Ejemplos con foción

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la paz impuesta por Antípatro, los atenienses se vieron obligados a aceptar una guarnición macedonia, así como la sustitución de la democracia por una oligarquía bajo el mando de Foción.
Leguía, por el Partido Democrático Reformista, Foción A.
Empero, es una realidad que el padrino y Presidente honorario fue Foción Mareátegui, quien aceptó de buena forma la invitación, ya que simpatizaba mucho con la práctica de los deportes.
Más allá de la falta de escritos, se reconoce como fundadores a Eleodoro Cucalón, Augusto Cucalón, Foción Mareátegui, Eduardo Pedreschi, Wilfredo Pedreschi, Carlos Pedreschi, Adolfo Pedreschi, Manuel Carvallo, Ismael Carvallo, Guillermo Carvallo, Julio Chacaltana, Manuel Arana, Antonio La Torre, José Carreño, Hipólito Venegas, Eduardo Méndez, Carlos Villarreal, Alberto Palomino, Antonio Palomino, Alberto López, Alberto La Torre, Luis Buitrón, José Paulet, Luis Litardo, Alberto Moncada, Julio Rivero, Cirilo Cárdenas, Faustino Justino Mendoza, entre otros.
” El mismo Demóstenes, que miraba con alto desprecio a los demás oradores, cuando se levantaba Foción solía decir en voz baja a sus amigos: “¡Ea! ya está ahí el hacha de mis discursos.
Ello es que los aliados y los habitantes de las islas a los enviados de Atenas, cuando otro general los conducía, los miraban como enemigos, reforzaban las murallas, barreaban las puertas e introducían del campo a las poblaciones los víveres, los esclavos, las mujeres y los niños, y si el general era Foción, salían coronados a recibirlos en sus propias naves, y alegres los llevaban a sus propias casas.
Pues en cuanto a Foción, por enemistad jamás hizo mal a nadie, ni a nadie tuvo por contrario, y sólo en lo preciso hizo frente a los que se le oponían en lo que por bien de la patria ejecutaba, siendo en tales casos áspero, inflexible e implacable, pero, fuera de esto, en el transcurso de su vida a todos se mostró benigno, compasivo y humano, hasta venir en auxilio de los de contrario partido, si en algo faltaban, y ponerse a su lado si estaban en peligro.
Había un tal Arquibíades, a quien se daba el mote de Laconista porque se había dejado crecer una larga barba, llevaba una mala capa a la espartana y tenía un aire tétrico y severo, en un alboroto que se movió en el Consejo, Foción apeló a éste para que le sirviera de testigo en lo que decía y lo ayudara, mas él, levantándose, no aconsejó sino lo que sabía que sería grato a los Atenienses, Foción entonces, asiéndole por la barba, “¿Pues por qué- le dijo-, oh Arquibíades, no te afeitas?” Aristogitón, el delator de las juntas públicas, estaba siempre por la guerra, e inflamaba al pueblo a emprenderla, pero cuando llegó el tiempo del alistamiento, se presentó con una muleta y con una pierna entrapajada, y apenas Foción lo vio a lo lejos, desde su escaño gritó al amanuense: “Escribe también a Aristogitón, cojo y malo”.
No querían litigar con los beocios por cierto territorio sin hacerles la guerra, y Foción les aconsejó que contendieran con palabras, en lo que eran superiores, y no con las armas, en lo que podían menos.
En circunstancias delicadas se irritó mucho el pueblo contra él, y pidiéndole las cuentas del ejército, “Salvaos antes, les dijo, oh miserables”, y como durante la guerra los viese abatidos y cobardes, y después de la paz mostrasen osadía y gritasen contra Foción, quejándose de que les había arrebatado la victoria, “No es poca vuestra fortuna- les dijo- en tener un general que os conoce, porque si no, ya hace tiempo que os habríais perdido”.
Pedían los Atenienses dinero para cierto sacrificio, y prestándose los demás a darlo, interpelado Foción muchas veces, “pedid- les dijo- a esos ricos, porque yo me avergonzaría de daros a vosotros no habiéndole dado a éste”, mostrándoles al banquero Calicles.
Así es que, habiéndose leído un oráculo de Delfos en el que se decía que estando de acuerdo todos los demás ciudadanos uno solo pensaba de distinto modo que la ciudad, se presentó Foción y dijo que no se molestaran, porque él era el que se buscaba, pues que a él solo no le agradaba nada de cuanto hacían: y en una ocasión, como habiendo expuesto ante el pueblo su dictamen encontrase aprobación y viese que todos, uniformemente, le admitían, se volvió sus amigos diciendo: “¡Si habré yo propuesto, sin advertirlo, algún desatino!”.
