Ejemplos con hablábamos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Si decimos que es una máquina capaz de realizar cálculos no únicamente matemáticos, que los elementos de los que hablábamos deben estar conectados de forma que se puedan comunicar entre ellos, entonces nos estamos acercando a la esencia de la computadora.
Incluso algunos ex compañeros del Gato en el club Colón sostienen: Nunca hablábamos delante de él, ni siquiera de dinero, porque sabíamos que lo contaba todo a los dirigentes.
de esta tendencia magníficamente realista son sus dos últimas obras: un autorretrato admirable y La vieja del rosario , excelente obra que figura en mi colección colocada frente al Mendigo , soberbio cuadro, su mejor cuadro a mi juicio que aún conserva la influencia de García Ramos, y en ellos- que nadie diría son del mismo autor se puede estudiar perfectamente la evolución de que anteriormente hablábamos.
Me hice gran amigo de Maurice Ravel y hablábamos en euskera.
Mis amiguitos y yo fingíamos que hablábamos como ellos: Ano hambito es chincon.
Lo mismo Visita que yo nos hallamos tan contentos y nos parece tan bien esa boda que precisamente en este momento hablábamos de ella con alegría y nos felicitábamos de que.
Hablábamos y reíamos, pero yo en el fondo iba absorto en mi felicidad, gozando de la hermosura del día, del silencio interrumpido por el ruído del mar, de los perfumes de la tierra en otoño.
Nos habíamos sentado y no hablábamos.
Corrió un momento, para ella de perfecto olvido de lo que hablábamos, supongo, y de sombría angustia para mí.
No señor, hablábamos de cosas serias, de cosas de allá.
Hablábamos de negociosdijo Isidro con repentina gravedad y una expresión de misterio, de un gran negocio que llevamos entre manos.
Hablábamos de los gallegos como de un pueblo bárbaro que hubiese conquistado nuestro país cuando ya estaba constituido y en plena civilización, retrasando su progreso, por lo cual lo habíamos expulsado gloriosamente después de tres siglos de tiranía De hombre continué en la misma ignorancia.
Hablábamos de esto medio dormidos ella y yo, por lo cual quedó en mi cerebro aquella conversación como cosa de incierta realidad, tocando en la frontera de lo mentiroso y fantástico.
Pasado un rato, cuando el cura, la y yo hablábamos de los asuntos públicos, reapareció con bayetas calientes para defender del frío las piernas y pies de su amado señor.
Mientras la joven disponía las flores, fiados en que las tías no podían escucharnos y en que señora Juana había salido, hablábamos de nuestro amor.
Un día que hablábamos de eso salió diciéndome: Sí, señora, ¿por qué no? Y es muy capaz de ser un modelo de hermanas de la Caridad, lo mismo para enseñar a los niños, que para cuidar a los enfermos.
Hablábamos tan bajo que nos decíamos las palabras en el oído.
Hablábamos de amores, nombraba yo la casa y la familia de Inés, y él, volviéndose taciturno, mudaba la conversación.
Al día siguiente no hallé tampoco quien me llevase a Madrid, pero deseando vivamente saber de Inés y curioso por oír de sus propios labios si era verdad o mentira la bienaventuranza que le habían ofrecido los Requejos, determiné marcharme a pie, lo cual, si no era muy cómodo, era más barato: don Celestino y yo hablábamos de esto, cuando Lopito entró a buscarme.
Sentados en nuestros asientos el cura y yo nos hablábamos en voz baja.
Quedé admirado deste nuevo accidente, hasta allí jamás en ella visto, porque siempre nos hablábamos, las veces que la buena fortuna y mi diligencia lo concedía, con todo regocijo y contento, sin mezclar en nuestras pláticas lágrimas, suspiros, celos, sospechas o temores.
Es la misma cosa, Sócrates, de que antes hablábamos.
Ocupémonos sin pérdida de tiempo de las cosas de que ha poco hablábamos y con cuya verdadera existencia hemos estado siempre conformes en nuestras preguntas y respuestas.
Hablábamos de las leguas que todavía teníamos que hacer para llegar a Leubucó, discurriendo sobre si seguiríamos por el camino de Carrilobo, que pasa por los toldos del cacique Ramón, o por el de la derecha, que pasa por la lagunita de Calcumuleu, que debíamos encontrar por momentos, cuando avistamos dos indios ocultos en un pliegue del terreno.
Mientras el capitanejo y yo hablábamos, varios indios, particularmente uno chileno, nos interrumpían con sus gritos, echándome encima el caballo y metiéndome, por decirlo así, las manos en la cara.
Como no había lenguaraz no hablábamos sino una que otra palabra.
Hablábamos quién sabe de qué: de repente oyóse un tropel de caballos.
Después, y mientras hablábamos con el tabernero, Neluco, que los tenía enfrente, me dio con el codo y me advirtió con la mirada que reparara en ellos.
Entró en la cocina Tona, algo tocada también de la murria inverniza, a trajinar en el fogón donde hablábamos mi tío y yo al calorcillo de la lumbre, y ya no pude preguntarle lo que tenía a la punta de la lengua, como exploración siquiera alrededor de la casta de aquel nuevo «punto» que me había puesto en gran curiosidad.

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