Ejemplos con derrota

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Había sonrisas a su lado que valían media elección, y gestos y caras y, sobre todo, antecedentes que, cuando menos, le garantizaban una lucha a muerte y una derrota gloriosa.
El último cómputo que se hizo dejaba muy dudoso el éxito de la lucha, y tener duda en tales casos, equivale a una derrota segura.
Don Celso concluía su carta diciendo que había que decidirse o por la derrota o por transigir con el Gobierno.
Yo le contesto aquello de , y le aseguro que saldrá con las manos en la cabeza si sigue jugando, y le amenazo con que su derrota será mayor cuando esté casado, pero el insolente, atrevido, no me cobra miedo, y cierra los ojos, y arremete, y se casa.
A todos los admiradores de don Ramón les había alcanzado la derrota, pero quien más sufría era el señor Cuadros, que de un golpe veía desaparecer todas las ganancias de su vida de bolsista.
¿Qué gran general no sufre una derrota? Él era soldado fiel de don Ramón y le seguía a ciegas, convencido de que con un hombre así, de tropezón en tropezón, más tarde o más temprano se llegaba a la victoria.
Cuadros, a quien la derrota había privado de fuerzas para discutir su pretendida infalibilidad en jugadas de Bolsa, contestaba afirmativamente al viejo y parecía aceptar todos sus consejos, mas no por esto se hallaba menos decidido a seguir a su grande hombre, sosteniéndose a la baja, como medio seguro de conquistar los soñados millones.
Basilio, quien al fin, en el barullo de la derrota, arrojó lejos de sí aquel marcador de sus argumentos.
En la desesperación de su inevitable derrota, encontró aún la dama otro argumento.
Encogióse de hombros el señorito, calculando que acaso Primitivo se proponía ocultar en el soto la vergüenza de su derrota.
Aquí llegaban de su plática, y el auditorio, que se componía, además del abad de Naya, del de Boán y del señorito de Limioso, guardaba el silencio de la humillación y la derrota.
Desde la derrota, se desmejoró más de lo que estaba, y creció su abatimiento físico y moral.
Tuvieron siempre a la vista una hilera de colinas, que empezando por el Cerrito Colorado siguen la direccion de la derrota, acercándose o alejándose, que en el pais llaman , porque es lo que mas se eleva en el terreno de estas vecinas campañas, sin que por eso se excedan de la altura del Cerrito Colorado.
Por la tarde se reconocieron las Lagunas del Moro que son cinco, y en tiempo, de aguas se unen: son las mejores aguadas que se han hallado en toda la derrota de que se ha hecho relacion.
Este sitio y toda el caminado este dia, como ya se anota arriba, es a propósito para establecimientos, no solo por los terrenos propios para todo, sino tambien por la multitud de lagunas mencionadas, y otras que hay en la derrota que se ha seguido, y el Salado.
Se principió la derrota por terrenos doblados como el dia anterior, y llevando a la vista abundancia de charcos y lagunas, entre las cuales, las nombradas de la y son muy a propòsito para colocar algun fuerte ò fortin, especialmente la última que tiene cerca hácia el E una lomada que domina mucho terreno.
Se comenzó la derrota por terreno horizontal, siguiendo la mayor parte del camino por la orilla del Salado: se anduvo por bañados y no se vieron lagunas: à estos terrenos por su flojedad llaman en el pais.
Aprobaron la idea, mas sin embargo dijo Pinaso, que el pensamiento del Ilustre Ayuntamiento de Buenos Aires y de los hacendados era situar la frontera en la derrota que se habia seguido, y que dudaba se hallasen sitios tan buenos como los que habian andado, en la paralela que el Comandante deseaba se reconociese.
Seis dias navegaron los dos navíos con próspero viento, siguiendo la derrota de las islas Terceras, paraje donde nunca faltan o naves portuguesas de las Indias orientales, o algunas derrotadas de las occidentales.