Porque es sabido que cuarenta y cinco veces tuvo mando, no habiéndose hallado ni una sola vez en las juntas de elección, sino siendo llamado y nombrado en su ausencia, tanto, que los de poco juicio se maravillaban de que el pueblo, siendo Foción el único que por lo común se le oponía, no diciendo ni haciendo nunca nada que pudiera complacerle, en las cosas de poca importancia hiciera caso como por burla de los demagogos más decidores y más huecos, a la manera que los reyes gustan, después de tomar el aguamanos, de oír a los aduladores y lisonjeros, y que cuando se trataba de dar el mando, siempre sobrio y solícito, empleaba al ciudadano más severo y prudente, y que era el único o a lo menos el que más contradecía sus deseos y proyectos.
de Foción? ¿Qué me importan las maldades.
Así, se cuenta de Foción que en cierta ocasión, estando ya lleno el teatro, se paseaba por la escena estando todo embebido dentro de sí mismo, y diciéndole uno de sus amigos: “Parece, oh Foción, que estás meditando”, le respondió: “Sí, medito qué es lo que podré quitar del discurso que voy a pronunciar a los Atenienses.
Por este término el lenguaje de Foción, siendo útil por las sentencias y saludables pensamientos, encerraba una concisión imperiosa, severa y algo picante: pues así como decía Zenón que el filósofo debía remojar su dicción en el juicio, a este mismo modo la dicción de Foción en pocas palabras mostraba gran sentido, y a esto parece que aludió Polieucto de Esfecia cuando dijo que Demóstenes era mejor orador, pero Foción más elocuente Porque así como la moneda a que se ha dado gran estimación pública tiene mucho valor en pequeño volumen, de la misma manera la verdadera elocuencia consiste en significar muchas cosas con pocas palabras.
Pues ninguno de los Atenienses vio fácilmente a Foción ni reír, ni lamentarse, ni lavarse en baño público, como escribió Duris, ni sacar la mano fuera de la capa en las pocas veces que usaba de ella: porque, así en los viajes como en el ejército, iba siempre descalzo y desnudo, a no ser que hiciera un frío excesivo e inaguantable, de manera que sus camaradas decían, burlándose, que era señal de un frío riguroso el ver a Foción arropado.
El linaje de Catón es cosa averiguada que era ilustre, como lo diremos después, y en cuanto al de Foción, sacamos por conjeturas que no sería del todo oscuro y abatido: pues a haber sido hijo de un cucharero, como dice Idomeneo, Glaucipo hijo de Hipérides, que en su discurso recogió y profirió contra él millares de millares de picardías, no habría omitido su bajo nacimiento, ni él tampoco habría podido tener una vida tan acomodada, ni recibir una educación tan liberal, hasta el punto de haber asistido, siendo muy joven, a la escuela de Platón, y después a la de Jenócrates, en la Academia, haciéndose emulador desde el principio de los que tenían más elevados pensamientos.
No estaba su patria próxima a perecer, como lo estaba ya la de Foción, aunque sí se hallaba agitada y conmovida de grandes tempestades, y sólo con echar mano de las velas y los cables al lado de los que eran más poderosos, separado del timón y del gobierno, sostuvo una gran lucha con la fortuna, la que al cabo triunfó y le enseñoreó de la república, pero no fue sino a duras penas, con lentitud, y pasado largo tiempo, y estuvo en muy poco el que ésta no se recuperara y volviera en sí, precisamente por Catón, y por la virtud de Catón, con la que compararemos la de Foción, como de dos varones justos y aventajados en la política, sin que por esto se entienda ser nuestro intento que se les tenga por del todo semejantes.
Porque en cuanto a Demades, él era verdaderamente el naufragio de la república, por haber vivido y gobernado tan indecentemente, que cuando ya era viejo decía en vituperio suyo Antípatro que a manera de sacrificio consumado no quedaba de él más que la lengua y el vientre, mientras que a la virtud de Foción, que fue puesta a prueba con el tiempo que le cupo, como con un enemigo poderoso y violento, los infortunios de la Grecia la marchitaron y deslucieron en punto a gloria.
Esta expresión, aunque bastante atrevida, podría parecer verdadera si se trasladase y aplicase al gobierno de Foción.
En general, más se incomodaba con los que no recibían sus beneficios que con los que le pedían, y a Foción le escribió una carta, en que le decía que no le tendría en adelante por amigo si desechaba sus favores.
Por eso Foción el Ateniense, que se había opuesto a los proyectos de Leóstenes, cuando apareció que éste había salido con ellos y vio a los Atenienses que hacían sacrificios y estaban muy hinchados con la victoria, dijo que bien quisiera que por él se hicieran aquellas demostraciones, pero que no mudaba de consejo: siendo aún más decisivo lo ocurrido con Arístides Locrio, uno de los amigos de Platón, el cual, habiéndole pedido Dionisio el mayor a una de sus hijas por mujer, respondió: “Más quisiera ver muerta a mi hija que casada con un tirano”, y después, habiendo hecho Dionisio al cabo de poco tiempo dar muerte a sus hijos, y preguntándole por insulto si estaba todavía en el mismo propósito en cuanto a la concesión de la hija, le contestó que, aunque sentía mucho lo sucedido, no se arrepentía de su anterior respuesta: mas estos rasgos quizás son de una virtud más elevada y más perfecta.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba