Ejemplos con arrogantes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En otros países se alzaron también protestas contra las exageradas y arrogantes exigencias del gobierno francés para hacer pagar a su cónsul una indemnización que se consideraba el fraude más escandaloso, como fue reflejado en El Lucero de Buenos Aires.
Los arrogantes y vanidosos elfos de Lorwyn son ahora humildes y heroicos.
Es posible que estos señores, a los que el cronista describe como arrogantes y crueles, representasen a los diversos clanes y comunidades tributarias de Nicoya, ya que la voz galpón parece derivar de calpulli, palabra que entre los aztecas identificaba a un grupo cuyos miembros tenían antepasados comunes y compartían un territorio dividido en parcelas.
Son arrogantes y alitivas, aunque los elfos han logrado establecer una relación acenstral con ellas.
Había casos de jóvenes tan arrogantes que por no sucumbir al dolor y por no caer a los pies de sus compañeros preferían morir.
Lord Ellenborough le envió un despacho secreto, escrito en términos ofensivos y arrogantes, pidiéndole su inmediata renuncia al cargo, aunque Lord Canning hizo caso omiso al requerimiento y Lord Ellenborough fue obligado a abandonar su puesto por la misiva.
En el resto de las personas, al estar con una persona con este tipo de complejos, se puede llegar a pensar que son arrogantes o que quieren hacerse destacar por aspectos banales.
A las personas arrogantes o fanfarronas que aparentan ser lo que no son en realidad se les suele decir: Se las da de gran cacao y no llega ni a borra de café.
Más bien hemos de felicitar a los arrogantes, que aun haciendo el mal prosperan y aun tentando a Dios escapan impunes.
Él y sus hijos eran arrogantes y los gemelos Hunahpú y Ixbalanqué mataron a Vucub.
Las arrogantes y duras como buenas payesas, no gritaban ni huían a la vista de estos tres piratas enemigos de Dios y de los santos.
Y encima de los golpes, humillantes para su dignidad de bravo, la certeza del encierro en el Seminario, la negra sotana, semejante a las faldas de las mujeres, y el pelo cortado al rape, perdiendo para siempre aquellos bucles que asomaban arrogantes bajo las alas de su sombrero, la tonsura, que haría reír o infundiría un frío respeto a las , y ¡adiós bailes y noviazgos! ¡adiós cuchillo!.
El regocijábase pensando en los mozos arrogantes que iba a conocer.
Era un Febrer, de aquella familia de señorones arrogantes, y con esto quedaba dicho todo.
Eran escenas mitológicas y bíblicas, damas arrogantes, de abultadas carnes color de rosa, que comparecían ante guerreros rojos o verdes, enormes columnatas, palacios con guirnaldas de flores, cimitarras en alto, cabezas por el suelo, tropeles de caballos panzudos con una pata en alto: todo un mundo de viejas leyendas, pero con tintas frescas a pesar de los siglos, y entre franjas de manzanas y hojarasca.
Los de Aldama ni siquiera se dignaron contestarle pasando fríos y arrogantes por delante de él.
Iban desfilando las banderas de los diversos pueblos con todas las tintas del iris, y detrás de ellas los rusos, de ojos claros y místicos, los ingleses, con la cabeza descubierta, entonando cánticos de religiosa gravedad, los griegos y rumanos, de perfil aquilino, los escandinavos, blancos y rojos, los americanos del Norte, con la ruidosidad de un entusiasmo algo pueril, los hebreos sin patria, amigos del país de las revoluciones igualitarias, los italianos, arrogantes como un coro de tenores heroicos, los españoles y sudamericanos, incansables en sus vítores.
¡Ay, si las mujeres pudiesen ir a la guerra! Se veía de jinete en un regimiento de dragones, cargando al enemigo con otras amazonas tan arrogantes y hermosotas como ella.
Pero ahora me inspira usted cierto interés, porque le creo bueno y franco a pesar de sus exterioridades arrogantes ¡Márchese, no me busque! Es la mejor prueba de afecto que puedo darle.
¡Qué conmovedoras las banderas rotas! ¡Qué arrogantes, y como sacerdotes, los que las llevaban! Parecían altos aunque no lo fueran.
Aquellos hombres de largas blusas y boinas mugrientas, apoyados en fuertes garrotes, miraban con asombro, como si fuesen de una raza distinta, a los arrogantes mineros, que se llamaban a gritos y se abrían paso reclamando el auxilio del alguacil, única autoridad que guardaba el orden del inmenso concurso, sin más arma que un mimbre blanco.
