Ejemplos con carral

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su cabecera surge de la confluencia de los arroyos Carral, A Fábrica y Fraga, cerca de la parroquia de Nodar, municipio de Friol, que descienden del cordal de Vilarelle, formando un curso estable que comienza su recorrido por tierras del municipio de Guitiriz, atravesando la localidad de Parga en el mismo municipio que le da nombre.
Limita al norte con La Coruña y, a través de la ría del Burgo, el mar, al sur con Cerceda, al este con Oleiros, Cambre y Carral y al oeste con La Coruña, Arteijo y Laracha.
Es en este período cuando los provincialistas se suman al pronunciamiento del comandante Miguel Solís contra Sagasta, que acabará con el fusilamiento de los denominados Mártires de Carral.
Esta sencillez se ve reflejada tanto en la portada como en la contra-portada del álbum, obra de Cayetano Carral y Jacobo Pérez-Enciso, quien elaboró una serie de sellos, a manera de símbolos que representan cada una de las canciones.
También se encontraron restos de villae romanas que fueron objeto de estudio: la Villa romana de Centroña, la Villa romana de Novelle, la Villa romana de Cambre o entidades poblacionales rurales más pequeñas conocidas como vicus, como las encontradas en Carral, Callobre, Sosmelle o Fene.
El municipio limita con con Oroso, Tordoya, Cerceda, Carral, Abegondo, Mesía y Frades.
Carral es un municipio de la provincia de La Coruña, Galicia, España.
El municipio de Valderrey incluye también las pedanías de Bustos, Carral, Castrillo de las Piedras, Cuevas, Curillas, Matanza, Tejadinos y Tejados.
Fue juzgado en Carral, donde murió fusilado con once de sus oficiales.
Los provincialistas fueron apartados de la política después de su apoyo al fracasado levantamiento militar de Miguel Solís y el fusilamiento de los Mártires de Carral, y los supervivientes y continuadores de este movimiento se limitaron al mundo cultural y literario.
Froila Rodríguez cede las heredades de sus abuelos y las de sus padres, del Carral, en posesión a esta sede de San Salvador, por la salvación de nuestras almas.
Fue causa o pretexto de la revolución gallega, que terminó con los fusilamientos del Carral.
En un pueblo antes desconocido, el Carral, célebre desde entonces como teatro de una de las mayores barbaries del siglo, fueron sacrificados por tandas Solís y sus compañeros, jóvenes todos, llenos de vida y de ilusiones generosas, víctimas de una idea, culpables de un delito cometido impunemente una y otra vez por los que les mandaron fusilar.
Podrá el valle montañés estar literalmente tapizado de flores y verdor, veránse sus senderos invadidos por una juventud tan alegre como los colores de sus vestidos, habrá junto al pueblo de la fiesta un extenso cajigal a cuya sombra se reúnan los romeros que atraviesan el valle, y los que bajan por los cerros inmediatos, y hasta los que se columbran en las montañas de más allá: las mozas con el blanco moquero en la mano y entre sus pliegues preso el ramillete de claveles y mejorana, los mozos con la chaqueta al hombro, el zapato de color, los finos pantalones y la camisa de anchas y ondulantes mangas, recién planchada, tal vez por la moza de sus pensamientos, sonará bajo los copudos árboles la alegre encascabelada pandereta, no tañida por mercenarias manos, sino por las zagalas más apuestas y cantadoras de la romería, bailaráse a su compás en ordenadas fijas y haránse las mudanzas tradicionales sin que el pudor proteste ni la moral se escandalice, jugaráse a los bolos en adecuada plaza, y aquí habrá una carral de vino sobre una pértiga, con la cacharrería de ordenanza, y allí una cantina con pollos con arbejillas, saturados de azafrán, y carne guisada, con su dejillo de laurel estimulante, y por todas partes rosquillas y caramelos encarnados, y agua de limón «como la nieve», y perojillos roderos y otras frutas de la estación, y el ruido y el alborozo pertinentes, no irá moza a tomar puesto junto al baile a esperar la fina invitación de algún mancebo, sin haber entrado antes a rezar al Santo de la ermita y depositar su óbolo en el platillo que al efecto estará sobre las andas de aquél, y admirado el arco de pañuelos, cintas, acericos y relicarios, bajo el cual se hallará expuesta la imagen todo el día en el cuerpo de la iglesia, y ni moza ni zagal se retirará a la tarde sin cargar el pañuelo de perdones, para obsequiar en el pueblo con la tostada avellana o la dulce rosquilla, a las personas de su cariño, que no participaron de la fiesta.
Los menos, es decir, una pandilla de mozos casaderos, enamorados y correspondidos los unos, pretendientes a secas los otros, aspirantes a serlo los demás, después de tomar un trago en la ya extenuada carral de la arboleda, que poco después fue arrastrada de allí a su correspondiente ''metrópoli'', corrieron a la cercana casa de uno de ellos, donde había, sobre una cama, hasta una docena de arcos revestidos de flores naturales y olorosas.
Como estas cosas sucedían tan cerca de la hoguera como lo consentía su calor, brillaban los rostros ardorosos de las danzantes, y se podían contar las pintas, los remiendos y las pegas de las alegres sayas de las mozas, y distinguir la que llevaba medias de la que iba en pernetas o de la que estaba descalza, pues de todo había, y tanta era la luz que a la sazón derramaba la hoguera, que transformaba, ante los fascinados ojos, en transparentes jirones de verde gasa el espeso follaje de los árboles, y aun llegaba a la carral de vino con fuerza bastante para que desde la braña se conociera, con sus pelos y señales, a todos y a cada uno de los agazapados bebedores, en la pared de la iglesia se leían cuantos letreros habían escrito allí los muchachos con carbón, relucía el entonces mudo metal de las campanas, como si ardiendo estuviera también, y hasta en el cielo parecía haberse extinguido el fulgor de los astros.
A todo esto, el mocetón del campanario no daba señales de cansarse: los relinchos no cesaban abajo, debían de pasar de tres docenas los cohetes disparados hasta entonces, y la carral de vino tinto, acostada sobre la pértiga, comenzaba a verse rondada por la sediente y animosa juventud.

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