Ejemplos con ayuntamiento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero ¡ahora! Ahora él, aunque no sabía leer, se enteraba de las cosas del mundo cuando iba a San José los domingos y hablaba con el secretario del Ayuntamiento y otras personas letradas que leían periódicos.
¡Ir ella a la corte! ¿Y su hijo, que casi acababa de nacer? Don Horacio, cada vez más enjuto y más débil, pero siempre erguido en su eterna levita nueva, seguía dando el paseo diario, ajustando su vida a la marcha del reloj del Ayuntamiento.
Ni se echa de menos tampoco un montañés, , el cual pesca a río revuelto, y en días de revolución echa al fuego, a impulsos del patriótico entusiasmo, los papeles del Ayuntamiento donde constaban sus trapisondas.
Deposite usted esa cantidad donde mejor le parezca y con condición de que se ha de emplear en esa obra, y yo le doy a usted la votación de todo el ayuntamiento, y algo más.
Ahora tenga presente que la persona que vamos a saludar es muy arisca y muy agarrada, pero que se lleva a las urnas a todos los electores del Ayuntamiento, y a algunos más.
Y tranquilo ya sobre este punto, Simón refirió a su mujer cuanto había ocurrido en la junta que acababa de celebrarse en la Casa de Ayuntamiento recargando un poquillo los colores, a fin de que resultasen más justificado su enojo y de más efecto sus , que repitió al pie de la letra.
El español tiene la piel tan recia, las entrañas tan enjutas y los sentidos tan mansuetos, que es ya asceta innato y por predestinación, ninguna aspereza le mortifica y apenas si hay placer sensual que apetezca, como no sea el genésico, y ése en su forma más simple y plena, el cual así considerado, aunque el vulgo ibérico lo denomine amor, y hasta el gran Lope de Vega escribió que no hay otro amor que éste que por voluntad de natura se sacia con el ayuntamiento de los que se desean, no es sino instinto y servidumbre, común a hombres y bestias, con que cumplimos en la propagación de la especie, en tanto el hombre, en sus placeres exclusivos, selecciona por discernimiento, que no por instinto, el objeto o propósito hacia donde se encamina, y perfecciona por educación los medios de alcanzarlo y el arte de gustarlo.
¡Fachenda traerás tú! Y no tendrás tanta cuando le ajusten las cuentas a tu padre en el Ayuntamiento.
Esté usted seguro de que en este Ayuntamiento han de votarle a usted hasta los difuntos.
La azul claridad del alba, que apenas, lograba deslizarse entre los aleros de los tejados, se esparcía con mayor libertad en la plazuela del Ayuntamiento, sacando de la penumbra la vulgar fachada del palacio del arzobispo y las dos torres encaperuzadas de pizarra negra de la casa municipal, sombría construcción de la época de Carlos V.
La plazuela del Ayuntamiento era el único desgarrón que permitía al cristiano monumento respirar su grandeza.
¡Pobre adolescente! ¿Para qué había nacido? ¿Qué iba a dejar de su paso por el mundo? ¿Por qué la Naturaleza, que muchas veces niega su fecundidad a seres fuertes, se había mostrado pródiga en el ayuntamiento sin amor de un tísico moribundo? De nada le servía tener caballos, carrozas, servidores uniformados que le saludasen y papanatas que le dieran vivas.
El palacio del Ayuntamiento estaba adornado con guirnaldas de luces, que reverberaban sobre la fachada de la catedral, dando a la piedra un resplandor rojizo de incendio.
¡El Ayuntamiento! Ahí estaba el toque.
Iban en ella los individuos del Ayuntamiento y de la Junta, los empleados, el comandante de la policía, diez o doce gendarmes, y los chicos de la Escuela.
¿El Ayuntamiento? una cueva de ladrones, todos los que entraban en la casa grande era para robar.
Tal soñé por dos cuartos que me costó sentarme en una silla desvencijada del Ayuntamiento.
Era, cuando menos, que algún honrado vecino, para cumplir con la orden del Ayuntamiento, que manda regar las calles dos veces al día , había vaciado allí una aljofaina de espuma de jabón, después de hacer las abluciones matinales.
Ellas pasean en coche, o a pié, o están sentadas en las sillas del Ayuntamiento.
Por poderse avisando al Ayuntamiento El teniente alcalde Sr.
Creía que un senador es algo del Ayuntamiento.
En otro tiempo hubo allí un cubil, y en el cubil un cerdo que se criaba con los desperdicios, pero el Ayuntamiento mandó quitar el animal de San Antón, y el cubil estaba vacío.
Claro que no importa, pero ¿por qué no hemos de tener limpieza y decoro delante del Señor, siquiera por estimación de nosotros mismos? Se limpia la casa cuando vienen el teniente alcalde y el médico del Ayuntamiento con sus bastones de borlas, y se ha de dejar sucia cuando viene el Pero cállese usted hombre, por amor de Diosesto se lo decía al ciego de la guitarra, que habiéndose enterado de la presencia de la señora, quiso que esta conociera la suya, y se acercaba tanto, que al fin parecía querer meterle por los ojos el mango del instrumento.
Isabel Cordero, que se anticipaba a su época, presintió la traída de aguas del Lozoya, en aquellos veranos ardorosos en que el Ayuntamiento refrescaba y alimentaba las fuentes del Berro y de la Teja con cubas de agua sacada de los pozos, en aquellos tiempos en que los portales eran sentinas y en que los vecinos iban de un cuarto a otro con el pucherito en la mano, pidiendo por favor un poco de agua para afeitarse.
Gobernaban a la sazón el país los dos formidables caciques, abogado el uno y secretario el otro del ayuntamiento de Cebre, esta villita y su región comarcana temblaban bajo el poder de entrambos.
Me dan ganas de salir y pegarles una corrida, que no paren hasta el Ayuntamiento.
Aprobaron la idea, mas sin embargo dijo Pinaso, que el pensamiento del Ilustre Ayuntamiento de Buenos Aires y de los hacendados era situar la frontera en la derrota que se habia seguido, y que dudaba se hallasen sitios tan buenos como los que habian andado, en la paralela que el Comandante deseaba se reconociese.
Llevóla pues hasta la plaza que llaman de Ayuntamiento, y allí en voz trocada y en lengua medio portuguesa y castellana, le dijo que seguramente podia irse a su casa, porque de nadie seria seguida, y ántes que ella tuviese lugar de quitarse el pañuelo, ya él se habia puesto en parte donde no pudiese ser visto.
Sí, que no estoy obligado a hacer lo que he oido decir que hizo un llamado Corondas, tirio, el cual puso ley que ninguno entrase en el ayuntamiento de su ciudad con armas, so pena de la vida: descuidóse desto, y otro dia entró en el cabildo ceñida la espada: advirtiéronselo, y acordándose de la pena por él puesta, al momento desenvainó su espada, y se pasó con ella el pecho, y fué el primero que puso y quebrantó la ley, y pagó la pena.
Las nuevas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano, que llegó a este pueblo a pintar lo que saliese, mandóle el Concejo pintar las armas de Su Majestad sobre las puertas del Ayuntamiento, pidió dos ducados, diéronselos adelantados, trabajó ocho días, al cabo de los cuales no pintó nada, y dijo que no acertaba a pintar tantas baratijas, volvió el dinero, y, con todo eso, se casó a título de buen oficial, verdad es que ya ha dejado el pincel y tomado el azada, y va al campo como gentilhombre.

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