Ejemplos con arráez

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los temas religiosos eran objeto generalmente de tratados en latín, pero entre los moralistas que emplearon la lengua vulgar están Fray Heitor Pinto, el Obispo Arráez, y Fray Tomé de Jesus, cuyos Trabalhos de Jesus fueron traducidos a varias lenguas.
Yo recordaba haber leído en alguna parte que un desvalido amante llega bonitamente y sin más ayuda que el valor de su brazo, o la protección de tal o cual potencia nigromántica, a las puertas de un castillo donde el más barbudo y zafio moro o gigante de aquellos agrestes confines, tiene encerrada a la más delicada doncella, princesa o emperatriz que ha peinado hebras de oro y llorado líquidos diamantes, y el tal desvalido amante grita desde abajo: Fiero arráez, o bárbaro sultán, vengo a arrancarte esa real persona que aprisionada guardas, y te conjuro que me la des al instante si no quieres que tu cuerpo sea partido en dos pedazos por esta mi espada, y no te rías ni me amenaces, porque aunque tuvieras más ejércitos que llevó el partho a la conquista de la Grecia, ni uno solo de los tuyos quedará vivo.
Comenzaba a cerrar la noche, y fue tamaña la grita de los que se perdían y el sobresalto de los que en nuestro bajel temían perderse, que ninguna cosa de las que nuestro arráez mandaba se entendía ni se hacía, sólo se atendía a no dejar los remos de las manos, tomando por remedio volver la proa al viento y echar las dos áncoras a la mar, para entretener con esto algún tiempo la muerte, que por cierta tenían.
Pidió esta gran suma, según después supe, porque estaba enamorado de Leonisa, y no quisiera él rescatalla, sino darle al arráez de la otra galeota, con quien había de partir las presas que se hiciesen por mitad, a mí, en precio de cuatro mil escudos y mil en dinero, que hacían cinco mil, y quedarse con Leonisa por otros cinco mil.
Hecho esto, el arráez principal, que era un renegado griego llamado Yzuf, pidió por Leonisa seis mil escudos, y por mí cuatro mil, añadiendo que no daría el uno sin el otro.
Hicieron reseña por ver qué gente les faltaba, y, viendo que los muertos eran cuatro soldados de aquellos que ellos llaman leventes, y de los mejores y más estimados que traían, quisieron tomar en mí la venganza, y así, mandó el arráez de la capitana bajar la entena para ahorcarme.
Porque me han muerto respondió el general, contra toda ley y contra toda razón y usanza de guerra, dos soldados de los mejores que en estas galeras venían, y yo he jurado de ahorcar a cuantos he cautivado, principalmente a este mozo, que es el arráez del bergantín.
Dime, arráez, ¿eres turco de nación, o moro, o renegado?.
Responder quería el arráez, pero no pudo el general, por entonces, oír la respuesta, por acudir a recebir al virrey, que ya entraba en la galera, con el cual entraron algunos de sus criados y algunas personas del pueblo.
Este mancebo, señor, que aquí vees es nuestro arráez.
Preguntó el general quién era el arráez del bergantín y fuele respondido por uno de los cautivos, en lengua castellana, que después pareció ser renegado español:.
Los moros, que eran de poco ánimo, viendo hablar de aquella manera a su arráez, quedáronse espantados, y sin ninguno de todos ellos echar mano a las armas, que pocas o casi ningunas tenían, se dejaron, sin hablar alguna palabra, maniatar de los cristianos, los cuales con mucha presteza lo hicieron, amenazando a los moros que si alzaban por alguna vía o manera la voz, que luego al punto los pasarían todos a cuchillo.
Mandó echar el esquife para traerle, y mandó amainar la entena para ahorcar luego luego al arráez y a los demás turcos que en el bajel había cogido, que serían hasta treinta y seis personas, todos gallardos, y los más, escopeteros turcos.
Las que salieron a la mar, a obra de dos millas descubrieron un bajel, que con la vista le marcaron por de hasta catorce o quince bancos, y así era la verdad, el cual bajel, cuando descubrió las galeras, se puso en caza, con intención y esperanza de escaparse por su ligereza, pero avínole mal, porque la galera capitana era de los más ligeros bajeles que en la mar navegaban, y así le fue entrando, que claramente los del bergantín conocieron que no podían escaparse, y así, el arráez quisiera que dejaran los remos y se entregaran, por no irritar a enojo al capitán que nuestras galeras regía.
El arráez Dalí Manú pedía una elevada suma para el rescate de Cervantes.
Sentámonos debajo de unos árboles, y estando hablando en la causa que allí me había llevado, yo dando quejas y don Manuel disculpas falsas y engañosas, como siempre, de la otra parte de la isleta había dado fondo en una quiebra o cala de ella una galeota de moros cosarios de Argel, y como desde lejos nos viesen, salieron en tierra el arráez y otros moros, y viniendo encubiertos hasta donde estábamos, nos saltearon de modo que ni don Manuel ni Luis pudieron ponerse en defensa, ni nosotras huir, y así, nos llevaron cautivos a su galeota, haciéndose, luego que tuvieron presa, a la mar, que no se contentó la fortuna con haberme hecho esclava de mi amante, sino de moros, aunque en llevarle a él conmigo no me penaba tanto el cautiverio.
Y así, me preguntó el arráez, como me vio herrada, quién era yo.
Contento quedó el arráez, tanto con la presa por su interés, como por parecerle había hecho un gran servicio a su Mahoma en sacarme, siendo mora, de entre cristianos, y así lo dio a entender, haciéndome muchas caricias, y a los demás buen tratamiento, y así, fuimos a Argel y nos entregó a una hija suya hermosa y niña, llamada Zaida, que se holgó tanto conmigo, porque era mora, como don Manuel, porque se enamoró de él.
-¿Pero, ¿con qué harás los cañones? -preguntó da Souza, tuteándolo como arráez a galeote.
-Yo era un poderoso arráez aguerridas, pabellones de granete, bellos y suntuosos, y riquezas a montones, cuanto pudiera lisonjear el poderío, el amor propio y la ambición, eso mismo me pertenecía, era, en fin, un nabab, cuyos caudales perdíanse en la fábula por su inmensidad, y sin embargo, de tanta opulencia ¿qué me resta? Héme aquí reducido a la esclavitud, la más mísera de las condiciones humanas, proscrito mi albedrío, encadenado por las redes de la tiranía y convertido en un objeto de oprobio y vilipendio.
Alfonso de León y Castilla, nos ha hecho presa de mala ley en las personas de nuestra muy honorable dueña doméstica Beatriz de Quiñones, entendida por Palomina, y de nuestro buen amigo y prisionero de honor el antes arráez y poderosísimo señor Omar-Jacub, a quien teníamos bajo de la salvaguardia de nuestra buena fe y lealtad en un palacio subterráneo que existe en nuestros dominios.
Cercada tiene a Baeza — ese arráez Andalla Mir,.

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