Ejemplos con azadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El uso de herbicidas o de guadañadoras permite actualmente prescindir de las azadas para eliminar la mala hierba.
Se inventan nuevos utensilios: el arco y las flechas, hoces de piedra, azadas, hachas pulimentadas, molinos, morteros, cucharas.
La solución de los dioses con sus dificultades al principio va bien: los hombres hacen nuevos picos y azadas y cavan canales más grandes para alimentarse, tanto ellos, como a los dioses.
Muestran destrucciones simbólicas de murallas de una ciudad por animales utilizando azadas.
Con la diversificación de funciones y la mejora de la técnica del pulimento de la piedra, se elaboraron también azadas, azuelas, moletas y otros utensilios.
Las ruedas pueden ser sustituidas por unas azadas que sirven, por ejemplo para arar, el suelo de una huerta y hacerlo apto para la siembra.
Se desarrollaron útiles agrícolas, como las azadas, hoces y molinos de mano, y adquirieron un gran desarrollo de los instrumentos de madera, asta y hueso, pero sobre todo se extendió la cerámica, que fue primordial para la conservación de los alimentos y su cocción.
Evocando los agujeros cavados con las azadas en los campos para sembrar los cereales, se las consideró también como símbolos de la fecundación de la tierra por dios del cielo.
Mas asombro les producirá cuando al seguir al perro, éste no les lleva a la playa, sino a las canteras, donde encuentran a Martin con unas azadas, que les dice que su padrastro tiene actividades oscuras.
Aparecen hachas, azadas y otras herramientas para el trabajo de la tierra, el corte de la mies y la limpieza de zonas arbustivas para la siembra.
Sotano/Almacen: En este edificio se almacenan las azadas, el arado y los sacos de semillas.
Este hierro se usaba para producir azadas, martillos, agujas, alfileres, címbalos, etc.
Y las azadas y el trilloañadía Machín el viejo.
Bueno, y las azadas y el trillo.
Hay guerrilleros que entran a saco en los pueblos como en los tiempos bárbaros, que incendian, ultrajan a las mujeres y martirizan a los niños: uno ha rematado a los heridos con picos y azadas, y otro ha mandado arrancar a los jefes prisioneros tiras de carne en los brazos, simulando los galones del grado que tenían en el ejército.
Hasta los regadores habian abandonado los campos y encontrábanse allí, apoyados en sus azadas, como dispuestos a volver a la interrumpida tarea en cuanto presenciaran el paseo triunfal del Niño de Dios.
Según dicen, hacía alarde de ideas y opiniones extravagantísimas, burlábase de la religión, entraba en la iglesia fumando y con el sombrero puesto, no respetaba nada y para él no había en el mundo pudor, ni virtudes, ni alma, ni ideal, ni fe, sino tan sólo teodolitos, escuadras, reglas, máquinas, niveles, picos y azadas.
José Montoria, con la cabeza descubierta y rezando en voz alta un Padre Nuestro, echó el primer puñado, y luego nuestras palas y azadas empezaron a cubrir la tumba a toda prisa.
¡Y no tener yo aquí veinte hombres con piquetas y azadas.
Las galerías abiertas por las azadas de unos y otros juntábanse al fin en uno de aquellos aposentos: a la luz de nuestros faroles veíamos a los franceses, como imaginarias figuras de duendes engendradas por la luz rojiza en las sinuosidades de la mazmorra, ellos nos veían también, y al punto nos tiroteábamos, pero nosotros íbamos provistos de granadas de mano, y arrojándolas sobre ellos les poníamos en dispersión persiguiéndoles luego a arma blanca a lo largo de las galerías.
Les embestimos con ímpetu, haciéndoles un fuego horroroso, aprovechando muy bien los minutos antes que llegasen fuerzas temibles, cogíamos prisioneros a los que encontrábamos sin armas, matábamos a los que las tenían, recogíamos los picos y azadas, todo esto con una presteza sin igual, animándonos con palabras ardientes, y exaltados por la idea de que nos estaban viendo desde la ciudad.
Alguno echó pie a tierra y nos recibió a sablazos, descalabrando con fuerte mano a todo el que se acercaba, pero al fin pudimos más que ellos, porque la gente del pueblo acudió con hoces y azadas, y la señora Bárbara con su hija se dio la satisfacción de arrastrar a uno hasta el brocal del pozo arrojándole dentro, sin duda para curarle con agua fría las heridas ocasionadas por la caliente.
— Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.
Todos traían las azadas al hombro, menos el aperador, que llevaba la vara, signo de su autoridad y como bastón de mando con que dirigía las faenas agrícolas.
Cuando no sin pena lo hubo conseguido, ambos amigos, armados de sus correspondientes azadas y acompañados del dueño del mesón, se dirigieron a una de las salidas de la aldea, haciendo alto al pie de los restos de un abandonado horno de ladrillos, que nuestro héroe clasificó a priori de cimientos de una fortaleza celtíbera.
''Las sombras negras de'' LOS SEPULTUREROS'' -al hombro las azadas lucientes- se acercan por la calle de tumbas.
Los indios, al presenciar el triunfo de su camarada Yoboan, habían cobrado bríos, y armados de los picos y azadas de sus labores, caían sobre sus contrarios dando suelta a su rencor.
Con esto le condujo a un pabelloncito en que había azadas, palas, almocafres y otros útiles de jardinería, y una cama grosera, pero limpia, y despidiéndose de él y ofreciendo volver a verle con frecuencia, le dejó que se entregase a un sueño reparador.
Llevaban también palas, azadas, cuerdas y otros útiles para abrirse paso donde no le hubiera descubierto, o mandar algún auxilio desde arriba adonde no pudiera bajar un hombre por sus pies, no se les olvidaría el aguardiente ni algo de alimento sólido, ni de ropa seca si la había a mano.
Silbaban como cien huracanes los chicos del campanario, sin cesar un punto de tocar las campanas, cuyos badajos había dejado a su disposición, y de muy buena gana, el campanero, y en los aires estallaba todavía algún cohete que otro, en los cuales ruidos provocadores la gente de la mies se sintió picada de la impaciencia, dio en la gracia de cortar con la azada tantos maíces como resallaba, convínose por unanimidad en que el estropicio consistía en el ''aquel'' de la fiesta, que ''aceleraba'' la mano, acordóse por los viejos dar suelta libre a los jóvenes, que ya no habían de hacer cosa con traza, y ahí tienen ustedes a las mozas tornando al pueblo, con las azadas al hombro, echando por parejas, cuando no por grupos de más de cinco, a gañote desplegado, los más alegres y regocijados cantares que habían resonado en el valle en todo el año.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba