la calceta sin previa consulta, ni echaba tres migas al gato sin resolución anticipada del padre Corchón.
En el corte se notaba la mano industriosa, pero indocta, de la necesidad, en el calzado dominaba el charol marchito, cuando no con grietas, los guantes denunciaban, a larga distancia, muchos restregones de miga y alguna jabonadura: abundaban las cadenas de similor, y no escaseaba la pedrería falsa.
Pero Juan Bou las había sublimado en su mente indocta, convirtiéndolas en una fórmula de brutal egoísmo.
El reverendo había logrado apoderarse de tal modo del ánimo de su sencilla e indocta amiga, que ésta no daba una puntada en la calceta sin previa consulta, ni echaba tres migas al gato sin resolución anticipada del padre Corchón.
¡Ahí sería nada si los metiesen en un bote con trampa en el fondo, y bajo pretexto de conducirlos al castillo de San Andrés, los dejasen hundirse bonitamente en mitad de la bahía! ¡Pues no digo si los trincasen, y en la revuelta de un camino, alegando que habían intentado desatarse, les escalfasen los sesos de una descarga! Lo que más color daba a estos recelos, lo que los elevó a pánico, fueron unos anónimos sombríos y preñados de amenazas, cerrados con migas de pan y escritos por mano indocta, que rezaban así: «Muerciélagos: encomendad vuestras almas a Dios, llegó vuestra última hora.
Una mojiganga insustancial, hilvanada en veinticuatro horas para entretener a un público infantil, y una composición detenidamente escrita con fines artísticos y morales, no deben ser condenadas con un solo gesto de grotesco desdén, y una crítica indocta y vacía.

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