Ejemplos con gabarras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Actualmente se hace en gabarras fluviales.
Roran, habiendo dejado Carvahall junto con los aldeanos, llegó a Teirm después de haber hecho una parada en Narda para tomar unas gabarras.
Llegaron equipos en gabarras desde Inglaterra y Noruega hacia la zona del desastre.
Junto a ella se ubicaron una locomotora, una hélice de bronce originaria del crucero Canarias, y también una grúa a vapor que había faenado con las gabarras que trasladaban el carbón a los depósitos del Puerto.
El artista revolucionario Rosenthal y Maria Rosetti, quienes habían sido dejados en libertad y habían seguido a las gabarras caminando por la orilla, indicaron que los otomanos salieron de sus aguas jurisdiccionales y consiguieron persuadir al alcalde de Svini a para que desarmase a los guardias, quienes permitieron a los prisioneros que huyesen.
De ellos, un pequeño grupo fue transportado en gabarras desde Giurgiu hacia la ciudad controlada por Austria de Svini a, cerca del puerto de Orschowa.
Con la estructura fija de hierro, el tránsito fluvial río arriba, se limitó al paso exclusivo de gabarras y pequeñas embarcaciones a vapor.
Me hubiera gustado ser hijo de pescador, para corretear por las escolleras y jugar en los lanchones y gabarras.
Cuando no nos vigilaba nadie nos descolgábamos por las amarras y correteábamos por las gabarras y lanchones, y saltábamos de una barca a otra.
Las gabarras rematadas por colinas de hulla iban lentamente a situarse en los flancos de los buques.
Entre el muelle y el trasatlántico, un anchuroso espacio de bahía con gabarras chatas para el transporte del carbón abandonadas sobre su amarre y cabeceando en la soledad, vapores de diversas banderas, en torno de cuyos flancos agitábase el movimiento de la carga con chirridos de grúas y hormigueo de embarcaciones menores, veleros de carena verde, que parecían muertos, sin un hombre en la cubierta, tendiendo en el espacio los brazos esqueléticos de sus arboladuras, rugidos de sirenas anunciaban una partida próxima y otros rugidos avisaban desde el fondo del horizonte la inmediata llegada, banderas belgas que en lo alto de un mástil iban a las desembocaduras del Congo, proas inglesas que venían del Cabo o torcían el rumbo hacia las Antillas y el golfo de Méjico, buques de todas las nacionalidades que marchaban en línea recta hacia el Sur, en busca de las costas del Brasil y las repúblicas del Plata, cascos de cinco palos descansando en espera de órdenes, de vuelta de la China, el Indostán o Australia, vapores de pabellón tricolor en ruta hacia los puertos africanos de la Francia colonial, goletas españolas dedicadas al cabotaje del archipiélago canario y las escalas de Marruecos.
Eran lanchas de remo, barcas de vela, pequeños vaporcitos, robustas gabarras con montones de carbón.
Ahora eran fuertes gabarras las que flotaban junto a la nave.
Advertimos gran movimiento a bordo y en tierra, y continua comunicación de gente afanosa transportando enseres y vituallas, en chinchorros, gabarras y lanchas de vapor.
Triste es el día festivo, dígase lo que se quiera, en los puertos de mar, tristes el silencio y quietud de los muelles, las banderas izadas en los barcos sin ruido, los marineros endomingados, las embarcaciones menores, gabarras y botes, metidos todos juntos en estrecha dársena, y apretados unos contra otros dando cabezadas, como el rebaño dentro de las teleras.
Por el centro de la ría pasaban pequeños remolcadores tirando de un rosario de gabarras, balandros de cabotaje de las matrículas de la costa, navegando lentamente por miedo a las revueltas, vapores que rompían las aguas con imperceptible movimiento hasta pegarse al descargadero.
¿Y quién eres tú? Un chico de Olaveaga, criado en las gabarras de la ría.
Su padre apenas lo entendió, pero tenía fe en su hijo, le inspiraba respeto su gravedad, aquel pensamiento siempre reconcentrado y en función: y le entregó sus ahorros, vendió las gabarras y hasta la casa nueva que había construido imitando a las mejores de la villa y que era el asombro de Olaveaga.
¡Adiós las gabarras! Y descuidando un negocio cuya muerte veía próxima, tranquilo ante el porvenir, pues poseía una fortuna de la que se hablaba con asombro en el pueblo, no tuvo otra ocupación que cuidarse de Luisillo y admirar sus progresos.
Los buques se quedaban en el abra y las gabarras subían hasta la villa los cargamentos de bacalao y de maderas, necesitando, para esta conducción, de hombres expertos.
Adelantábamos a las largas hileras de gabarras de carga como si estuvieran paradas.
¡Ah! ya, es que ahora se estilan mulas para remolcar las gabarras.

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