Ejemplos con comprendí

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Inmediatamente comprendí que era una chapucería.
Además comprendí la disciplina de trabajo que necesita un grupo musical para salir adelante.
comprendí que sólo podía agradecerles escribiendo en su homenaje una obra religiosa, pero no sabía aún cómo realizarla.
Pero reflexioné, oré y comprendí que yo no estaría seguro de lograr siempre la voluntad de Dios más que practicando la obediencia religiosa.
Pero yo comprendí que mi cuerpo puede guardar silencio.
¡Pero si yo no me burlo de vosotros, querido Pep! ¡Si todo es verdad! Entérate de una vez: soy pretendiente de Margalida, como el , como ese antipático, como todos los muchachos que acuden a tu cocina para cortejarla La otra noche me presenté porque ya no podía sufrir más, porque comprendí de pronto la causa de las tristezas que me vienen afligiendo, porque quiero a Margalida, y me casaré con ella, si ella me acepta.
Dentro de pocos días estarás sano Yo te quiero mucho más que antes porque al verte caer comprendí de una vez hasta dónde habías entrado en mi corazón Y mi hermanoañadió bajando los ojos y ruborizándosequiere adelantar la fecha de nuestro matrimonio.
Yo comprendí que era el momento preciso de retirarme con disimulo, y giré furtivamente sobre mis talones, cuando oí que don Guillén, con acento entre alarmado y severo, me decía:.
Comprendí que me ponía pálido como un muerto.
Te vi por casualidad, y por azar también, y sin que de mí dependiese, estuve a tu lado algún tiempo, respiré tu aliento, y sin querer sin querer comprendí que.
Tú, por tu parte, también te veías forzado a esperar, y buscabas en mi persona un recreo agradable Un día comprendí que me interesabas verdaderamente, como ningún otro hombre me había interesado Adiviné que iba a amarte.
supondrá, lo que verdaderamente valían las órdenes religiosas en México, comprendí, con dolor, que habían acabado ya los bellos tiempos en que el convento era el plantel de heroicos misioneros que a riesgo de su vida se lanzaban a regiones remotas a llevar con la palabra cristiana la luz de la civilización, y en que el fraile era el apóstol laborioso que iba a la misión lejana a ceñirse la corona de las victorias evangélicas, reduciendo al cristianismo a los pueblos salvajes, o la del martirio, en cumplimiento de los preceptos de Jesús.
En la iglesia de aquel pueblecillo afortunado, y en presencia de aquel cura virtuoso y esclarecido, comprendí de súbito que lo que yo había creído difícil, largo y peligroso, no era sino fácil, breve y seguro, siempre que un clero ilustrado viniese en ayuda del gobernante.
Desde que fuí capaz de entender ciertas cosas, comprendí que el matadero no debía estar donde hoy está.
Calló, inclinó la cabeza meditabundo, me pareció escuchar el ruido estruendoso de las armas en la manigua, y comprendí que aquel hombre era algo más que tribuno, algo más que genio: ¡era la Libertad!.
Sólo una vez me dijo: Qué amable es el señor Vérod, ¿no es cierto? Yo comprendí que su compañía, su amistad le eran muy gratas, por más que a veces evitase el encontrarse con él.
Cuando usted la conoció, cuando comprendí que ella comenzaba a amarle, mi pecho se dilató de gozo.
Y aunque no la comprendí, por un momento me sentí deslumbrado por su luz.
Jamás, mientras vivió, comprendí la hermosura de su alma.
Comprendí que iba a matarle, que se iba a perder sin remedio.
Cuando usted me habló de ella, cuando me dijo usted cuáles eran las preciosas y raras dotes de su persona y de su corazón, comprendí que en ella se encarnaba la aspiración de mi juventud, que esa era la hermana que jamás he podido consolarme de no encontrar a mi lado en las horas de alegría como en las de tristeza.
Me sentí desalentado y triste, comprendí que aquel amor que poco a poco iba apoderándose de mi alma, era un delirio, una locura que me arrastraba hacia la ingratitud y la infidelidad.
Resistí, lloré, sollocé pero ¡en vano! Era yo una chiquitina de siete años, y, sin embargo, comprendí lo que pasaba: que no volvería a ver a mi madre.
A mí me dio mucha cólera eso, porque comprendí que sólo por averiguar y saber la verdad habían venido.
Angelina no le rehusó, pero comprendí que le aceptaba por compromiso.
Entonces comprendí toda la abnegación de la doncella.
Comprendí la inconveniencia de mi tía, y la interrumpí.
Comprendí que trataban de engañarme, de hacerme creer que vivían cómodamente.
Comprendí que me había conocido y que mis miradas la cohibían ¡Pobrecilla! Lo elegante no le quitaba lo ordinario, aquel no sé qué de pueblo, cierta timidez que se combina no sé cómo con el descaro, la conciencia de valer muy poco, pero muy poco, moral e intelectualmente, unida a la seguridad de esclavizar ¡ah, bribonas!, a los que valemos más que ellas digo, no me atrevo a afirmar que valgamos más, como no sea por la forma En resumidas cuentas, chico, está que.
Visité la , ó, por mejor decir, el fragmento de ella que hay construído, pero, estudiando los planos y proyectos de Juan de Herrera, que guarda el Cabildo, comprendí que si el grande arquitecto no hubiese abandonado esta obra por la del Escorial, España tendría hoy un templo del Renacimiento digno de figurar al lado de San Pedro de Roma.

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