Ejemplos con austeros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ambos grupos tenían en común la predicación en el ámbito urbano, el contacto con las gentes, la enseñanza de la pobreza y la concepción de establecer los monasterios en las villas o ciudades, edificios que debían en principio ser austeros y servir únicamente como refugio y vivienda de los monjes.
Niña Moza, junto con Rodolfo y otros abolicionistas, invaden barracas a la noche y liberan a los negros, entregándolos a las asociaciones abolicionistas, que los orientan rumbo a la libertad, y causando disturbio en la ciudad de Araruna, especialmente a los austeros hacendados, liderados por el cruel Barón.
Por ello, la mayoría son austeros y utilitarios que servían mejor para su constante utilización.
Dotado de robustas fortificaciones, Castel Capuano fue destinado rápidamente a funciones de residencia real de los soberanos normandos, a pesar de sus austeros ambientes y de su vocación natural de presidio militar.
Los ojos austeros, que expresan fuerza de carácter y poder de decisión, pueden penetrar la oscuridad.
La mayor parte del parque vehicular de la empresa fueron autobuses austeros desde sus inicios para prestar servicios categorizados como de segunda clase, convirtiéndose años después competencia de otras líneas de autobuses que entraban a la ciudad de México y hasta el estado de Veracruz como la línea Autobuses Unidos y Autobuses de Oriente debido a que el coste de los pasajes era menor y con la ventaja de que se podía llevar consigo casi toda clase de objetos incluso animales de granja o domésticos pequeños que se colocaban al fondo del autobús a través de una puerta trasera con escalerilla.
EUR ofrece una imagen a gran escala de cómo la Italia urbana podría haber sido, si no hubiera caído el régimen fascista, amplias calles planeadas axialmente y edificios austeros de stile Littorio, inspirado por la antigua arquitectura romana, o racionalismo, arquitectura moderna pero construida usando tradicionales piedra caliza, toba volcánica y mármol.
Todas estas columnas y semicolumnas van coronadas por capiteles vegetales que se adornan con hojas de palma o de acantos con bolas, muy austeros como corresponde a una ornamentación cisterciense.
El patio, no visitable por hallarse en la clausura, lo componen galerías sostenidas por austeros arcos ligeramente escarzanos y apoyados en pilastrones de sección cuadrada.
Ella no decía nada, pero algunas veces sentía una vaga pesadumbre al encerrar su cuerpo gallardo en aquellos hábitos austeros y tristes.
No eran impíos, pues su simpleza de pensamiento no les permitía este lujo, pero tampoco eran devotos ni austeros: amaban la vida con todas sus dulzuras y sentían la atracción de los peligros con atávico entusiasmo.
La idealidad de lo hermoso no apasiona al descendiente de los austeros puritanos.
Los hombres austeros tienen en la compañía momentánea de esos pisaverdes alocados el mismo género de placer que las damas de familia que asisten de tapadillo a un baile de máscaras.
Y Ferpierre, después de haber dado libre desahogo en los artísticos trabajos, de su primera juventud a sus pasiones vivaces, había comprendido a tiempo todo cuanto hay de exagerado, de falso y malsano en una concepción demasiado amplia y poética de la existencia, y como sus sentimientos habían llegado a ser más austeros, más severos eran por consiguiente sus juicios.
Sobre la estantería se alineaban los antiguos sillones de la casa: unos a la española, austeros, de líneas rectas, con deshilachados rapacejos, otros de forma griega, con las patas curvas y embutidos de marfil.
»¿Cuáles fueron las tropas que nos presentaron en las orillas de Guadalete los godos españoles? ¡Cuán pronto, en proporción del número, fueron deshechos por nuestros abuelos, fuertes, austeros y atrevidos! ¡Cuán largo y triste tiempo el de su esclavitud! ¡Cuánta sangre derramada durante ocho siglos para reparar el daño que les hizo la afeminación, y para sacudir el yugo que jamás los hubiera oprimido, si hubiesen mantenido el rigor de las costumbres de sus antepasados!».
Jugaba exclusivamente en sus austeros saraos a la báciga o al tresillo con sus canónigos y oidores, con sus veinticuatros y sus maestrantes, no tenía teatro: un voto religioso se lo impedía, no tenía más alumbrado que las piadosas luces que ardían ante sus numerosos retablos, no tenía baldosas, ni Delicias, ni paseo de Cristina, y tenía actualidad, como se diría ahora, aquella regla de:.
