Ejemplos con claros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Algún sociable, semejante a ligera canoa, corría arrastrado por su gallardo tronco de jacas bien iguales, bien lustrosas de pelo y lucias de cascos, y ufano de su elegante tripulación, entreveíanse un instante anchas pamelas de paja muy florecidas de filas y amapolas, trajes claros, encajes y cintas, sombrillas de percal de gayos colorines, rostros alegres, con la alegría del buen tono, que está siempre a diapasón más bajo que la de la gente llana.
Al romper el día nadie faltaba a la lista: las bajas eran reemplazadas, los claros que la miseria y la desgracia abrían en sus filas se llenaban inmediatamente.
Veía en sus pesadillas arroyos claros y murmuradores, ríos inmensos, y buscando frescura para su boca, paseaba la lengua por las paredes mugrientas, sintiendo cierto alivio al contacto de la cal del enjalbegado.
El le miró con sus ojos claros que parecían de ámbar: unos ojos pasivos, de hombre acostumbrado a permanecer largas horas en la catedral sin que la más leve rebeldía de pensamiento llegase a turbar su inmovilidad beatífica.
Pero la mirada fija de los ojos claros de Pepeta acabó por avergonzarla, y bajó la cabeza como si fuese a llorar.
Los carros de los labriegos, con sus toldos claros, formaban un campamento en el centro del cauce, y a lo largo de la ribera de piedra, puestas en fila, estaban las bestias a la venta: mulas negras y coceadoras, con rojos caparazones y ancas brillantes agitadas por nerviosa inquietud, caballos de labor, fuertes pero tristes, cual siervos condenados a eterna fatiga, mirando con sus ojos vidriosos a todos los que pasaban, como si adivinasen al nuevo tirano, y pequeñas y vivarachas jacas, hiriendo el polvo con sus cascos, tirando del ronzal que las mantenía atadas al muro.
La gran lámpara del salón, reservada para las solemnidades, había sido encendida, y Andresito, desde la plaza, veía los trajes claros y los de las amigas pasar por el iluminado balcón, moviéndose con el ritmo del baile.
El cabrilleo de las temblonas aguas de las acequias, heridas por la luz, era el trino dulce y tímido de los violines melancólicos, los campos de verde apagado, sonaban para el visionario joven como tiernos suspiros de los clarinetes, las mujeres amadas , como les llamaba Berlioz, los inquietos cañares con su entonación amarillenta y los frescos campos de hortalizas, claros y brillantes como lagos de esmeralda líquida, resaltaban sobre el conjunto como apasionados quejidos de la viola de amor o románticas frases del violoncelo, y en el fondo, la inmensa faja de mar, con su tono azul esfumado, semejaba la nota prolongada del metal que, a la sordina, lanzaba un lamento interminable.
Figúrese cualquiera qué habría sido, entre tanto, de los pantalones claros de color, y el asombro y furia de las madres al ver llegar a sus hijos con toda la horcajadura llena de tinta.
Contemplar el azul Mediterráneo, que se extendía a mi izquierda hasta donde una línea de azul más oscuro que el cielo y que el Mediterráneo marcaba, en los días muy claros, el contorno de la costa de Africa:.
Aquí hay gato encerradodecía la astuta señora, o en términos más claros,.
Asimismo había podido observar Maximiliano en su propia casa lo implacable que era su tía con los deudores, y de este conocimiento vino el inspirado juicio que formuló de esta manera: Si me caso con Fortunata y si la suerte nos trae escaseces, antes pediremos limosna por las calles que pedir a mi tía un préstamo de dos pesetas Mientras más amigos, más claros.
Creeríase que aquello simbolizaba la necesidad de llevar pensamientos claros al diálogo un tanto impuro de las dos amigas.
La soledad en que vivía, favoreciendo en ella esta resurrección mental de lo pasado, inspirábale juicios muy claros de sus acciones y sentimientos.
Si al amanecer ha aumentado la postración y no veo yo síntomas claros de que esto se desenrede hay que determinarse.
De aquella manera estuve no sé qué tiempo, tendido en el suelo, al cabo del cual me levanté sin hambre, y hallé junto a mí a unos cabreros, que, sin duda, debieron ser los que mi necesidad remediaron, porque ellos me dijeron de la manera que me habían hallado, y cómo estaba diciendo tantos disparates y desatinos, que daba indicios claros de haber perdido el juicio, y yo he sentido en mí, después acá, que no todas veces le tengo cabal, sino tan desmedrado y flaco que hago mil locuras, rasgándome los vestidos, dando voces por estas soledades, maldiciendo mi ventura y repitiendo en vano el nombre amado de mi enemiga, sin tener otro discurso ni intento entonces que procurar acabar la vida voceando, y cuando en mí vuelvo, me hallo tan cansado y molido, que apenas puedo moverme.

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