Ejemplos con descalabros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las autoridades de Lima y el pueblo peruano ya habían sufrido bastantes descalabros con el alzamiento de Gonzalo Pizarro y no deseaban verse envueltos en más discordias fraternas, promovidas por los descontentos que seguían pensando en abolir las Leyes Nuevas y la Real Audiencia volvió a intentar cortar las aspiraciones del nuevo rebelde.
Como doña Rebeca era sólo usufructuaria del legado, hubo precisión de arreglarse con las rentas para hacer frente a la vida y remediar en la posible los pasados descalabros de la fortuna.
Apolonio no paraba atención en los descalabros económicos mientras su actividad pública, como gallero, le sirviera para ensanchar la nombradía, prefería la ruina y la inopia a la oscuridad.
Sí, amigo míodijo el personaje con tristeza, dos grandes descalabros en Morhange y en Charleroi, al Este y al Norte.
En vano los aviadores dejaban caer sobre la ciudad banderas alemanas con irónicos mensajes dando cuenta de los descalabros del ejército en retirada y de los fracasos de la ofensiva rusa.
El avance de los españoles, tras tantos descalabros, y su paso de un terreno a otro, no se explica sino por combinaciones astronómicas, mágicas y cabalísticas, cuyo secreto tienen aquellos Generales y que los nuestros no han podido penetrar.
Ni la paliza que el tal Moreno se ganó en Mendigorría, ni otros muchos descalabros que en acciones parciales sufrió, ni los odios que despertaba en el ejército, movieron a D.
A más de poner en circulación mañana y tarde las nuevas fresquecitas de descalabros cristinos, del pánico que reinaba en Madrid, de la figura de la Gobernadora, se había constituido en de todos los triduos, novenas, funciones mayores, rosarios y demás religiosos actos que en las iglesias y oratorios de Oñate se celebraban, para edificación de las almas y alimento de las esperanzas políticas.
No creo que este ejército pueda tener grandes descalabros, pero lo que está sucediendo en otras partes, causa en nuestras filas un efecto tristísimo.
Regresando, pues, sin tardanza, hizo entender al Senado que las anteriores derrotas y descalabros de los Cartagineses no habrían disminuido tanto su poder como su inadvertencia, y era de temer que no los hubiesen hecho más débiles, sino antes más inteligentes en las cosas de la guerra, pudiéndose mirar los combates con los Númidas como preludios de los que meditaban contra los Romanos, y, por fin, que la paz y los tratados eran un nombre que encubría sus disposiciones de guerra, mientras esperaban la oportunidad.
A todo esto, flotaba en el aire el nombre de «don Lope» pronunciado por muchas bocas, y con ello y lo que yo sabía por la historia de los descalabros de don Román en su pueblo, narrada minuciosamente por mi tío varias veces, di por conocido el personaje, y no me equivoqué, pues a los pocos momentos me lo trajo de la mano el señor Pérez de la Llosía y me dijo presentándole:.
La pulpería de don Juan Antonio Martínez, poéticamente denominada por su dueño: «La Nueva Esperanza», quizá en homenaje a anteriores descalabros, era la más acreditada de todas las casas de negocio brotadas a veinte leguas alrededor.
Ese algo es también un dicho, una exclamación de un humilde soldado, tres palabras, que proferidas en un momento supremo salvaron después de los descalabros de Torata y Moquegua los restos del ejército peruano.
El avance de los españoles, tras tantos descalabros, y su paso de un terreno a otro, no se explica sino por combinaciones astronómicas, mágicas y cabalísticas, cuyo secreto tienen aquellos Generales y que los nuestros no han podido penetrar.
A mí me han hecho como soy el trabajo, la soledad, la fiebre, la constancia, los descalabros, el miedo y el arrojo, el caballo y el libro mayor, la sierra de Monterrey, el río del Norte y la pútrida costa de Matamoros.
Los triunfos y los descalabros se compartían por igual.
Siendo ambos igualmente dados al amor, bebedores, belicosos, dadivosos, magníficos e insolentes, fueron también semejantes en los sucesos de fortuna, pues no sólo en vida consiguieron grandes victorias y tuvieron grandes descalabros, hicieron dilatadas conquistas, y las perdieron, y habiendo caído de un modo inesperado, por otro inesperado se levantaron, sino que perecieron también, el uno cautivo por sus enemigos y el otro estando muy próximo a que le sucediera lo mismo.
Después, cuando el espartano Agis hizo algunas novedades y mudanzas, dio él también algún paso, pero al punto cayó por no haber podido mover a los Atenienses, y también por haber muerto Agis y haber sufrido descalabros los Lacedemonios.
Sufrieron en este tiempo frecuentes descalabros los Espartanos, por tierra y por mar, el mayor de todos fue el de Tegiras, donde por la primera vez fueron vencidos y derrotados de poder a poder por los Tebanos.
