Ejemplos con afilando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para usarlo, se inserta la extremidad del lápiz en el orificio del sacapuntas y se gira el lápiz con una mano mientras se sostiene fijo con la otra: la navaja dentro del sacapuntas afeita paulatinamente la madera del lápiz, afilando así la punta.
Mientras se está afilando el lápiz, se percibe duro el accionar de la manivela el cual se afloja al poco tiempo una vez que ha quedado afilado el lápiz, pudiendo entonces extraerlo para su uso.
En la actualidad, los afiladores sobreviven gracias a la venta de herramientas de corte en comercios y afilando ocasionalmente cuchillos y tijeras usadas en el hogar.
¿También Carmen? Eso no puede serquiso decir la señora, afilando el grifo de su vocecilla.
No pudo dar por de pronto el pobre viejo más respuesta que un suspiro hondísimo, y afilando luego su entendimiento, trató de acomodarse al deseo y planes de la monja con eufemismos delicados y vaguedades ingeniosas.
Fernando -le dijo, afilando la voz más que de costumbre por la fuerza de su congoja-, ni traigo carta, ni la traeré más: válgame la Virgen.
El águila, devorada por los insectos, graznaba a orillas del Guadalquivir con hambre y calentura, afilando sus garras en el tronco de los olivos, con el ansia de que llegara pronto la ocasión de destrozar alguna cosa.
No quise entrar en casa sin hablar un poco con Pacorro Chinitas que estaba en su sitio de costumbre, afilando cuchillos y tijeras.
No se vio jamás socorrido de pañizuelos mi catarro, que afilando el brazo por las narices, me pavonaba de romadizo, y si acaso alcanzaba algún pañizuelo, poque no le viesen, al sonarme me rebozaba, y haciendo el coco con la capa, tapando el rostro, me sonaba a escuras.
-¡He aquí lo que yo deseaba encontrar! -exclamé al verle, y sentándome en un pedrusco, colocando la cartera sobre mis rodillas y afilando un lápiz de madera, me apercibí a trazar, aunque ligeramente sus formas irregulares y estrambóticas para conservar por siempre su recuerdo.
«A afilar,» dice otro, y se va a sentar cerca de la piedra, donde está ya afilando las tijeras un compañero con quien, por supuesto, entabla una conversación llena de interés.
-«¡Esa máula!» dijo uno, y alzando el rebenque: «¡Vaaaca!» gritó fuerte, mientras el cantor, con un trino como pito, apagado paulatinamente, en voz más sorda, concluía, enjugando sus lágrimas y afilando el facón, en versos ávidos de venganza y de sangre vertida.
-«¡Ginebra! ¡Gaucho! ¡Haragán!» gritan los muchachos, picaneando, y da la casualidad que justamente, en este momento, pasan frente a la casa, en cuyo umbral, sentado descansadamente, un gaucho andariego, sin trabajo y sin ganas de hallarlo, está por echarse un trago al buche, y, medio sorprendido, endereza el porrón y mira, frunciendo las cejas, a don Giuseppe, su huésped, que sonriente, y sin dejar la herramienta que está afilando, le dice.
Después, encogiéndose de hombros como si desechara una idea inoportuna, escupía por el colmillo a un rincón, afilando con movimientos rápidos la lezna en la piedra.
salieron a los trabajos, se me presentó un negrote de Martinica, afilando.

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