Las señoras, amenazando con no comprar en los establecimientos cuyos dueños votasen al candidato liberal, el dinero, entrando en los barrios populares como un veneno que enloquecía a la gente y la hacía terminar sus disputas a palos y tiros, las damas ricas, deslizándose en los tugurios de los miserables, arrogantes como amazonas, con el bolso abierto y el paquete de papeletas electorales.
Desde que supe leer y abrir libros, quise ser igual a los grandes capitanes que veía en las láminas, erguidos sobre el caballo, con la espada en la mano, arrogantes y hermosos.
Quedábase muy convencida después de sentar estas arrogantes afirmaciones, y la satisfacción le producía tal contento, que se ponía a cantar en voz baja, arrullando a su hijo, y cuando este se dormía, continuaba rezongando como la pájara en el nido.
En el mismo instante alzó la frente, y con satánica convicción, que tenía cierta hermosura por ser convicción y por ser satánica, se dejó decir estas arrogantes palabras:.
Detúvose el grupo, el gaitero, vestido de pana azul, en actitud de cansancio, dejando desinflarse la gaita, cuyo caía sobre los rojos flecos del roncón, se limpiaba la frente sudorosa con un pañuelo de seda, y los reflejos de la paja ardiendo y de las luces que alumbraban la casa del cura permitían distinguir su cara guapota, de correctas facciones, realzada por arrogantes patillas castañas.
Muy hermosa y gallarda iba a la verdad aquel dia, con su vestido de gro celeste y su mantilla de blonda negra, que más bien servian de realce que de disfraz a las arrogantes líneas de su cuerpo, pero inútil era que las beldades del país tratasen de copiar lo que en aquella mujer de raza, educada desde la cuna por las sílfides de la elegancia y de la moda, constituia ya segunda naturaleza.
Dos de ellos dan a la parte donde subíamos, sirviendo el uno de entrada a la rampa, y el otro como de balcón, desde el cual se tocan con la mano los bermejos frutos de los naranjos del compás, y se descubre, al través de sus ramas, un elegantísimo ángulo de la contigua iglesia, de perfecto estilo gótico, cuyas gentiles ojivas, esbeltos juncos y erguidas agujas, todo ello de una resistente piedra dorada por los siglos, infunden en el ánimo, en medio de aquellas abandonadas ruinas, arrogantes ideas de inmortalidad.
Cualquiera de aquellos dos arrogantes y espléndidos rústicos habría sido llamado con razón .
—Contenta estarás, oh enemiga mortal de mi descanso, en tener con tanto sosiego delante de tus ojos la causa que hará que los mios vivan en perpetuo y doloroso llanto: llégate, llégate, cruel, un poco mas, y enrede tu yedra a ese inútil tronco que te busca: peina o ensortija aquesos cabellos de ese tu nuevo Ganimédes, que tibiamente te solicita: acaba ya de entregarte a los banderizos años dese mozo en quien contemplas, porque perdiendo yo la esperanza de alcanzarte, acabe con ella la vida que aborrezco: ¿piensas por ventura, soberbia y mal considerada doncella, que contigo sola se han de romper y faltar las leyes y fueros que en semejantes casos en el mundo se usan? ¿Piensas, quiero decir, que ese mozo altivo por su riqueza, arrogante por su gallardía, inesperto por su edad poca, confiado por su linaje, ha de querer, ni poder, ni saber guardar firmeza en sus amores, ni estimar lo inestimable, ni conocer lo que conocen los maduros y esperimentados años? No lo pienses, si lo piensas, porque no tiene otra cosa buena el mundo, sino hacer sus acciones siempre de una misma manera, porque no se engañe nadie sino por su propia ignorancia: en los pocos años está la inconstancia mucha, en los ricos la soberbia, la vanidad en los arrogantes, y en los hermosos el desden, y en los que todo esto tienen la necedad, que es madre de todo mal suceso: y tú, o mozo, que tan a salvo piensas llevar el premio mas debido a mis buenos deseos que a los ociosos tuyos, ¿por qué no te levantas dese estrado de flores donde yaces, y vienes a sacarme el alma que tanto la tuya aborrece? y no porque me ofendas en lo que haces, sino porque no sabes estimar el bien que la ventura te concede: y vese claro que le tienes en poco, en que no quieres moverte a defenderle por no ponerte a riesgo de descomponer la afeitada compostura de tu galan vestido: si esa tu reposada condicion tuviera Aquíles, bien seguro estuviera Ulíses de no salir con su empresa, aunque mas le mostrara resplandecientes armas y acerados alfanjes: véte, véte, y recréate entre las doncellas de tu madre, y allí ten cuidado de tus cabellos y de tus manos, mas dispuestas a devanar blando sirgo, que a empuñar la dura espada.

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