Ejemplos con academia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Hasta se susurrapero sin que existan datos para establecerlo como rigurosa verdad históricaque el insigne ex buen mozo quiso recordar sus pasadas glorias, y verter una regaderita de agua sobre sus secos y mustios lauros, y eligió para cómplice a cierta rata de proscenio, nombrada Zulma en la docta academia teatral, si bien está averiguado que en regiones menos olímpicas pudo llamarse Antonia, Dionisia o cosa así.
Y cuando los federales en sesión solemne celebrada en la Academia de jurisprudencia, quisieron hacer declarar a los cubanos de Madrid que se contentaban con la República federal española, Martí, allí presente, se opuso a ello, y en un debate que lo mantuvo en pie siete horas, echó por el suelo esos propósitos.
¡Por la gloria!dijo el cadete campanudamente, recordando las arengas del coronel-director de la Academia.
Yo he oído a un capitán viejo de la Academia, que si en España existe el régimen liberal es por el ejército.
Adivino lo que ustedes han pensado antes de entrar en la Academia y preveo la desilusión amarga y aplastante que les aguarda a la salida.
Eran las cornetas de la Academia Militar.
En los seminarios hay encerrados muchos contra su voluntad, pero a nadie lo dedican a militar por la fuerza: el que viene a la Academia es porque le sale de dentro.
¡La gran tarde, amigo Gabriel! Él tenía ocupaciones más serias e importantes que las de los novatos de la Academia, que pasaban los domingos en los cafés o paseando como unos bobos.
Todos los de la Academia deben estar en la plaza.
Mientras él enseñaba los gigantones a criadas, soldados de la Academia y parditos del campo, la sobrina de Luna ayudaba a remendar la ropa a aquella pobre mujer abrumada por la miseria y el exceso de hijos.
Iban llegando a la catedral los invitados a la procesión: señores de la ciudad con traje negro, profesores de la Academia en traje de gala, con todas sus condecoraciones, oficiales de la Guardia civil con su uniforme que recordaba el de los soldados de principios de siglo.
Era la aplicación más inmediata que podían hacer de los cálculos matemáticos con que les aburrían en la Academia.
¿Querrás creer que aún hay judíos que protestan y dicen que esto es un robo? El otro día, tres soldados de la Academia, que vinieron con unos parditos a ver los gigantones, armaron un escándalo porque no les dejaban entrar por un perro gordo.
Muy simpático, muy vivaracho, llevando el uniforme de la Academia como nadie y capitaneando el grupo más endiablado de cadetes en sus calaveradas por toda la ciudad.
Es una ceguera que pasa de madres a hijas, y eso que ellos, los malditos, tienen sus primas o sus novias allá en su tierra, y a ellas vuelven así que salen de la Academia.
Corrió mucho, sin fijarse dónde ponía el pie ¡Pues con esa facha, todavía presume de conquistador! La otra tarde le decía en el claustro a un capellán de la capilla de los Reyes: Esos capitancitos profesores de la Academia creen que en punto a mujeres se comen lo mejor de Toledo, pero donde está la Iglesia, ¡boca abajo los seglares!.
Pues el muchacho paseó su uniforme por Zocodover del brazo de la portuguesa para dar envidia a los compañeros de la Academia.
La víspera de la fiesta, la música de la Academia de Infantería tocaba por la noche ante la catedral, según antigua costumbre.
Unos cuantos militares de la Academia, gruesos y calvos, oían la misa de pie, apoyando el ros sobre el pecho de su guerrera.
La música de la Academia había cesado de tocar un pasodoble en la misma puerta Llana, y se oían las voces de mando de los oficiales y el choque unísono de las culatas al quedar inmóviles las compañías de cadetes.
Acisclo estaba cada día más ancho y orgulloso de que su tertulia se hubiese hecho tan sabia y pareciese una Academia de ciencias, pero al mismo tiempo, andaba imaginativo y ensimismado, hablaba a solas, y se diría que en su mente se agitaba un enjambre de ideas, las cuales, como las abejas en la colmena, pugnaban por fabricar, en vez de panal melifluo, alguna resolución estupenda.
Discurso de entrada en la Real Academia Española.
La culpa es de la Academia de la Lengua.
