Ejemplos con existes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aunque la mayoría de los creyentes Bahá'ís siguen las enseñanzas de `Abdu'l-Bahá, existes ciertos grupos que contemplan a Muhammad `Alí como el verdadero heredero de Bahá'u'lláh.
Si no apareces en google no existes.
También existes otras bromas más pesadas como la de un hombre ahorcado, una novia fantasma, una niña fantasma, entre otras.
Estos instrumentos existes de dos principales tipos: El Prima estándar y los instrumentos de concierto.
No existes referencias de que se encuentre en áreas protegidas de Ecuador, pero pueden que se encuentren en la Reserva Etnica Awá.
Y cuando en climas remotosNuevos laureles conquistes,recuerda que tus devotos por donde quiera que existes te acompañan con sus votos,que es de México tu gloria,que tu genio aquí nació,que conserva tu memoriay sigue atento tu historiaque prez y orgullo te dio.
Si no existes, no puedes pensar.
Ese mismo año participaron el tributo a Soda Stereo, titulado Gracias totales, con una versión de la canción No existes.
Es un árbol en peligro de extinción del que existes pocos ejemplares.
Ya no existes, pobre hijo mío Una bala traidora ha agujereado tu pecho, y cuando empezabas a vivir, cuando todo el mundo te sonreía y tu madre vivía pendiente de tu sonrisa, tú tan noble, tan hermoso, tan valiente, ya no eres más que ceniza Dios que estás en los cielos, ¿por qué me dejas vivir sin mi Nanín?.
Que yo sepa que existes, que te vea alguna vez aunque me hayas olvidado, aunque pases indiferente como si no me conocieses.
- Déjame, déjame, oh ignoto público de la Posteridad, si en efecto existes y me lees, déjame que tome respiro y ataje los vuelos de mi pluma en esta parte de mis Memorias, pues tantas desdichas en ella se reúnen, que me será difícil transcribirlas con orden para que aparezcan en la serie aterradora con que me las ha deparado el Destino.
Tienes la cabeza llena de vapores, pero tan llena, Salvador, que no existes más que para la persona desconocida que te ha puesto de este modo.
¿Has dicho que no le pondrás en libertad? ¿Pues para qué existes, de qué sirves tú? ¿Esperas ganar con tu crueldad sanguinaria el favor de esos bárbaros inhumanos que han destruido la ciudad, fingiendo defenderla? ¡Para ti nada vale la vida del inocente ni la desolación de una huérfana! ¡Miserable y ambicioso egoísta, te aborrezco más de lo que te he querido! ¿Has pensado que podrías presentarte delante de mí con las manos manchadas en la sangre de mi padre? No, él no ha sido traidor.
Adiós, vete, no existes ya para mí.
¿Pero cómo Carlos IX, que no sabe que existes en el mundo, te envía un título de teniente?.
Un puñado de polvo, suspendido, por un soplo efímero, sobre el haz de la tierra, para volver, cuando el soplo acaba, a caer y disiparse en ella, un puñado de polvo: una débil y transitoria criatura, lleva dentro de sí la potencia original, la potencia emancipada y realenga, que no está presente ni en los encrespamientos de la mar, ni en la gravitación de la montaña, ni en el girar de los orbes, un puñado de polvo puede mirar a lo alto, y dirigiéndose al misterioso principio de las cosas, decirle: «Si existes como fuerza libre y consciente de tus obras, eres, como yo, una Voluntad: soy de tu raza, soy tu semejante, y si sólo existes como fuerza ciega y fatal, si el universo es una patrulla de esclavos que rondan en el espacio infinito teniendo por amo una sombra que se ignora a sí misma, entonces yo valgo mucho más que tú, y el nombre que te puse, devuélvemelo, porque no hay en la tierra ni en el cielo nada más grande que yo!».
No sólo no existes, sino que no puedes existir, porque serías la perfección.
Pero te digo y repito que tú no existes fuera de mí.
–Dudas no –le interrumpí–, certeza absoluta de que tú no existes fuera de mi producción novelesca.
–No, no existes más que como ente de ficción, no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía y de las de aquellos de mis lectores que lean el relato que de tus fingidas venturas y malandanzas he escrito yo, tú no eres más que un personaje de novela, o de nivola, o como quieras llamarle.
–Pues bien, la verdad es, querido Augusto –le dije con la más dulce de mis voces–, que no puedes matarte porque no estás vivo, y que no estás vivo, ni tampoco muerto, porque no existes.
Que no existes, existes, nos hemos de encontrar,.
Hoy existes solo en fantasma para atormentarme.
Zardes no existes, sólo vive en su imaginación la.
¡Completamente equivocada! Decirle esto a ella era lo mismo que decirle: «Tú no existes, tú eres una sombra, menos aún, un ente convencional».
–Pues opino que como tú no existes más que en mi fantasía, te lo repito, y como no debes ni puedes hacer sino lo que a mí me dé la gana, y como no me da la real gana de que te suicides, no te suicidarás.

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