Ejemplos con botellas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Apenas se encontraba con la mirada vidriosa de Febrer, corría a una mesita cubierta de botellas y vasos.
Los frascos , arma terrible de los corsarios ibicencos, botellas ígneas que al romperse sobre la cubierta enemiga la incendiaban con su fuego, caen sobre el navío del Papa.
La superiora me dice que no ha recibido dinero de mi hijo, para comprar más botellas.
Yo quería pedirle permiso para que me consienta coger una de las botellas vacías de agua de Vichy, e ir a llenarla con agua del grifo de los laureles.
Penetrando por aquella puerta, se veía la razón del letrero en un mostrador sobrecargado de cacharros menudos, en una gran aceitera con canilla, y algunas botellas blancas, llenas de aguardiente de otras tantas denominaciones, en una estantería espaciosa, ocupada con paquetes de cigarros y de cajas de cerillas, libritos de fumar, grandes pedazos de bacalao, tortas de pan, madejas de hilo, garbanzos y otros artículos, tan varios en su naturaleza como reducidos en cantidad, en algunas mesas simétricamente colocadas fuera del mostrador, en tal cual barrica o hinchado pellejo que se vislumbraban entre la obscuridad del fondo, y en otros mil detalles propios de semejantes establecimientos, los cuales conoce el discreto lector tan bien como yo.
Como estaba prohibido el vino en el Seminario ni se consentía tener botellas, servíanse, para guardar el vino, de un expediente repugnante: lo metían en orinales, y de ellos bebían, a modo de cuenco.
Señor gobernador de la provincia, a mi vuelta, reclamo esas ofrecidas botellas de Pedro Jiménez.
Vió a través de sus lágrimas a este viejo obeso, de una bondad sacerdotal, yendo de un lado a otro para reunir botellas y mezclar líquidos, agitando una cuchara en un vaso con alegre retintín.
De pronto saltaba impetuosamente, como un muelle que se despliega, como una serpiente que se yergue, y empezaba a bailar casi sin mover los pies, ondulando sus ágiles miembros Y él sonreía con estúpido arrobamiento, tendiendo la diestra hacia un taburete árabe cargado de botellas.
Y elevaba los brazos, mientras sus ojos cegatos buscaban las botellas de caña y las alcuzas de aceite para hacerlas testigos de su indignación.
Y señaló con una gravedad cómica las dos botellas vacías que ocupaban el centro de la mesa.
Otros empleaban como blanco de su revólver las botellas de champaña alineadas en las anaquelerías de los cafés, pagando las roturas al contado.
¡Con qué felina zalamería menudeaba los golpecitos en la panza, y llamaba a graves sesentones ratoncillos, perritos suyos, gatitos, , y otros apelativos cariñosos y regalados, que a arrope y miel sabían! Pues ¿qué diré del chiste y garbo incomparable con que oprimía entre sus dientes de perlas, un pitillo ruso, lanzando al aire volutas de humo azul, mientras la contracción de sus labios destacaba la arremangada nariz y los hoyuelos de los arrebolados carrillos? ¿Qué de aquella su maestría en ocupar dos sillas a un tiempo sin que propiamente estuviera sentada en ninguna de ellas, y puesto que reposaba en la primera el espinazo, en la segunda los tacones? ¿Qué de la agilidad y destreza con que se sorbía diez docenas de ostras verdes en diez minutos, y bebíase dos o tres botellas de Rhin, que no parece sino que le untaban el gaznate con aceite y sebo para que fuese escurridizo y suave? ¿Qué de la risueña facundia con que probaba a sus amigos que tal anillo de piedras les venía estrecho al dedo, mientras a ella le caía como un guante? En suma, si la aventura que se murmuró por entonces en los bastidores de un teatrillo, y en la mesa redonda de la Alavesa, parece indigna de la prosopopeya tradicional en la mirandesca estirpe, cuando menos es justo consignar que la heroína era la más divertida, sandunguera y comprometedora zapaquilda de cuantas mayaban desafinada y gatunamente en los escenarios de París.
Pero el pilluelo y la guardiana soltaron la risa, conocían bien aquel silbido, que no era sino el de las botellas de agua mineral que al otro lado de la pared estaban corchando.
Y fueron viniendo botellas, aumentándose copas a la ya formidable batería que cada convidado tenía ante sí, anchas y planas, como las de los relieves antiguos, para el espumante Champagne, verdes y angostas, finísimas, para el Rhin, cortas como dedales, sostenidas en breve pie, para el Málaga meridional.