Pasemos ahora revista, como anunciamos antes, a las asignaturas y textos de aquella famosísima Academia de primera enseñanza, donde aprendieron a leer y medio escribir muchos que han sido luego jueces, promotores, médicos, boticarios, canónigos, catedráticos y hasta periodistas.
Eran un portero de la Academia de la Historia con su esposa, y un cobrador municipal de puestos del mercado, con la suya o lo que fuese.
Los disparates que aquel hombre dijo acerca del de Francia, hicieron reír mucho a todos, particularmente al portero de la Academia de la Historia, que echaba al concurso miradas desdeñosas, no queriendo aventurar una opinión, que habría sido lo mismo que arrojar margaritas a cerdos.
Era un muchacho como de diecisiete años, rapado, con uniforme de alumno de la Academia de artillería, parecidísimo a Nucha y a Carmen cuanto puede parecerse un pelón a dos señoritas con buenas trenzas de pelo.
Era Rinconete, aunque muchacho, de muy buen entendimiento, y tenia un buen natural, y como habia andado con su padre en el ejercicio de las bulas, sabia algo de buen lenguaje, y dábale gran risa pensar en los vocablos que habia oido a Monipodio y a los demas de su compañía y bendita comunidad, y mas cuando por decir , habia dicho por modo de naufragio, y que sacaban el estupendo, por decir estipendio, de lo que se garbeaba, y cuando la Cariharta dijo que era Repolido como un marinero de Tarpeya y un tigre de Ocaña, por decir Hircania, con otras mil impertinencias: especialmente le cayó en gracia cuando dijo que el trabajo que habia pasado en ganar los veinte y cuatro reales, lo recebiese el cielo en descuento de sus pecados, y sobre todo le admiraba la seguridad que tenian y la confianza de irse al cielo con no faltar a sus devociones, estando tan llenos de hurtos, y de homicidios y ofensas de Dios: y reíase de la otra buena vieja de la Pipota, que dejaba la canasta de colar hurtada, guardada en su casa, y se iba a poner las candelillas de cera a las imágenes, y con ello pensaba irse al cielo calzada y vestida: no ménos le suspendia la obediencia y respeto que todos tenian a Monipodio, siendo un hombre bárbaro, rústico y desalmado: consideraba lo que habia leido en su libro de memoria, y los ejercicios en que todos se ocupaban: finalmente, exageraba cuán descuidada justicia habia en aquella tan famosa ciudad de Sevilla, pues casi al descubierto vivia en ella gente tan perniciosa y tan contraria a la misma naturaleza, y propuso en sí de aconsejar a su compañero no durase mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan libre y disoluta, pero con todo esto, llevado de sus pocos años y de su poca esperiencia, pasó con ella adelante algunos meses, en los cuales le sucedieron cosas que piden mas larga escritura, y así se deja para otra ocasion contar su vida y milagros, con los de su maestro Monipodio, y otros sucesos de aquellos de la infame academia, que todos serán de grande consideracion, y que podrán servir de ejemplo y aviso a los que los leyeren.
¡Oh pícaros de cocina, sucios, gordos y lucios: pobres fingidos, tullidos falsos, cicateruelos de Zocodover y de la plaza de Madrid, vistosos oracioneros, esportilleros de Sevilla, mandilejos de la hampa, con toda la caterva innumerable que se encierra debajo deste nombre pícaro! Bajad el toldo, amainad el brio, no os llameis pícaros si no habeis cursado dos cursos en la academia de la pesca de los atunes: allí, allí está en su centro el trabajo junto con la poltronería: allí está la suciedad limpia, la gordura rolliza, la hambre pronta, la hartura abundante, sin disfraz el vicio, el juego siempre, las pendencias por momentos, las muertes por puntos, las pullas a cada paso, los bailes como en bodas, las seguidillas como en estampa, los romances con estribos, la poesía sin acciones: aquí se canta, allí se reniega, acullá se riñe, acá se juega, y por todo se hurta: allí campea la libertad y luce el trabajo: allí van o envían muchos padres principales a buscar a sus hijos, y los hallan, y tanto sienten sacarlos de aquella vida, como si los llevaran a dar la muerte.
En estas materias nunca tropieza la lengua, si no cae primero la intencion, pero si acaso por descuido o por malicia murmurare, responderé a quien me reprendiere, lo que respondió Mauleon, poeta tonto, y académico de burla de la academia de los Imitadores, a uno que le preguntó qué queria decir , y respondió que: dé donde diere.

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