Convienen con esto los mismos hechos: pues que habiendo sufrido la república en aquel tiempo muchos y grandes descalabros, en ninguno absolutamente tuvo parte, cuando en la Tracia fue vencida por los de Calcis, iban de generales Calíadas y Jenofonte, la derrota de Etolia se verificó siendo arconte Demóstenes, en Delio perdieron mil hombres mandando Hipócrates, y de la peste, la culpa se echó principalmente a Pericles, por haber encerrado en el recinto de la ciudad, a causa de la guerra, a todos los habitantes de la comarca, habiéndose aquella originado de la mudanza de aires y de género de vida.
Ni las grandes jugadas le entusiasmaban ostensiblemente, ni los descalabros le sacaban de su centro, por más que hicieran honda mella en su corazón.
Sin embargo, nosotros damos más crédito a Livio, César y Nepote, y de los Griegos al rey Juba, que refieren haber Marcelo derrotado y puesto en fuga algunas veces a las tropas de Aníbal, bien que estos descalabros no tuvieron nunca gran consecuencia, pareciendo que era una falsa caída la que experimentó el africano en estos encuentros.
Livio no confirma el que hubiese sido tan grande la derrota ni tanta la mortandad de los enemigos, pero sí conviene en que de resultas de esta acción adquirió Marcelo gran renombre, y a los Romanos se les infundió mucho aliento, como que no peleaban contra un enemigo invicto o irresistible, sino contra uno que ya, decían, estaba sujeto a descalabros.
De los Romanos, los varones propios para el mando y de opinión en las cosas de la guerra, los más habían muerto en las acciones, y en Fabio Máximo, que era el que gozaba de mayor autoridad por su justificación y su prudencia, culpaban el detenimiento en las determinaciones, para no arriesgarse a descalabros, notándole de inactivo e irresoluto.
Los primeros combates alternaron entre victorias y descalabros, sin que condujesen a un término seguro, mientras los cónsules Flaminio y Furio hacían la guerra con poderosos ejércitos a los Insubres, se vio que el río que atraviesa la campiña Picena corría teñido en sangre, y se dijo asimismo que hacia Arímino habían aparecido tres lunas.
El rey, sin embargo, tuvo más en cuenta este hecho aislado que el comportamiento decoroso de toda la orden y, por otra parte, el deseo de reparar con sus bienes los descalabros de la corona, y de acallar con ellos la codicia de sus ricos hombres acabaron de inclinar la balanza de su ánimo en contra de tan ilustre milicia.
Y ahora me digo, con todos los cosquilleos mortificantes que siguen por ley ineludible de la pícara naturaleza humana a las heridas del amor propio en semejantes descalabros: «¿no tenía yo bastante con lo visto y observado desde que llegué de Madrid para conocer que estaba en lo cuerdo mi padre dándome el consejo que me daba? ¿No se acomodaba ese consejo en todo y por todo a mi modo de pensar? ¿No habíamos convenido los dos en que aún estaba yo a tiempo de hacer una retirada, ya que no muy honrosa, con apariencias de ello, siquiera? ¿No se veía y se palpaba que el arreglito ventajoso de que te hablé desde Madrid no era otra cosa que la caída del estúpido Brezales en el lazo tendido por mi padre a sus vanidades de aceitero rico y sin pizca de educación? ¿No estaba bien a las claras, en la misma actitud azorada y risible de ese zopenco delante de nosotros en cuanto llegamos de Madrid, que se veía solo y desamparado de toda su familia en el negocio que había formalizado con la mía? ¿No declaraban a voces esa soledad y ese abandono la extraña enfermedad de Irene, y las caras de sobresalto, y la sospechosa conducta con nosotros, y particularmente conmigo en la última visita que las hice, de la trastuela de su hermana y de la tarasca de su madre? Pues sabiendo todo esto, ¿qué necesidad tenía yo de agravar mi situación con lo que ayer me ha sucedido? ¿Qué podía decirme Irene de nuevo en la conversación que yo quería tener con ella? Lo único que, para castigo de mi temeridad, me faltaba conocer, -digo mal, comprobar, porque temores de ello, demasiados tenía yo: que no solamente era extraña a los proyectos malogrados, sino que estos proyectos le parecían de mala casta, como si sospechara que eran una explotación innoble de la simplicidad estúpida de su padre por la destreza cortesana del mío.
De otro modo, no hubiera ganado para sustos, contrariedades y descalabros, porque el mozo, en este particular, siempre fue curioso y decidido.
Esto se corrió por Cumbrales a la hora de calmarse el viento, y fortuna fue que se tomara por cierta la noticia, pues con la indignación que produjo en el lugar, se mató la pesadumbre que cada cual sentía por los recientes descalabros.
También me han dicho que el amor no podía caber bajo una mala ropa, ¡lo mismo que si el amor tuviese frío!, y por eso hoy, que tengo ropa nueva, he querido desquitarme de mis antiguos descalabros amando a un tiempo a tantas mujeres como hubiera ido amando por turno en mi pasada y triste juventud.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba