Ejemplos con avemarías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El arcángel Miguel le dijo a la religiosa que deseaba ser honrado mediante la recitación de nueve salutaciones a través de las cuales se invoca la intercesión de San Miguel y del Coro Celestial correspondiente, rezando un padrenuestro y tres avemarías en cada salutación.
El caballero los hierve y bendice con ochenta padrenuestros, ochenta avemarías, ochenta salves y ochenta credos.
Al terminar el quinto misterio se reza la doxología trinitaria: tres avemarías para proclamar la triple relación de María con la Santísima Trinidad.
De ahí paso, como muchos escultores de la época al de Navas Parejo, realizando numerosas obras que, obviamente aparecen firmadas por el titular del taller, como la Virgen de las Tres Avemarías del Convento de los Padres Capuchinos, varios panteones ubicados en el primer patio del cementerio, imágenes y sagrario para los PP.
Además inauguró la devoción mariana de rezar diariamente tres Avemarías pidiendo la especial protección de María: Dios te salve por la omnipotencia del Padre, Dios te salve por la sabiduría del Hijo, Dios te salve por la bondad del Espíritu Santo.
Su junta directiva decidió la construcción de carrozas que representaran cada una de las partes del rosario: Misterios, Padrenuestros, Avemarías, Glorias y la Letanía.
-Pues aquí me tienes -dijo Celestina-, deseando meterme hasta las cachas en la devoción de esa diosa , y hoy empiezo a rezarle padrenuestros y avemarías para que me tome en su gracia.
! Entre dos avemarías, pronunciadas a media voz, me dijo: Tito, ¿te encuentras bien? ¿Has podido dormir?.
Rezaba al anochecer uno y dos tercios de rosario, ella sola, entre labios, descuidándose en marcar las Avemarías con el pase de cuentas, dormía de un tirón toda la noche, roncando desaforadamente con diversidad de sones musicales, como trémolos de violoncellos, chirridos de veletas castigadas por el viento, rumor de un salto de agua, y acordes perfectos de fagot y clarinete con tónica, tercera, quinta y séptima disminuida.
Dieron, por último, las tres Ave-Marías todos los campanarios de la poblacion, y las niñas comenzaron a salir del Colegio, primero en grupos, luégo desperdigadas.
Fuéronse, y juntáronse con las muchas labradoras que a la hora de las Avemarías suelen salir de Madrid, para volverse a sus aldeas, y entre otras vuelven muchas, con quien siempre se acompañaban las jitanas, y volvian seguras, porque la jitana vieja vivia en continuo temor no le salteasen a su Preciosa.
Sí, respondió la gallega, tenedle el pié al herrar, bonita es la niña para eso: par Dios, señor, si ella se dejara mirar siquiera, manara en oro: es mas áspera que un erizo: es una traga avemarías, labrando está todo el dia y rezando: para el dia que ha de hacer milagros, quisiera yo tener un cuento de renta: mi ama dice que trae un silicio pegado a las carnes, y que es una santa.
Lo que vuestra merced puede hacer, y es justo que haga, es mudar ese servicio y montazgo de la señora Dulcinea del Toboso en alguna cantidad de avemarías y credos, que nosotros diremos por la intención de vuestra merced, y ésta es cosa que se podrá cumplir de noche y de día, huyendo o reposando, en paz o en guerra, pero pensar que hemos de volver ahora a las ollas de Egipto, digo, a tomar nuestra cadena y a ponernos en camino del Toboso, es pensar que es ahora de noche, que aún no son las diez del día, y es pedir a nosotros eso como pedir peras al olmo.
Y luego dijo sobre la alcuza más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una cruz, a modo de bendición, a todo lo cual se hallaron presentes Sancho, el ventero y cuadrillero, que ya el arriero sosegadamente andaba entendiendo en el beneficio de sus machos.
Mas ya sé que lo más que él hizo fue rezar y encomendarse a Dios, pero, ¿qué haré de rosario, que no le tengo? En esto le vino al pensamiento cómo le haría, y fue que rasgó una gran tira de las faldas de la camisa, que andaban colgando, y diole once ñudos, el uno más gordo que los demás, y esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de avemarías.
