Ejemplos con arrimaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entonces, si el amiguito se hacía el remolón y no se apresuraba a compartir con él la golosina, arrimaba el hocico y, no se la arrancaba violentamente, que esto no cuadraba a su educación ni a su carácter diplomático, pero con sutileza increíble se insinuaba, se insinuaba, principiaba por lamer tímidamente el pastel y concluía por abrir con extrema delicadeza la mano del niño y engullírselo.
-Pero, señores -dijo el Comandante Castillejo, que se arrimaba siempre a las tertulias de muchachos-, ¿para qué nos traen mujerío, si en Tetuán, allí.
Feijoo se arrimaba a él y le daba conversación, por lástima, animándole y procurando distraerle de su tema, pero Ramsés II, cuyo verdadero nombre era Villaamil, no tenía más consuelo que aplicar su oreja seca y amarilla a la conversación, por si escuchaba algo de crisis o de trifulca próxima que diese patas arriba con todo.
Si llovía de pronto, ya estaba el muchacho corriendo a la calle de Botoneras a buscarle el paraguas: si había que ir al estanco por tabaco, volvía en un decir Jesús, para traerle café de uno que había cerca de la imprenta, nadie andaba más ligero, y si la cafetera venía fría, la arrimaba a la máquina de vapor, sin lamer la media tostada o escamotear azúcar, como hacían otros.
Se agitó tanto en aquel paseo vagabundo, que a las once ya no se podía tener en pie, y se arrimaba a las paredes para descansar un rato.
Sin explicarse el porqué, empezó a desagradar a Julián la tertulia y las familiaridades de Sabel, que se le arrimaba continuamente, a pretexto de buscar en el cajón de la mesa un cuchillo, una taza, cualquier objeto indispensable.
A menudo se arrimaba a Manolita un señorito muy planchado y tieso, con cierto empaque ridículo y exageradas pretensiones de elegancia: llamábase don Víctor de la Formoseda y estudiaba derecho en la Universidad, don Manuel Pardo le veía gustoso acercarse a sus hijas, por ser el señorito de la Formoseda de muy limpio solar montañés, y no despreciable caudal.
Mientras se los enjugaba, mejor dicho, enjugándoselos, se los sobaba blandamente, y de cuando en cuando les imprimía un ardiente beso, o se los arrimaba a las mejillas para comunicarles algo del calor que ardía en sus venas.
A ella se arrimaba el galán, y fijo allí aguardaba.
Y al hablar así el de a pie, vuelto hacia el de a caballo, le mostraba una cruz formada con el pulgar y el índice de su mano derecha, mientras con la izquierda arrimaba el farol a ella.
A un lado se le arrimaba una huertecilla mal cercada y al opuesto una casuca baja, a la cual se adhería otra por el estilo y más baja aún, tanto, que las primeras ramas de un breval que la amparaba por el costado descubierto, cuando se zarandeaban sobre las tejas al menor soplo del viento, no las tocaban.
¡A rejalgar me supo a mí! ¡Cómo se arrimaba él!.
Sospechaba que era un hipócrita siempre, y un sacrílego cada vez que comulgaba, pero esta sospecha no era bastante para echarle del confesonario cuando se arrimaba a él, lo menos una vez cada semana, ni de la iglesia todos los días, cuando en ella estaba reza que te reza y canta que te canta.
La madre iba por caminos diferentes que su marido, y se arrimaba más a los de la hija.
Bien sabía el pícaro que a buena sombra se arrimaba para verse libre de persecuciones de la policía y requisitorias del juez, que los apóstoles eran como los diputados en lo de gozar de inmunidad.
El hombre era medio labriego y medio pescador, y el rapaz, que resultó fornido y cariñoso, se arrimaba cuanto podía al trabajo de su padre, pero con preferencia al de la mar.
Pero salió de ella, y volvió a las andadas, y tornó la justicia a prenderle, y en este juego pasaron dos años, torturado Gedeón entre sus celos, que le sacaban de casa, y el temor al zapatero, que le asustaba en la calle, el odio que sentía hacia Solita, y el amor propio que cada vez le arrimaba más a ella, el asco que le producía el remendón, y el dinero que le costaba verse libre de él por algunas semanas, el reuma y el catarro que iban desarrollándose en sus piernas y en su pecho, como hiedra en pared vieja, y el zumbar en su cerebro, sin tregua ni descanso, de aquella tempestad de desencantos y remordimientos, cada día más deshecha.
En esta postura, tomaba un polvo, agachaba la cabeza, arrimaba la oreja derecha al libro y requería con la zurda el bastón.
¡A buen apoyo se arrimaba!.
-Ya, pero ¿quién era el guapo que los arrimaba a ella?.
-Yo no digo que eso se puea aguantar, lo que yo digo es que por tan poquilla cosa no se le jace a naide un boquete ni se arma un estrupicio, y si usté fuera hombre que siguiera un güen consejo, yo le prometería a usté que, sin que se enturbiara el agua, dentro de na ese gachó no se arrimaba ni amarrao a la esquina de la calle aonde usté tiée sus cubriles.
-Pos yo usté, lo que es a ese Pórvora le arrimaba un misto más pronto que se dice.
-¿Un misto? Una puñalá trapera es lo que yo le arrimaba, porque ése y no más que ése es el que a mí me va a quitar del mundo, si es que Dios no lo remedia.
Tan pronto se arrimaba a las casas de la derecha como a las de la izquierda, con pericia de práctico navegante.
De perfil no estaba todavía mal para galantearla, y aun de frente, pues el profesor de bandurria, todas las noches al acostarse se arrimaba a una puerta que daba al cuarto de su vecina, y le decía con su acento andaluz:.
El ladrón emprendió la carrera, mas una mujer le acertó con una pedrada en las piernas, a la vez que un carpintero de la vecindad le arrimaba un trancazo contundente.
Llegó el invierno y con él el frío, el hombre arrimaba las manos a la boca y soplaba en ellas.

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