Y saltando el primero, ofreció el brazo a Lucía, que se apoyó sin ceremonias, y a impulsos de la sed, echó a correr hacia la cantina, donde algunas botellas empezadas, naranjas a medio exprimir, tarros de horchata y jarabe, frasquitos de azahar, se disputaban un mostrador cubierto de zinc y unos estantes pintados de amarillo.
Lo querían del más caro para que constase bien su opulencia y lo gastaban a cajas, abriendo a golpes las botellas, riendo como niños cuando el líquido se derramaba por el suelo, mojándose unos a otros con la espuma, bebiéndolo en tanques y llenando a veces las palanganas para lavarse la cara con el precioso vino, despilfarro que a los postres nunca dejaba de producir hilaridad.
En la antesala del refectorio varios hermanos viejos limpiaban vasos y botellas en una fuente de mármol obscuro, que arrojaba cuatro chorros de agua.
Junto a la puerta principal estaba el mostrador, mugriento y pegajoso, detrás de él, la triple fila de pequeños toneles, coronada por almenas de botellas conteniendo los diversos é innumerables líquidos del establecimiento.
Para concertar los y solemnizar las ventas buscábase el amparo de un sombrajo, bajo el cual una mujerona vendía bollos adornados por las moscas o llenaba pegajosas copas con el contenido de media docena de botellas alineadas sobre una mesa de cinc.
El cafetinero lo ordenaba a gritos desde su puerta, y los cofrades braceaban y se desgañitaban en torno de la pidiendo un poco de calma, mientras un compañero se introducía en el cuadrado de lienzo con dos botellas de petróleo.
Ahora había que retirar el vino de los Escolapios: no estaba en carácter , y por esto el viejo saludó alegremente la aparición en la mesa de las botellas de licor de diferentes formas y clases.
Y continuó la conversación entre el ama y la sirvienta, mientras ésta, con delantal blanco y haciendo crujir los bajos almidonados y tiesos de su saya, iba del aparador a la mesa, colocando el centro de plata Meneses con sus grupos de flores, las pilas de platos de charolada blancura, las botellas talladas del agua y el vino, y las copas esbeltas, casi aéreas, con su pie azul, y tan frágiles, que sobre el mantel no trazaban sombra alguna.
No faltó el vino, un par de botellas, obsequio del doctor Sarmiento, escondidas dos o tres años en el fondo de una cómoda.
Muéstranse merecedores de cuantas lindezas les dice el mote, prodigan en todas partes la heráldica presea, en edificios, sellos, telones, marcas de tabacos y botellas de cerveza, repiten la empresa en inscripciones castellanas y latinas, en discursos, en documentos oficiales, en periódicos,que también tiene periódicos Villaverdey hasta en los sermones sale a relucir el famoso lema, concedido a mi querida ciudad natal por la Muy Católica Majestad del Rey Don Felipe IV.
Allí más animación, más vida, gentes que iban y venían, el alumbrado público, faroles con lámparas de petróleo, que solo servían para dejar que se viese la obscuridad, jinetes que volvían de las haciendas y de los pueblos cercanos, un almacén de ultramarinos, EL PUERTO DE VIGO, iluminado profusamente, centelleando en las botellas, en los frascos y en las latas de sardinas el reflejo de los quinqués, una botica soñolienta, hipnotizada por sus reverberos y sus aguas de colores, la botica de don Procopio Meconio, delante del mostrador un marchante en espera, detrás un mancebo que hacía píldoras, y en la puerta el dueño, de charla con un amigo.
Mas Barbarita prohibió todo lo que fuera barullo, y viendo entrar a Federico Ruiz, a Eulalia Muñoz y a uno de los , Ricardo Santa Cruz mandó destapar media docena de botellas de.
A cada instante decía Barbarita que no más, y tras de la colección de purés para sopas, iban las , el , las salsas inglesas, el , la docena de botellas de Saint-Emilion, que tanto le gustaba a Juanito, el bote de , que agradaban a D.
Grandes carcajadas y burlas produjo en los mozalvetes el apóstrofe del veterano, y, como en pos de él se marchase la poca gente de viso que ya quedaba en el corro, penetraron aquéllos en la botica, donde el Maestro, atendida la especialidad de las circunstancias, les dejó meter mano al cajon del , y hasta fingió no reparar en que algunos se empinaban las botellas del jarabe simple, del jarabe de corteza de cidra y del jarabe de altea.
El don Pepito y el brigadier Batalla están siempre juntos conferenciando ¡ay Jesús, Dios y Señor mío! conferenciando sobre sus infernales planes y despachando botellas de vino.

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