Ejemplos con incomodó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ninguno de los temas convencionales lo incomodó.
El holandés no sólo no se incomodó, sino que dió excusas al marinero, que, a su vez, pidió mil perdones por su torpeza.
Como yo soltase, al oír esto, una risa burlesca, se incomodó el hombre, y creyéndose en la tribuna de la Sinagoga, clamó con voces predicantes: Con culpaste, desvergonzaste y ficiste fealdad.
No se incomodó al oírlo, antes bien mostrose conforme con el despojo, asegurando que a su intención caritativa se habían anticipado los ladrones.
Mucho me incomodó la orden de que Donata no hiciera el viaje en la tartana donde yo iba.
¡Oh! Jacobo se incomodó esta vez de veras, porque jamás le habían refregado por la cara una verdad tan áspera.
¡Lo que le estaba pasando hacía más de tres meses! Si aquello era para volver loco al más pintado, primero le incomodó, diole después rabia, y al presente, ahora, en aquel momento le espantaba, ¡vamos, que le espantaba, que le ponía los pelos de punta!.
Bueno, pero ¿crees tú que fue pamema o que se incomodó de veras?.
Mucho se incomodó el regente al enterarse de esto, y con desusada seriedad y calor hubo de negar lo que su amigo contara de.
Fortunata y Feliciana no comprendieron, pero Rubín se puso encarnado y se incomodó mucho, porque aplicar tales vocablos a personas dispuestas a unirse en santo vínculo le parecía una falta de respeto, una grosería y una cochinada, sí señor, una cochinada Mas se calló por no armar camorra ni quitar a la reunión sus tonos de circunspección y formalidad.
Esto fue ya lo primero que mortificó a Agesilao, a quien incomodó además el orgullo y vanidad de aquel Egipcio, mas fuele preciso sufrirlo, y con él se embarcó contra los Fenicios, teniendo que obedecerle y aguantarle, muy contra lo que pedían su dignidad y su carácter, hasta que se le presentó ocasión.
Llegado el caso de que lo oyese, el filósofo habló en general de la virtud y trató después largamente de la fortaleza, para probar que los tiranos de todo tienen más que de fuertes, y como, convirtiendo luego su discurso a la justicia, hiciese ver que sólo es vida feliz la de los justos, y la de los injustos infeliz y miserable, no pudo ya el tirano aguantar aquellos discursos, creyéndose reprendido, y se incomodó con los que se hallaban presentes, porque le oían con admiración y se mostraban encantados de su doctrina.
Había comprado Antonio la casa de Pompeyo, que había sido puesta a subasta, y porque se le pedía el precio se incomodó, llegando a decir que por esta causa no había tomado parte en la expedición de César al África, pues veía que no se daba la debida retribución a sus primeras hazañas y victorias.
Incomodó esto sobremanera al Senado, y levantándose Pompeyo, dijo que era vecino de Tiberio, y por esta razón sabía que Eudemo de Pérgamo le había entregado la diadema y la púrpura del rey, como teniendo por cierto que había de reinar en Roma, y Quinto Metelo le echó en cara que cuando su padre, siendo censor, volvía a casa después de cenar, los ciudadanos que le acompañaban apagaban las luces, para que no pareciera que se habían detenido en diversiones y francachelas más de lo regular, y a él por la noche le iban alumbrando los más atrevidos y más miserables de la plebe.
Lo que es para tapar la boca a los enemigos y calumniadores de Catón, pudieron bastar los de la servidumbre del rey que vinieron a Roma, así, por otro lado es por donde es te suceso incomodó a Catón, pues no se había esmerado en las cuentas para acreditar su fidelidad, sino que quería dejar a los demás, un ejemplo de exactitud, y la fortuna lo castigó.
Acontecimiento que incomodó vivamente a Pompeyo, y considerando que en muchas cosas se vería desairado sí no tenía a Catón por amigo, envió a llamar a Munacio, que lo era de éste, y teniendo Catón dos sobrinas, casaderas, pidió la mayor para sí y la menor para su hijo, aunque dicen algunos que la petición no fue de sobrinas, sino de hijas de Catón.
Solamente se incomodó consigo mismo por no haber creído a Nearco, y de resultas pasó mucho tiempo o acampado fuera de Babilonia o navegando por el Éufrates.
Clito, ya demasiado caliente con el vino, y que de suyo era pronto e insolente, se incomodó, diciendo no ser del caso que entre bárbaros y enemigos se tratara de afrentar a unos Macedonios que valían harto más que los que de ellos se burlaban, aunque hubiesen sido desgraciados.
