Ejemplos con hambrón

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pues no se las arregles si no las paga por adelantado, es un hambrón, que no tiene ni para sardinasrezongó Xuantipa, recobrando su habitual rostro torvo, de Euménide.
Quién hincaba el diente en el novio, hambrón madrileño, con mucho aparato y sin un ochavo, venido allí a salir de apuros con las onzas del señor Joaquín.
Además podía dispensarse hasta cierto punto que don Rosendo Belinchón, don Rudesindo, Alvaro Peña y don Rufo, todos hombres que significaban algo en la villa, se despachasen a su gusto ¡pero aquel petate! ¡aquel hambrón!.
Parecía que les faltaba tiempo para llamar al uno feo, al otro hambrón, al de más allá envidioso, a éste bruto, a aquél farfantón.
Sospeché que el español de que me hablaba era espía, o algún perdulario hambrón que viene so color de renegar para que le demos de comer.
Desaparecen los municipios libres, sus defensores suben al cadalso en Castilla y en Valencia, el español abandona el arado y el telar para correr el mundo con el arcabuz al hombro, las milicias ciudadanas se transforman en tercios que se baten en toda Europa sin saber por qué ni para qué, las ciudades industriosas descienden a ser aldeas, las iglesias se tornan conventos, el clérigo popular y tolerante se convierte en fraile, que copia, por imitación servil, el fanatismo germánico, los campos quedan yermos por falta de brazos, sueñan los pobres con hacerse ricos en el saqueo de una ciudad enemiga, y abandonan el trabajo, la burguesía industriosa se convierte en plantel de covachuelistas y golillas, abandonando el comercio como ocupación vil, propia de herejes, y los ejércitos mercenarios de España, tan invictos y gloriosos como desarrapados, sin más paga que el robo y en continua sublevación contra los jefes, infestan nuestro país con un hampa miserable, de la que salen el espadachín, el pordiosero con trabuco, el salteador de caminos, el santero andante, el hidalgo hambrón y todos los personajes que después recogió la novela picaresca.
¿No era tristísimo que una niña tan bella, dueña de un capital no menos bonito, fuese pescada por un aristócrata madrileño, que quizás era un silbante, un hambrón, un mala cabeza? Cierto que Aurora tenía clavado muy en lo hondo el dardo de aquella pasión, y no era prudente arrancárselo tirando de él muy fuerte: lo mejor sería que el tal D.
Gabriel, ¿eres tú traidor también? ¿Estás vendido a los franceses, como ese regidorcillo hambrón? Dime que sí y verás.
-Y el tuyo lo veo yo clarito también: holgazanear, mirar a las estrellas cuando las hay, taconear por las calles para llamar la atención de las costureras que pasan, no tener qué comer y ser toda la vida un señoritico cañihueco y hambrón.
-Si creerán que me dejo acoquinar por un sopista hambrón -dijo la guerrillera apartándose del grupo y tomando una actitud tan académica como amenazadora-.
¿Cómo quieres, hambrón, que te socorra?.
¿Qué era aquello, Dios misericordioso? ¿Desvariaba? ¿Le ofrecían realmente un duro, a él, al Expósito, al hambrón? Desde las siete, al otro día, rondó la barraca misteriosa, donde se criaban douros de argento.
Sospeché que el español de que me hablaba Mazaltob era espía, o algún perdulario hambrón que viene so color de renegar para que le demos de comer.

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