Ejemplos con bofetadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y por puro desahogo, por ir habituando la mano y dar una muestra de su futura cólera, le largó unas cuantas bofetadas y puntapiés, cobrándose de esta forma el disgusto sufrido tiempo antes al verle llegar fugitivo de Ibiza.
El aprendizaje de los príncipes herederos de Prusia consistió siempre en recibir bofetadas y palos de su progenitor el rey.
Ferragut habló de acostar al badulaque sobre sus ostras y caracolas bajo un buen par de bofetadas.
En menos de un minuto los llenó a ambos de bofetadas.
Pero Piscis no pudo librarle de ciertas bofetadas que recibió la tarde de aquel domingo, no por falta de voluntad en el centauro, sino porque hay cosas que no pueden ser vamos, que no pueden ser.
En los pueblos pequeños, donde la gente se pega de palos y bofetadas, la frialdad, la corrección y la gravedad de los duelos produce asombro y terror.
Azotes, penitencias de rodillas, días a pan y agua, estirones de orejas y bofetadas.
Si las merezco las llevaré Más quiero llevar dos bofetadas de mi Cosme que el desprecio de un señorito, ¡alza!.
Yo le he visto en días de pontifical, con la mitra puesta, mirarnos a todos con tales ojos, que le faltaba muy poco para soltar el báculo y emprendernos a bofetadas.
Y hablaba de la futura paliza serenamente, sonriendo como una muchacha fuerte acostumbrada a esa autoridad paternal, rígida, imponente y honradota, que se manifiesta a bofetadas y palos.
Diógenes dijo que sí, que se batirría, perro como le tocaba la elección de armas, exigió que el duelo fuerra a cañonazos, ¡figúrrate tú! Paco le envió a decirr entonces que donde quierra que le encontrase le darría de bofetadas, Diógenes contestó que se le acerrcarra si podía Y se le acerrcó, en efecto.
Había trabajado en las fábricas, había servido a una familia como doméstica, pero al fin sus hermanas le dieron el ejemplo, cansadas de sufrir hambre, y allí estaba, recibiendo unas veces cariños y otras bofetadas, hasta que reventase para siempre.
Su hermano hablaba de despertarle a bofetadas, pero intervino bondadosamente, como un vencedor magnánimo.
Otras veces armábase la guerra por si la una se había puesto la ropa blanca de la otra o por si se habían robado objetos de su exclusiva pertenencia, pero una ráfaga de autoridad pasaba por la madre: había bofetadas, llantos y pataleos, las criadas reían en la cocina, y a la media hora todos tan contentos: Concha en el balcón, Amparo corría por la casa cantando como una alondra, y doña Manuela arrellanábase en su butaca con aire de soberana que acaba de administrar recta justicia.
Toda esta invasión de figurones que trotaba por la ciudad, voceando como un manicomio suelto, dirigíase a la Alameda, pasaba el puente del Real envuelta con el gentío, y así que estaban en el paseo, iban unos hacia el Plantío para dar bromas insufribles, sonando las bofetadas con la mayor facilidad.
Se había peleado con un amigo, dándose de bofetadas y palos en medio del puente del Real cuando iban a la feria a última hora.
Cuenta Jacinta que nunca como en aquella ocasión sintió ganas de dar a una persona de bofetadas y machacarla contra el suelo.
Hasta el formalito Zalamero se descompuso en aquella ruidosa ocasión, dando pitidos y chillando como un salvaje, con lo cual se ganó dos bofetadas de un guardia veterano, sin más consecuencias.
¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño.
Jacinta le daba bromas por su forzada esclavitud, y él, hallando distracción en aquellas guasitas, hizo como que le pegaba, la cogió por un brazo, le atenazó la barba con los dedos, le sacudió la cabeza, después le dio bofetadas, terribles bofetadas, y luego muchísimos porrazos en diferentes partes del cuerpo, y grandes pinchazos o estocadas con el dedo índice muy tieso.
Cállese usted, so chillaba Segunda, que por los movimientos amenazadores que hizo, parecía dispuesta a desbaratar con un par de bofetadas la frágil persona del.
Siga limpiando, trabaje, dé bofetadas a los muebles, fregotee hasta que le escuezan los dedos, mecánica, mucha mecánica, y mientras tanto, piense bien en esto, y mañana o pasado mañana no hay prisa vengo por la , como dice el payo.
Pero Pintado tenía manos de hierro, aunque era de pocos ánimos, y una vez lanzado al heroísmo, no sólo sujetó a Mauricia, sino que le aplicó dos sonoras bofetadas.
¡Peines y peinetas! ¿Pues no me quieren deshonrar y encerrarme como si yo fuera una ? ¡Tunantas! cuando si yo quisiera, de tres bofetadas las tumbaba a todas patas arriba.
Como nos empeñemos todos en ser perfectos, no nos podremos aguantar unos a otros, y habría que andar a bofetadas Bueno, pues te decía, que ese pobre niño queda bajo mi protección, pero no vendrá a esta casa, porque sería indecoroso, ni a la casa de ninguna persona de la familia, porque parecería tapujo.
Las paredes eran como de carbonería, y en ciertos puntos habían recibido bofetadas de cal, por lo que resultaba un claro-oscuro muy fantástico.
Cuéntase, en efecto, que era de demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena de verrugas, de color amoratado, como de berenjena, bajábale dos dedos más abajo de la boca, cuya grandeza, color, verrugas y encorvamiento así le afeaban el rostro, que, en viéndole Sancho, comenzó a herir de pie y de mano, como niño con alferecía, y propuso en su corazón de dejarse dar docientas bofetadas antes que despertar la cólera para reñir con aquel vestiglo.
Para eso dijo el del Bosque yo daré un suficiente remedio: y es que, antes que comencemos la pelea, yo me llegaré bonitamente a vuestra merced y le daré tres o cuatro bofetadas, que dé con él a mis pies, con las cuales le haré despertar la cólera, aunque esté con más sueño que un lirón.
Cosa de lástima fue oír los gritos que las dos buenas señoras alzaron, las bofetadas que se dieron, las maldiciones que de nuevo echaron a los malditos libros de caballerías, todo lo cual se renovó cuando vieron entrar a don Quijote por sus puertas.

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