Hízolo así Sancho, y, diciendo a Dios, se dejó vendar los ojos, y, ya después de vendados, se volvió a descubrir, y, mirando a todos los del jardín tiernamente y con lágrimas, dijo que le ayudasen en aquel trance con sendos paternostres y sendas avemarías, porque Dios deparase quien por ellos los dijese cuando en semejantes trances se viesen.
No es otra la locura sino que éstas son cartas de duquesas y de gobernadores, y estos que traigo al cuello son corales finos, las avemarías y los padres nuestros son de oro de martillo, y yo soy gobernadora.
-Son las avemarías que pasan.
Y guarden ya silencio, y antes de bajar al refectorio, recemos tres Avemarías, para que sor Cruz se ponga buena.
Le trajimos en brazos como se pudo, y gracias al ''algebrista'' de Gondás, ¿no sabe usted?, aquel hombre que cura toda rotura y dislocación sin reglas ni sabiduría, con unas tablillas, unos cordeles y siete avemarías con sus ''Gloria Patris'', no tendrá que gastar muleta el señor de ''Brus'' o como se llame, aunque siempre al andar se le conocerá un poquito.
Deseando conciliar el sueño, y librarse de aquel suplicio de la voz interna, apretaba los párpados, evocaba el descanso y el olvido, poniendo en práctica para ello ciertas recetas de higiene cerebral, como rezar tantos o cuantos Padres nuestros y Avemarías, hacer sumas y restas, o contar cifras altas.
Cuando sonaron los toques del Ángelus se descubrió y miraba pasar en el cielo bandadas de avemarías.
-¿Qué es eso, hija mía? -preguntó, a la vez que cogía una de las desfallecidas manos a la enferma, que seguía mirándole con el espanto en los ojos, y al ver que nada le respondía, continuó con voz dulce y acariciadora-: Me he enterado por mi hermana de que estás algo malucha, y ahora, al pasar por la esquina, pues voy a casa de Bastián, que tiene a la menor de sus mozas con un calenturón que la está achicharrando, pues me dije yo: «Ya que estamos tan cerca, vamos en un vuelo a ver a Rosalía, y a llevarle este escapulario de la Santísima Virgen de Lourdes, para que durante tres meses la rece tres Avemarías en acción de gracias por haberle devuelto la salud».
-¡Dios quiera que no quede ni un miñaque, ni un ovillo, ni un loro, ni un calcetín! -exclamaba el feliz tendero, balbuceando a ratos avemarías y atrayendo muy curiosamente sobre sí la atención de los vecinos.
¡Cosa por demás extraña! Aquella voz, tan armoniosa y dulce en la conversación corriente, tornábase un tanto áspera en la plañidera rutina de los Paternostes y Ave-marías.
Al estruendo de los tiros, temblamos de pavor, redoblando cada cual sus demostraciones: yo mis llantos, Zoilo sus blasfemias, Eustaquio sus Padrenuestros y Avemarías.
¿Se había fijado la madre Gregoria? ¿Era una ilusión de la vista de la madre Celia, con su principio de cataratas? ¿Soñaba la madre Hilaria al asegurar que el año pasado el rosario sólo tenía un diez rojo, y ahora ya era otro diez y las Avemarías?.
-¡Jal ¡Ja! ¡Ja! -decían los vecinos de Cabia, después de rezar las tres Avemarías-.
Las campanas de Santa María tocaban a la oración, y el anciano y el joven se descubrieron la cabeza y rezaron las tres Avemarías.
Rosalía miró a don Leovigildo con ojos en que el terror había ido amortiguando su brillo siniestro, el acento de convicción con que éste había dicho aquello había hecho renacer en su espíritu un pálido destello de esperanza: ¡rezar durante tres meses tres Avemarías cada noche a la Santísima Virgen! Luego era posible que aquello que sentía fuese la crisis que empezaba a librar la última batalla en la enfermedad en derrota.

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