Ejemplos con algalia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Utilizando alambiques para destilar alcohol como soporte de las esencias, elaboraron refinados perfumes como el almizcle, la algalia y el Agua de rosas, por nombrar los más amados y requeridos en toda la Edad Media.
Entre los animales silvestres se sospecha del agutí como reservorio, se han encontrado infecciones naturales en tapires, cobayos, gatos de algalia y capibaras.
Pero este nombramiento,repuso Algalia, a quien por el momento sólo podía preocupar su senaduría,¿qué quiere decir, a qué viene darme tan gran prueba de afecto?.
La culpable era Margarita de Algalia, y el que pasaba por novio de la hija era su amante.
Aquella chica era la doncella de Margarita de Algalia, y como Josefina tenía su servidumbre aparte, lo lógico era que aquella ropa fuese también de la duquesa.
¿Era quizá el disgusto de ver alejado de la casa al hombre que estaba enamorado de su hija? No, seguramente, pues harto podía comprender Margarita de Algalia que nunca faltarían a Josefina ocasiones de ventajosa y feliz boda.
En cuanto a lo del agravio inferido, no podía Algalia explicarse satisfactoriamente por qué se había ofendido Félix por una frase dicha con cierto carácter de generalidad.
Y separándose con rapidez de Algalia, que maquinalmente había recogido el pliego, estrechó la mano a la duquesa, que intentó en vano detenerle, saludó al cura, hizo a los restantes una inclinación de cabeza, mirando profundamente a Josefina, extrañada de tan repentina despedida, salió del comedor, cruzó las salas, y un momento después el portero, descubriéndose respetuosamente, le abría la lujosa verja del parque.
Mucho permitía su riqueza a los de Algalia, pero más valía su exquisito modo de elegir: eran de los pocos que saben comer, cosa harto difícil de aprender, porque sólo a gente rica está reservada su enseñanza.
Existían en cambio poderosos indicios para suponer que, si algún exceso de galantería mostraba Félix Aldea hacia Margarita de Algalia, no eran enteramente desinteresadas sus intenciones.
Recibido por éstos como exigía la hidalguía en tan grandes personas, y en él lo respetable de su ministerio, le acompañaron hasta la habitación que le estaba destinada, le enseñaron la capilla, encargaron al mayordomo y al administrador que le respetasen y sirviesen, y sin más conversación quedó instalado Lázaro en casa de los duques de Algalia.
De esta suerte, sin que ninguno de entrambos lo buscara, llegaron a conocerse y tratarse Félix Aldea y Josefina de Algalia.
Y si además de ser senador pudiera serlo de por vida ¡Senador vitalicio! Soñaba con sentarse por derecho propio en los escaños rojos de la Alta Cámara, ir en coche hasta la plaza de los Ministerios, apearse lejos del zaguán para cruzar entre filas de curiosos, que murmurasen, ese es el duque de Algalia, entrar luego en el salón de conferencias, andar solo por los rincones como quien medita un plan, estrechar la mano a los ministros, acoger las peticiones de los pretendientes, diciendo veremos, o haré lo que pueda, y salir después de una votación exclamando: ¡Los deberes políticos! Mi conciencia! ¡El partido! ¡Las instituciones!.
Resta añadir, para mayor encanto de golosos, que Margarita de Oropendia, duquesa de Algalia, aunque tuviese más, sólo representaba treinta años, y era relativamente virtuosa.
Cuanto esplendoroso puede dar la vida contemporánea, cuanto grande son susceptibles de engendrar el refinamiento del gusto y la sobra del oro, se reflejaba en la morada de los duques de Algalia.
Ere por aquel tiempo en la corte la casa de los duques de Algalia una de las más ricas y afamadas por aristocráticas.
Vas de capellán a casa de los duques de Algalia, señores tan poderosos como buenos.
Respondió que porque ellos querian, pues estaba en su mano ser ricos, si se sabian aprovechar de la ocasion que por momentos traian entre las manos, que eran las de sus damas, que todas eran riquísimas en estremo, pues tenian los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral, y la garganta de cristal trasparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas, y mas que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producia jazmines y rosas, que su aliento era de puro ámbar, almizcle y algalia, y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza.
No le mana, canalla infame respondió don Quijote, encendido en cólera, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones, y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama.
Y advertid, hijo, que al soldado mejor le está el oler a pólvora que algalia, y que si la vejez os coge en este honroso ejercicio, aunque sea lleno de heridas y estropeado o cojo, a lo menos no os podrá coger sin honra, y tal, que no os la podrá menoscabar la pobreza, cuanto más, que ya se va dando orden cómo se entretengan y remedien los soldados viejos y estropeados, porque no es bien que se haga con ellos lo que suelen hacer los que ahorran y dan libertad a sus negros cuando ya son viejos y no pueden servir, y, echándolos de casa con título de libres, los hacen esclavos de la hambre, de quien no piensan ahorrarse sino con la muerte.
== Cuento del cuervo y el gato de Algalia ==.
He llegado a saber que un cuervo y un gato de Algalia habían trabado una firme amistad y se pasaban las horas retozando y jugando a varios juegos.
Todo lo fisgoneaban, todo lo sabían y todo lo conocían por adentro y por afuera, por arriba y por abajo, los diligentes revisteros, y de todo escribían sin tregua ni descanso, sin calo ni medida, mojando la áurea pluma en «ámbar desleído» y sahumando el papel con nubes olorosas de mirra y algalia del Oriente.
También le dije cómo vas muy limpia, muy linda y muy agraciada, y que toda eras ámbar, almizcle y algalia entre algodones.
E en su casa fazía perfumes, falsaua estoraques, menjuy, animes, ámbar, algalia, poluillos, almizcles, mosquetes.
Creedme que estos torpes son como los gatos de algalia, que en volviéndoseles a.

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