Ejemplos con hambrientos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los perros Servino y Dulce mueren al ser atacados por lobos hambrientos y el mono Corazón Alegre fallece de pulmonía.
semidesfallecidos, hambrientos, enfermos y heridos.
Ragnar es condenado a morir arrojado a un pozo lleno de lobos hambrientos, y este pide a Eric que le deje morir con la espada en mano, única forma de que pueda alcanzar el Wallahla, el paraíso de los vikingos.
Siempre usando pesadas botas, látigo y pistola, entre otros actos Irma era conocida por lanzar furiosos perros hambrientos encima de los presos para devorarlos, asesinar internos a tiros a sangre fría, torturas a niños, abusos sexuales y palizas sádicas con látigo trenzado hasta provocar la muerte de las víctimas.
El reino de los pretas, también conocido como el reino de los espíritus hambrientos se basa en el estado de ser posesivo y en el deseo.
Tales medidas han contribuido a acentuar, mas que a resolverlos, los conflictos entre las fuerzas económicas y entre los distintos grupos sociales, los que habitan desde siempre en la ciudad y los que llegan hambrientos de trabajo a las fábricas.
Los títulos de crédito incluyen numerosas fotos de víctimas civiles de la guerra, ahorcados, hambrientos, en campos de concentración, y una cita final de Bertolt Brecht, de su obra La resistible ascención de Arturo U:.
Cuando los Yumu, Pindupi, Ngali, o Nambutji estaban hambrientos, se comían a los pequeños sin motivos ceremoniales o animísticos.
En el lugar, el auto de la familia se queda atascado entre la maleza y unos leones hambrientos comienzan a rodearlo, encerrando a la familia en el auto hasta que se hace de noche.
Al verse estafados, decidieron regresar caminando a Las Lomitas, a donde llegaron agotados, hambrientos y enfermos.
Esto podría ser apelado por los puristas del ajedrez pero no para el espectador casual o para los periodistas hambrientos de emoción y lucha.
Después del desembarco-naufragio del yate expedicionario Granma, Fidel se queda con un grupo de hombres dispersos en la Sierra Maestra, hambrientos, mal armados y aterrorizados.
De repente todos en la sala la miran con ojos hambrientos con excepción de Carlisle, quien la cura y le hace unos puntos en el brazo.
Pues si le dice usted a cualquiera de esos estudiantillos hambrientos que yo soy zapatero y autor dramático, se reirán.
El paguro nacía con la parte posterior desprovista de coraza: un excelente bocado, tierno y sabroso, para los peces hambrientos.
Creyó asistir a una fiesta de marineros hambrientos, ansiosos de resarcirse de un golpe de todas las privaciones anteriores.
Martí fue en New York, y en el período de diez años, dependiente de una casa de comercio en la cual llevaba los libros de contabilidad y contestaba la correspondencia, redactor de , el gran diario americano, corresponsal de varios periódicos de la América Latina, para los cuales escribía kilométricas epístolas, verdaderos estudios filosóficos y literarios de asuntos y hombres de los Estados Unidos, traductor de la casa editora Appleton , redactor de , y el , Director de , revista exclusivamente para niños, a los que amaba entrañablemente, profesor en La Liga , la Sociedad de los necesitados de cariño y hambrientos de sabiduría, representante de tres naciones, Uruguay, Paraguay y la Argentina, en la gran plaza norteamericana, y alma en pie siempre, para responder a todo llamamiento cubano, bien fuera para remediar miserias o para mitigar dolores.
Nació en plena corrupción colonial, cuando era Cuba mártir, el vertedero de todo lo podrido, el refugio de todos los estorbos, de todos los hambrientos y desocupados de España, cuando era nuestra tierra, el criadero de una milicia viciosa y enfermiza, robada a la Agricultura y a la Industria de su país, cuando era esta ciudad, jardín de América hoy, corral blando y holgado de Capitanes Generales infecundos, logreros e imperiosos, cuando la bandera roja y gualda flotaba sobre nuestra casa y a su sombra los cubanos estaban condenados a perpetua cobardía y los españoles autorizados para enriquecerse y engordar sus vicios insolentes, cuando el criollo moría en la miseria y el peninsular paseaba satisfecho en el carruaje comprado con el oro que manaba del crimen, cuando había más cárceles que escuelas, y el látigo infamante chasqueaba sobre las espaldas de los hombres de una raza tan necesitada de justicia como la nuestra, cuando el cubano que no se sometía a servir de celestino al pisaverde madrileño que lo solicitara, iba a purgar su osadía en el presidio, cuando el talento de los nativos dormía echado bajo la bota del déspota ceñudo, y la capa torera sobre los hombros y la cinta de hule en el sombrero, eran los únicos pasaportes de honor y las únicas cédulas de vida, verdaderas.
¡Entrad conmigo todos! ¡Mis verdaderos hijos sois vosotros! ¡Ayudadme para que pueda saciar vuestra hambre de pan y vuestra sed de justicia! ¡Ayudadme como hijos! ¡Ayudadme como animales hambrientos, como arcángeles o como demonios! ¡Rabiad, ovejas!.
Era el prisionero de su buena suerte: se movía entre rejas de oro, en un aislamiento de ave bien cebada, que ve el espacio libre por donde revolotean libres los pájaros hambrientos sin poder ir con ellos.
El pan se amontonaba detrás del mostrador, al amparo de los dueños, como si éstos temiesen los hurtos de los parroquianos o una súbita acometida de los hambrientos que pululaban afuera.
Él no había presenciado los combates, pero como si los hubiera visto, después de escuchar su relato tantas veces a los viejos del país y a muchos de los contratistas que eran entonces aldeanos hambrientos y, por inconsciencia juvenil, por no enfadar al cura de su anteiglesia, habían tomado las armas en defensa del Señor y los Fueros.
Los reyes, impulsados por el orgullo español y por las pretensiones heredadas de los cesares germánicos, acometían la loca aventura de dominar toda Europa, sin más base que una nación de siete millones de habitantes y unos tercios mal pagados y hambrientos.
Pero todas las plazas estaban ocupadas, sólo la muerte podía abrir huecos, y eran muchos los hambrientos que aguardaban la ocasión, alegando derechos de familia.
Alarmáronse los parciales del Gobierno, y el señor Fernández Gallego, que entre los curiosos andaba agazapado, frunció el acento circunflejo que sobre la nariz tenía, a la vista de aquella nube de bárbaros hambrientos que salían de los bosques talados de la Revolución y amenazaban invadir las fértiles llanuras del presupuesto, que ellos solos cultivaban.
Los viajeros llegaron a las cuatro y media a la gran capital, apeándose en la , hambrientos y malhumorados.
Dejen, pues, las almas pías ese rincón de para esos pobres hambrientos, a quienes hay que alimentar por sorpresa con la santa doctrina de Cristo, que muy superior a la caridad que consiste en dar es la que consiste en comprender y soportar las humanas flaquezas.
Unos fachendas , hambrientos de figurar, deseosos de meterse en una esfera superior a la suya, aunque se pongan en ridículo.
En verdad, señor nuestramo, que si esto que nos ha sucedido hoy se puede llamar aventura, ella ha sido de las más suaves y dulces que en todo el discurso de nuestra peregrinación nos ha sucedido: della habemos salido sin palos y sobresalto alguno, ni hemos echado mano a las espadas, ni hemos batido la tierra con los cuerpos, ni quedamos hambrientos.
Son hembra y macho, el macho va en esta jaula primera, y la hembra en la de atrás, y ahora van hambrientos porque no han comido hoy, y así, vuesa merced se desvíe, que es menester llegar presto donde les demos de comer.

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