Ejemplos con aplomo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No delataba el aplomo del cura conquistador ni el hipócrita y meloso encogimiento del curilla faldero.
Por lo demás, continúa siendo el hombre dado a las grandes frases y al aplomo en el decir, y no ha enriquecido su erudición ni reformado su ortografía, pero aquélla no la necesita en la vida que trae, ni ésta le es indispensable, dictando, como dicta, hasta su correspondencia particular.
Algunas mujeres ocupaban taburetes plegadizos de lona, con el aplomo que confiere el derecho de propiedad.
A él que le preguntasen sobre casos prácticos, y su pericia de patrón de barca, habituado a todos los peligros del mar, le haría responder con el aplomo de un sabio.
Se sintió fuerte, con una audacia y un aplomo que nunca había tenido en el viejo mundo.
Miranda se lo pintó así, y el señor Joaquín convino en ello: las inteligencias medianas ceden siempre al aplomo que las fascina.
Y lo decía con un aplomo desdeñoso, como si tuviese a su disposición todos los millones encerrados en el fondo del buque.
Como todos los grandes caudillos de que nos habla la historia, don Rosendo no perdía jamás el aplomo.
Urquiola hablaba al doctor con el mismo aplomo que si estuviera en el café o en la sociedad de San Luis Gonzaga, rodeado de aquella juventud piadosa y elegante que le tenía por capitán.
Aquellos ángeles morenos, que tan mansamente cantaban gozos y letrillas en la iglesia de Alboraya al celebrarse las fiesta de las solteras, enardecíanse a solas y matizaban su conversación con votos de carretero, hablando de cosas internas con el aplomo de una comadrona.
Butrón, un cigarrodijo, y con el aplomo de un veterano, de repente, sin preámbulos, hizo estallar esta bomba:.
La condesa no se aturdió tampoco, con la exquisita distinción de la gran señora de raza, que tan en alto grado poseía, y el aplomo de la mujer de mundo que encuentra reparos para todos los apuros, y salida para todos los laberintos, y palabras para todas las situaciones, expuso a la dama anónima el objeto de su visita.
Sonó una puerta en el interior, luego otra más cerca, y el levantó la cortina: Currita respiró desahogada Entraba la dama duende, la incógnita de las camelias, con el aplomo y el descoco de una de café cantante que se presenta ante el público, fijando en él una mirada de provocación más bien que de temor o de extrañeza.
La marquesa ateníase en sus palabras a la pauta trazada de antemano por Butrón, evitando con habilidad suma los puntos escabrosos y las mentiras gordísimas marcadas por el diplomático, hablaba muy despacio, con sencillez exenta de toda pedantería y el aplomo y la seguridad que dan a las personas nacidas y criadas en altas esferas el trato continuo de gentes y la conciencia de su propia grandeza.
Jacobo, herido en su vanidad, derrotado en sus planes, revolvíase furioso al verse cogido en sus propias redes, mientras la marquesa, muy sorprendida y admirada, preguntábale sin perder un punto de su aparente ingenuidad y su señoril aplomo:.
Al resolverse a emprender el viaje, receló que las primas fuesen algunas señoritas muy cumplimenteras y espetadas, cosa que a él le pondría en un brete, por serle extrañas las fórmulas del trato ceremonioso con damas de calidad, clase de que nunca había cazado, mas aquel recibimiento franco le devolvió al punto su aplomo.

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