Ejemplos con bizarría

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

el entusiasmo, valor y bizarría con que se condujo el Ejército asturiano en el tiempo que circundada de enemigos aquella región y sin auxilios del Gobierno Supremo, se sostuvo durante un año a pesar de sus reducidos efectivos, con escarmiento para el enemigo al que batió y rechazó con mucha gloria de las reales armas y honor de sus naturales.
La majeza en los Andaluces, la militar bizarría en los Almogávares que se tiñe de fiereza en los Ballesteros, la mayestático marcialidad de los Cristianos y, por no citar otras, la aldeana sencillez de las escuadras de Labradores o Maseros.
Trató de escapar defendiéndose con bizarría, pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio Maciel lo ultimó.
El bravo y benemérito Brigadier Inspector, después de haberse desempeñado con la mayor bizarría en el todo de la acción corre sobre una fuerza pequeña que ha escapado del filo de nuestras espadas.
Sobre las otras mesas, como hijas vistosas que en la frescura de su juventud no temen la bizarría de lo llamativo, lucían el verde y ámbar brasileños, de un tono igual al de los frutos tropicales, el sol majestuoso y las barras de la ribera uruguaya, el aleteo primaveral albo y celeste del pabellón argentino, la blanca estrella chilena sobre un cielo de intenso azul, y la gran constelación de la América del Norte amontonando en el arranque del rojo septagrama su rebaño de asteroides.
A esta manera de pedir no podía responder O'Donnell más que creando una División de reserva para que al frente de ella luzca el de Reus su bizarría.
No fue don Diego Velázquezdice Palominoel que en este día mostró menos su afecto en el adorno, bizarría y gala de su persona, pues acompañada su gentileza y arte, que eran cortesanas, sin poner cuidado en el natural garbo, y compostura, le ilustraron muchos diamantes, y piedras preciosas, en el color de la tela no es de admirar se aventajara a muchos, pues era superior en el conocimiento de ellas, en que siempre mostró muy gran gusto, todo el vestido estaba guarnecido con ricas puntas de plata de Milán, según el estilo de aquel tiempo, que era de golilla, aunque de color, hasta en las jornadas, en la capa la roxa insignia, un espadin hermosísimo, con la guarnición y contera de plata, con exquisitas labores de relieve, labrado en Italia, una gruesa cadena de oro al cuello, pendiente la venera guarnecida de muchos diamantes en que estaba esmaltado el hábito de Santiago, siendo los demás cabos correspondientes a tan precioso aliño.
Los milicianos habían hecho proezas, los generales se habían portado con dignidad y bizarría, el pueblo victorioso, mas no embrutecido por la matanza ni ebrio de sangre, se había detenido con respeto, quizás excesivo, ante la puerta sagrada del Palacio de sus Reyes, obedeciendo a una sola palabra de este, los soberbios guardias, insolentes como el absolutismo que defendían, sin respeto a nada ni a nadie, mordían el polvo, sojuzgados por el espíritu liberal y la conciencia pública, de quien fueron instrumento propicio las armas ciudadanas.
El comandante, cuyo nombre la historia no ha creído digno de ser conservado, a pesar de sus indudables hazañas, tomó la palabra, y mirando con bizarría al Presidente, dio las gracias por la distinción hecha al cuerpo, y después, mostrando generosidad a toda prueba y grandes propósitos de proteger y amparar a la desvalida madre España, prometió defender la libertad hasta el último aliento.
, al ver su bizarría y caballerosidad, vienen a mi memoria, sin poderlo remediar, los versos de aquel romance de la conquista del imperio de Trapisonda:.
-¿Los jefes advirtieron su valor? ¿Elogiaron su bizarría, recordando el linaje de mi hijo?.
Los padres de Isabela quedaron admirados y suspensos de ver tanta grandeza y bizarría junta.