Finalmente, con parecer del conde mi pariente, y del de los religiosos, despues de quince dias que estuvimos escondidos en el monesterio, mi camarada en hábito de fraile con otro fraile se fué la vuelta de Aragon, con intencion de pasarse a Italia, y desde allí a Flándes, hasta ver en qué paraba el caso: yo quise dividir y apartar nuestra fortuna, y que no corriese nuestra suerte por una misma derrota: seguí otro camino diferente del suyo, y en hábito de mozo de fraile, a pié salí con un religioso que me dejó en Talavera, desde allí a aquí he venido solo y fuera de camino, hasta que anoche llegué a este encinar, donde me ha sucedido lo que habeis visto: y si pregunté por el camino de la Peña de Francia, fué por responder algo a lo que se me preguntaba, que en verdad que no sé dónde cae la Peña de Francia, puesto que sé que está mas arriba de Salamanca.
Hizo Sancho costal de su gabán, y, recogiendo todo lo que pudo y cupo en el talego, cargó su jumento, y luego acudió a las voces de su amo y ayudó a sacar al señor bachiller de la opresión de la mula, y, poniéndole encima della, le dio la hacha, y don Quijote le dijo que siguiese la derrota de sus compañeros, a quien de su parte pidiese perdón del agravio, que no había sido en su mano dejar de haberle hecho.
Si así es dijo el cura, por la mitad de mi pueblo hemos de pasar, y de allí tomará vuestra merced la derrota de Cartagena, donde se podrá embarcar con la buena ventura, y si hay viento próspero, mar tranquilo y sin borrasca, en poco menos de nueve años se podrá estar a vista de la gran laguna Meona, digo, Meótides, que está poco más de cien jornadas más acá del reino de vuestra grandeza.
Pero, a causa de soplar un poco el viento tramontana y estar la mar algo picada, no fue posible seguir la derrota de Mallorca, y fuenos forzoso dejarnos ir tierra a tierra la vuelta de Orán, no sin mucha pesadumbre nuestra, por no ser descubiertos del lugar de Sargel, que en aquella costa cae sesenta millas de Argel.
Entramos en el bajel, dímosles las gracias por el bien que nos hacían, mostrándonos más agradecidos que quejosos, ellos se hicieron a lo largo, siguiendo la derrota del estrecho, nosotros, sin mirar a otro norte que a la tierra que se nos mostraba delante, nos dimos tanta priesa a bogar que al poner del sol estábamos tan cerca que bien pudiéramos, a nuestro parecer, llegar antes que fuera muy noche, pero, por no parecer en aquella noche la luna y el cielo mostrarse escuro, y por ignorar el paraje en que estábamos, no nos pareció cosa segura embestir en tierra, como a muchos de nosotros les parecía, diciendo que diésemos en ella, aunque fuese en unas peñas y lejos de poblado, porque así aseguraríamos el temor que de razón se debía tener que por allí anduviesen bajeles de cosarios de Tetuán, los cuales anochecen en Berbería y amanecen en las costas de España, y hacen de ordinario presa, y se vuelven a dormir a sus casas.
Ensilló Sancho a Rocinante y aderezó al rucio, proveyó sus alforjas, a las cuales acompañaron las del primo, asimismo bien proveídas, y, encomendándose a Dios y despediéndose de todos, se pusieron en camino, tomando la derrota de la famosa cueva de Montesinos.
Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había tomado en su primer viaje, que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque, por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban.
Cuatro días estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don Diego, al cabo de los cuales le pidió licencia para irse, diciéndole que le agradecía la merced y buen tratamiento que en su casa había recebido, pero que, por no parecer bien que los caballeros andantes se den muchas horas a ocio y al regalo, se quería ir a cumplir con su oficio, buscando las aventuras, de quien tenía noticia que aquella tierra abundaba, donde esperaba entretener el tiempo hasta que llegase el día de las justas de Zaragoza, que era el de su derecha derrota, y que primero había de entrar en la cueva de Montesinos, de quien tantas y tan admirables cosas en aquellos contornos se contaban, sabiendo e inquiriendo asimismo el nacimiento y verdaderos manantiales de las siete lagunas llamadas comúnmente de Ruidera.

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