Generalmente se tacha a Parmenión de haber andado desidioso e inactivo en esta batalla, bien fuera porque la edad le hubiese disminuido los bríos, o bien porque, como dice Calístenes, le causase disgusto y envidia el alto grado de violencia y entonamiento a que había llegado el poder de Alejandro, el cual, aunque se incomodó con aquella llamada, no manifestó lo cierto a los soldados, sino que, como si se contuviera de la matanza por ser ya de noche, hizo la señal de retirada, y marchando adonde se decía que había riesgo, recibió aviso en el camino de que enteramente habían sido vencidos y huían los enemigos.
Vio desde cierta distancia delante de la puerta gran número de hombres vestidos de blanco, y a los lados del camino, a una parte jóvenes y a otra muchachos, con entera separación, de lo que se incomodó, creyendo que aquello se hacía en honor y obsequio suyo, cuando estaba bien distante de apetecerlo.
Pero hubo de acabársele la overa, y la gallina dejó de poner, y su ama se incomodó tanto, que dejó de darla trigo, diciendo:.
Enviado Tito de embajador a Prusias de parte del Senado para otros negocios, viendo allí detenido a Aníbal, se incomodó de que todavía viviese, y por más que Prusias le rogó y pidió por un hombre miserable que era su amigo, nada pudo alcanzar.
En las marchas caminaba a pie, llevando sus armas, sólo le seguía un sirviente, que llevaba lo que habían de comer, con el cual no se incomodó nunca, ni le riñó por el modo de disponerle la comida o la cena, sino que a veces echaba también mano y le ayudaba en estos ministerios después de fenecidos los de la milicia.
Hacían esta propuesta con la intención, o de humillar a Marcio si contra su carácter deponía la altivez, o de encender más la ira contra él si usaba de su genio, que era lo que más esperaban y en lo que ciertamente no se engañaron: porque se presentó como para defenderse, y la plebe le prestó una reposaba atención, mas luego que ante unos hombres que aguardaban un lenguaje sumiso empezó, no sólo a usar de un desenfado chocante y de una acusación más chocante todavía que el desenfado, sino que aun en el tono de voz y en todo su continente dio muestras de un desahogo que no distaba mucho del desdén y del desprecio, la plebe se incomodó y se le veía que le era muy molesto aquel discurso, y de los tribunos, Sicinio, que era el más pronto y arrebatado, habiendo conferenciado brevemente con sus colegas y publicando que Marcio era condenado a muerte por los tribunos, ordenó a los prefectos que, llevándole a la roca Tarpeya, le arrojasen inmediatamente al barranco que está al pie de ella.
Asociando con el dictador para tan importantes negocios a Minucio, pensaron abatir y humillar a aquel, en lo que dieron muestras de conocer muy poco su carácter, porque no miraba como desgracia suya aquella ceguedad, sino que, al modo que Diógenes el sabio, diciéndole uno: “Éstos te escarnecen”, respondió: “Pues yo no soy escarnecido”, teniendo por dignos solamente de burla a los que se acobardan y turban con tales cosas, así también Fabio no se dio por sentido ni se incomodó por sí con aquella determinación, contribuyendo a demostrar lo que opinan algunos filósofos: que el varón recto y bueno no puede ser afrentado ni deshonrado.
En la Acaya, que era aliada, tomó soldados para las galeras, y, pasando con la escuadra más allá del Aqueloo al continente que está de la otra parte, recorrió la Acarnania, encerró a los Eníadas dentro de sus murallas, y después de talado y saqueado el país dio la vuelta a casa: habiéndose acreditado de temible para con los enemigos, y de tan feliz como activo para con los ciudadanos, pues ni aun de aquellos tropiezos que penden de la fortuna incomodó ninguno a los que con él militaron.
Era Pericles uno de los acusadores, elegido por el pueblo, y habiéndosele presentado Elpinice en clase de suplicante, sonriéndose le respondió: “Vieja estás, Elpinice, vieja estás para salir adelante con tales asuntos”, mas con todo, sola una vez se levantó a hablar, no más que por cumplir con su nombramiento, y luego se retiró, habiendo sido de los acusadores el que menos incomodó a Cimón.
Llegó Remo a entender el engaño, y se incomodó, por lo que, estando ya Rómulo abriendo en derredor la zanja por donde había de levantarse el muro, comenzó a insultarle y a estorbar la obra, y habiéndose propasado últimamente a saltar por encima de ella, herido, según unos, por el mismo Rómulo, y según otros por Céler, uno de sus amigos, quedó muerto en el mismo sitio.
Incomodó esto a Teseo, y no queriendo desentenderse de lo que era justo para entrar a la parte con los ciudadanos en aquel infortunio, voluntariamente se presentó, sin ser sorteado.
Voy a referir un incidente extraño y singular que en aquellos ataques contra el campo de Darío aprovechó mucho a los persas, y a los escitas les incomodó sobremanera.

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