-¿Habéis pensado -repuso el maestre- que el mundo acaba en estos umbrales silenciosos y austeros?.
¡Y cuán imponente aparecía a aquella distancia, relativamente a los demás pueblos comarcanos! -Su verde y matizada vega dilatábase allá abajo, al pie de los austeros montes que la circundan, como una sonrisa de la Naturaleza, y, en medio de aquella graciosa campiña, divisábanse los nobles edificios y tendidas calles de la capital del viejo corregimiento, de la actual cabeza del propio partido judicial que recorríamos, de la tierra clásica de los curiales, del pueblo, en fin, más a propósito para representarnos, como nos representaba a lo lejos, la parte jurídica de la Pasión, las casas de Anás, de Caifás, de Herodes y de Pilatos, la Sinagoga, el Pretorio, los Jueces, los Escribas, los Fariseos, los soldados de Roma mezclados con las turbas judías, y las turbas judías gritándole al Pretor romano: «¡Perdona a Barrabás y crucifica a Jesús Nazareno!».
Vio en Constantinopla a los austeros musulmanes, no sólo comer salchichón y lomo y beber Jerez, sino también comer tocino gordo, y echarse al cuerpo cada copa de vino tinto y aguardiente que daba miedo.
Los que después le siguieron vivieron en la oscuridad, el mismo Sila se crió con un patrimonio bien escaso, pues siendo mancebo habitó casa alquilada en precio muy moderado, como después se le echó en cara cuando se le vio más floreciente de lo que parecía justo, porque se refiere que, jactándose él y haciendo ostentación de sus haberes después de la expedición de África, le dijo uno de los conciudadanos honrados y austeros: “¿Cómo puedes ser hombre de bien tú, que, no habiéndote dejado nada tu padre, tienes ahora tanta hacienda?” Pues no era esto de hombre que permaneciese en una conducta y en unas costumbres rectas y puras, sino de quien hubiese declinado y hubiese sido corrompido por la pasión del lujo y del regalo.
Se restableció el silencio, transcurrieron dos horas, trajeron la cena y encontraron a Milady ocupada en hacer sus oraciones, oraciones que había aprendido de un viejo servidor de su segundo marido, un puritano de los más austeros.
Cuando esté mi mente más en su equilibrio, sin la agitación que ahora experimento, te escribiré largamente sobre este asunto, sólo te diré que ya no me parecen extrañas las mortandades que sus historias dicen de abuelos nuestros en la batalla de Clavijo, Salado, Navas y otras, si las excitaron hombres ajenos de todo el lujo moderno, austeros en sus costumbres, y que pagan dinero por ver derramar sangre, teniendo esto por diversión dignísima de los primeros nobles.
Un monarca que, como el reinante entonces, hacía profesión de los más austeros principios religiosos, un hombre que jamás había amado ni podía amar, no era de esperar que tolerase y protegiese los extravíos galantes en nadie, y menos en un título de Castilla.
Es verdad que con una destreza y una astucia admirablemente disimuladas bajo los rasgos austeros de su semblante, y que con aquella taciturnidad inalterable que hacía pensar que tuviese una alma de mármol, él había trabajado ardientemente en trasponer sus riquezas para burlar en esto al menos la saña de sus enemigos.
y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,.
La otra iba rodeada de una aureola de severidad, que la hacía como lejana e intangible, y sus trajes modestos, casi austeros, poco o nada ceñidos a la moda, añadían a la impresión de alejamiento que esto producía.
Marido de una matrona ejemplar, casta y piadosa, padre de dos lindas muchachas candorosas e inteligentes, Camino era considerado realmente como un criminal en los círculos austeros, y aparente y utilitariamente en los que no lo eran tanto, pero podían aprovecharse de su desprestigio.
¡Y vive Dios que basta de ponerle peros a una novela que a este pecador, y crítico en sus ratos de ocio, le ha causado profunda impresión y le ha llevado a pensar en las grandes tristezas poéticas, irremediables de la vida, y en los consuelos fuertes, austeros, dolorosos que ofrece a los males humanos la pura idealidad religiosa que, probablemente adivinando una realidad suprema, recóndita, divina, ha creado todo un mundo de sanciones eternas!.

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