Juan en medio del camino, y estuvo con el rostro descubierto a que llegasen los caminantes, y en llegando cerca, el talle, el brio, el poderoso caballo, la bizarría del vestido y las luces de los diamantes, llevaron tras sí los ojos de cuantos allí venian, especialmente los del duque de Ferrara, que era uno dellos, el cual como puso los ojos en el cintillo, luego se dió a entender que el que le traia era D.
Rafael atentamente mirando la cruel y bien trabada riña, y vió y notó que de parte de los que mas se señalaban de las galeras, lo hacia gallardamente un mancebo de hasta veintidos o poco mas años, vestido de verde, con un sombrero de la misma color adornado con un rico trencillo al parecer de diamantes: la destreza con que el mozo se combatia, y la bizarría del vestido, hacian que volviesen a mirarle todos cuantos la pendencia miraban, y de tal manera le miraron los ojos de Teodosia y de Leocadia, que ambas a un mismo punto y tiempo dijeron:.
Llegó el correo a Nápoles, y Rodolfo con la golosina de gozar tan hermosa mujer como su padre le significaba, de allí a dos dias que recebió la carta, ofreciéndosele ocasion de cuatro galeras que estaban a punto de venir a España, se embarcó en ellas con sus dos camaradas, que aun no le habian dejado, y con próspero suceso en doce dias llegó a Barcelona, y de allí por la posta en otros siete se puso en Toledo, y entró en casa de su padre, tan galan y tan bizarro, que los estremos de la gala y de la bizarría estaban en él todos juntos.
Juntóse con él, y supo como llevaba su mismo viaje: hicieron camarada, departieron de diversas cosas, y a pocos lances dió Tomas muestras de su raro ingenio, y el caballero las dió de su bizarría y cortesano trato, y dijo que era capitan de infantería por su Majestad, y que su alférez estaba haciendo la compañía en tierra de Salamanca: alabó la vida de la soldadesca, pintóle muy al vivo la belleza de la ciudad de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milan, los festines de Lombardía, las espléndidas comidas de las hosterías: dibujóle dulce y puntualmente el aconcha patron, pasa acá manigoldo, venga la macarela, li polastri, é li macarroni: puso las alabanzas en el cielo de la vida libre del soldado, y de la libertad de Italia, pero no le dijo nada del frio de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, de la hambre de los cercos, de la ruina de las minas, con otras cosas deste jaez, que algunos las toman y tienen por añadiduras del peso de la soldadesca, y son la carga principal della.
Hallóse en él el asistente, y el provisor de la Iglesia, y vicario del arzobispo, con todas las señoras y señores de título que habia en la ciudad: tal era el deseo que en todos habia de ver el sol de la hermosura de Isabela, que tantos meses se les habia eclipsado: y como es costumbre de las doncellas que van a tomar el hábito ir lo posible galanas y bien compuestas, como quien en aquel punto echa el resto de la bizarría y se descarta della, quiso Isabela ponerse lo mas bizarra que fué posible, y así se vistió con aquel vestido mismo que llevó cuando fué a ver a la reina de Ingalaterra, que ya se ha dicho cuán rico y cuán vistoso era: salieron a luz las perlas y el famoso diamante, con el collar y cintura, que asimismo era de mucho valor.
Rieron todas del dicho de la doncella y de la disparatada semejanza de Tansi, y no faltaron murmuradores que tuvieron por impertinencia el haber venido armado Ricaredo a palacio, puesto que halló disculpa en otros, que dijeron que como soldado lo pudo hacer para mostrar su gallarda bizarría.
Roque, admirado de la gallardía, bizarría, buen talle y suceso de la hermosa Claudia, le dijo:.
Las perlas eran en gran cantidad y muy buenas, porque la mayor gala y bizarría de las moras es adornarse de ricas perlas y aljófar, y así, hay más perlas y aljófar entre moros que entre todas las demás naciones, y el padre de Zoraida tenía fama de tener muchas y de las mejores que en Argel había, y de tener asimismo más de docientos mil escudos españoles, de todo lo cual era señora esta que ahora lo es mía.
¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio de modo que venga a creer que va encantado, con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la mesma mentira de la verdad? Y ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé a entender que ha habido en el mundo aquella infinidad de Amadises, y aquella turbamulta de tanto famoso caballero, tanto emperador de Trapisonda, tanto Felixmarte de Hircania, tanto palafrén, tanta doncella andante, tantas sierpes, tantos endriagos, tantos gigantes, tantas inauditas aventuras, tanto género de encantamentos, tantas batallas, tantos desaforados encuentros, tanta bizarría de trajes, tantas princesas enamoradas, tantos escuderos condes, tantos enanos graciosos, tanto billete, tanto requiebro, tantas mujeres valientes, y, finalmente, tantos y tan disparatados casos como los libros de caballerías contienen? De mí sé decir que, cuando los leo, en tanto que no pongo la imaginación en pensar que son todos mentira y liviandad, me dan algún contento, pero, cuando caigo en la cuenta de lo que son, doy con el mejor dellos en la pared, y aun diera con él en el fuego si cerca o presente le tuviera, bien como a merecedores de tal pena, por ser falsos y embusteros, y fuera del trato que pide la común naturaleza, y como a inventores de nuevas sectas y de nuevo modo de vida, y como a quien da ocasión que el vulgo ignorante venga a creer y a tener por verdaderas tantas necedades como contienen.
El calvatrueno que adornó a la Mancha de más despojos que Jasón decreta, el jüicio que tuvo la veleta aguda donde fuera mejor ancha, el brazo que su fuerza tanto ensancha, que llegó del Catay hasta Gaeta, la musa más horrenda y más discreta que grabó versos en la broncínea plancha, el que a cola dejó los Amadises, y en muy poquito a Galaores tuvo, estribando en su amor y bizarría, el que hizo callar los Belianises, aquel que en Rocinante errando anduvo, yace debajo desta losa fría.
Venía la señora asimismo vestida de verde, tan bizarra y ricamente que la misma bizarría venía transformada en ella.
De esta hermosura, y no como se debe encarecida de mi torpe lengua, se enamoró un número infinito de príncipes, así naturales como estranjeros, entre los cuales osó levantar los pensamientos al cielo de tanta belleza un caballero particular que en la corte estaba, confiado en su mocedad y en su bizarría, y en sus muchas habilidades y gracias, y facilidad y felicidad de ingenio, porque hago saber a vuestras grandezas, si no lo tienen por enojo, que tocaba una guitarra que la hacía hablar, y más que era poeta y gran bailarín, y sabía hacer una jaula de pájaros, que solamente a hacerlas pudiera ganar la vida cuando se viera en estrema necesidad, que todas estas partes y gracias son bastantes a derribar una montaña, no que una delicada doncella.
De allí a un poco, salió de una recámara Luscinda, acompañada de su madre y de dos doncellas suyas, tan bien aderezada y compuesta como su calidad y hermosura merecían, y como quien era la perfeción de la gala y bizarría cortesana.
En la Edad Media, por ejemplo, ya en una encrucijada, ya en abierto palenque, topaba un caballero andante con otro, y para probar la bizarría respectiva o para hacer confesar al contrario, que su dama era la más hermosa, o por quítame allá esas pajas, se arremetían ambos con furia y se daban de lanzadas.
El Caballero del Azor, con pasmosa destreza y bizarría, logró que en menos de media hora los tres mordiesen el polvo, muy mal herido uno de ellos.
Sólo el general, cuya bizarría, serenidad y destreza en las armas rayaba en lo sobrehumano, permaneció impávido en medio de aquel terror harto disculpable.
El anhelo de distinguirse en bizarría delante de sus queridas, y de recibir su corazón en premio de su arrojo, les hizo, poner las corridas de toros al nivel de sus juegos de cañas y de sortijas.
Nos hemos bebido setenta botellas, o sean ciento cinco libras y media de vino, que, repartidas entre veintiuno, pues todos hemos bebido con igual bizarría, dan cinco libras de líquido por cabeza.

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