Ejemplos con alcé

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Así que con disimulo alcé un si es no es el visillo, apliqué el ojo, y cuando la señora se inclinó para tomar el vaso de agua quedé asustado viendo que era Elenita.
Alcé los ojos, y en la puerta de mi cuarto vi un bulto, una persona que allí apareció como clavada.
Me amenazó, díjome que la estaba de cinco meses Alcé los hombros Dos palabras él, dos palabras yo alargué este brazo, y plaf Izquierdo bajó de golpe un tramo entero Otro estirón, y plaf de un brinco el segundo tramo y con la cabeza para abajo.
Al entrar en la calle y acercarnos a la casa, alcé la vista y detrás del vidrio de uno de los miradores, distinguí un bulto siniestro, después dos ojos terribles separados por el curvo filo de una nariz aguileña, después un rayo de indignación que partía de aquellos ojos.
Por eso, cuando leída la carta alcé los ojos, vi delante de las primeras filas de caballería algunas masas de tropa escoltando los seis cañones de la carretera, cuyo fuego certero y terrible había sido el nudo gordiano de la batalla.
Y ya no dudé, no: y al consagrar mi felicidad a Dios, me alcé fuerte y tranquilo, lleno de vida y de juventud y de esperanza.
Digo pues que mi amo me enseñó a llevar una espuerta en la boca, y a defenderla de quien quitármela quisiese: enseñóme tambien la casa de su amiga, y con esto se escusó la venida de su criada al matadero, porque yo le llevaba las madrugadas lo que él habia hurtado las noches: y un dia, que entre dos luces iba yo diligente a llevarle la porcion, oí que me llamaban por mi nombre desde una ventana, alcé los ojos, y vi una moza hermosa en estremo, detúveme un poco, y ella bajó a la puerta de la calle, y me tornó a llamar: lleguéme a ella como si fuera a ver lo que me queria, que no fué otra cosa que quitarme lo que llevaba en la cesta, y ponerme en su lugar un chapin viejo: entónces dije entre mí: la carne se ha ido a la carne.
Con todo esto, nos quedámos en el hospital aquella noche, y encontrándome la vieja en el corral solo, me dijo: ¿Eres tú, hijo, Montiel? ¿eres tú, por ventura, hijo? Alcé la cabeza, y miréla muy despacio: lo cual visto por ella, con lágrimas en los ojos se vino a mí, y me echó los brazos al cuello, y si la dejara, me besara en la boca, pero tuve asco, y no lo consentí.
Yendo una noche mi mayor a pedir limosna en casa del corregidor desta ciudad, que es un gran caballero y muy gran cristiano, hallámosle solo, y parecióme a mí tomar ocasion de aquella soledad para decille ciertos advertimientos que habia oido decir a un viejo enfermo deste hospital acerca de cómo se podia remediar la perdicion tan notoria de las mozas vagamundas, que por no servir dan en malas, y tan malas, que pueblan los hospitales de los perdidos que las siguen, plaga intolerable y que pedia presto y eficaz remedio: digo que queriendo decírselo, alcé la voz, pensando que tenian habla, y en lugar de pronunciar razones concertadas, ladré con tanta priesa y con tan levantado tono, que enfadado el corregidor, dió voces a sus criados que me echasen de la sala a palos, y un lacayo que acudió a la voz de su señor, que fuera mejor que por entónces estuviera sordo, asió de una cantimplora de cobre que le vino a la mano, y diómela tal en mis costillas, que hasta ahora guardo las reliquias de aquellos golpes.
Acaeció, pues, que un día, estando en un terrado de nuestra prisión con otros tres compañeros, haciendo pruebas de saltar con las cadenas, por entretener el tiempo, estando solos, porque todos los demás cristianos habían salido a trabajar, alcé acaso los ojos y vi que por aquellas cerradas ventanillas que he dicho parecía una caña, y al remate della puesto un lienzo atado, y la caña se estaba blandeando y moviéndose, casi como si hiciera señas que llegásemos a tomarla.
Dejáronla caer, y alcé yo, y hallé en el paño, en toda suerte de moneda de plata y de oro, más de cincuenta escudos, los cuales cincuenta veces más doblaron nuestro contento y confirmaron la esperanza de tener libertad.
¡Ay! ¿De qué me ha servido? ¡Ya veo que el enemigo más allá de los ojos tiene su fortaleza! Recordarás que últimamente me pidió audiencia una dama, hija del sátrapa Artasiro, y yo, fiel a mi propósito, no alcé el trozo de púrpura que me impedía verla.
Alcé la cabeza, y tampoco estaba en el entresuelo, corrí a la escalera, y vi con espanto que, con un fusil entre las manos, se lanzaba del portal a la calle.
Alcé la vista, y allá arriba, sobre el mal pintado celaje del techo, vi destacarse un grupo de cabezas.
Alcé yo mis ojos al cielo y dije a mi amiga: «No son brujas, Casiana.
alcé mi rostro a contemplar el cielo!.
Alcé la cabeza, y vi a un joven decentemente vestido que me miraba con atención.
Pensando cómo me había de vengar, alcé la vista desde el castañar de la fuente al pico de Celaya.
-Alcé los ojos y vi, primero, unas peñas abruptas, y luego innumerables agujeros, por los que se asoman negras bocas de enormes cañones.
Aturdido al pronto, alcé los ojos luego para ver quién querría aporrearme con aquélla, pero no vi a nadie.
Alcé, pues, la cabeza para mirar la nube que tanto me asombraba, y vi un pájaro enorme, de alas formidables, que volaba por delante de los ojos del sol, esparciendo la oscuridad sobre la isla.
Pues bien: desde que le alcé a usted del suelo, señor don Frutos, hice el propósito de abandonar este pueblo tan pronto como mis cuidados no le fueran a usted necesarios.
Pero tú, ¿quién eres? Y alcé la voz para asustarle y hacerme respetar.
Yo alcé la frente, y dije: -«¿En dónde.
Alcé el paquete, me acerqué a la farola.
Me apeé resignadamente y, ante nueva intimación, alcé los brazos.
Alcé los ojos y estaban a un lado el santo Macarro, jugando al abejón, y a su lado el de santo Leprisco, luego, en medio, estaba san Ciruelo y muchas mandas y promesas de señores y príncipes aguardando su día, porque entonces las harían buenas, que sería el día de san Ciruelo.
Alcé los ojos y vi la Muerte en su trono y a los lados muchas muertes.
Yo te alcé en mis estrofas, sobre todas,.
Alcé la frente, la miré.

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