Ejemplos con éforos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

, Cleómenes III ascendió al trono de Esparta y comenzó un programa de reformas para recuperar la antigua disciplina espartana y deponer a los éforos.
En , los éforos descubrieron la falsedad de la acusación y le llamaron para que regresara, Entonces, realizó otro ataque a Mesenia, donde se unió al general etolio Pirrias, el cual fue rechazado cuando intentaba cruzar la frontera y Licurgo tuvo que volver a Esparta.
Un poco después fue acusado falsamente ante los éforos de propósitos revolucionarios y tuvo que huir a Etolia.
Hacia depuso a su colega y se erigió en único monarca, aunque bajo el control de los éforos.
Según Plutarco, fue durante el reino de Teopompo cuando se introdujo la institución de los éforos en Esparta.
Los harmostas estaban supeditados a los éforos y tenían por misión supervisar la acción de los generales, así como aportar sostén a las oligarquías.
Tebas y Corinto pidieron su destrucción, pero Esparta prefirió, tras tres votos de los éforos en contra frente a dos a favor, incorporar Atenas a su alianza.
Los éforos vigilaban la administración diaria del estado y eran árbitros en los temas relacionados con la guerra y la paz.
Los éforos eran cinco hombres electos anualmente por la apella, la asamblea espartana, además, quienes desempeñaban el cargo no podían volver a ser elegidos.
El rey macedonio ordenó revocar las reformas instauradas por Cleómenes, restauró la presencia de los éforos y no obligó a Esparta a unirse a su Liga, aunque los espartanos se unieron por decisión propia.
Ese mismo año, Cleómenes sobornó exitosamente a los éforos para que le permitieran continuar su campaña contra los aqueos, con lo que avanzó dentro del territorio de Megalópolis y capturó el poblado de Leuctra.
Cuando dicha noticia llegó a Esparta, los éforos volvieron a enviar al rey espartano, quien tomó la ciudad de Metidrio, en tierras de Megalópolis, y luego devastó el territorio alrededor de Argos.
Sin embargo, los éforos lo llamaron de regreso, lo que permitió que Arato capturase Cafias tan pronto como Cleómenes regresó a Laconia.
Ese mismo año, los éforos enviaron a Cleómenes a capturar el Atenaión, ubicado cerca de Belbina y uno de los puntos de ingreso a Laconia, que en esa época se hallaba en disputa por parte de Esparta y Megalópolis.
En cuanto a su política interior, ordenó el asesinato de los éforos.
Además de contar con magistrados especializados, los éforos llevan a cabo personalmente una supervisión diaria.
Reclamado de nuevo por los éforos, regresó a Esparta, donde al parecer promovió una revuelta de los hilotas.
Por otra parte, se desembarazó del control de los éforos y de la gerusía.
Para los homoioi los éforos eran los guardianes de la Rhetra y servidores leales del Estado espartano.
Sin embargo, los éforos designaron a diez xymbouloi o consejeros, quienes debían dar su consentimiento ante cualquier acción militar que Agis deseara efectuar.
Posteriormente fue elegido por los éforos para aplacar las riñas políticas que en ese momento plagaban Bizancio.
Después ordenó la disciplina militar, estableciendo las enotias, triécadas y sissitias y últimamente instituyó los éforos y los senadores.
Algunos Lacedemonios dicen que Lisandro escribió a los Éforos en estos términos: “Se ha tomado Atenas”.
Oído que fue esto por los Éforos, de día afectaron entretenerse y divertirse, como es propio de las fiestas, porque celebraban la de Jacinto, pero por la noche juntaron un ejército de cinco mil Espartanos, cada uno de los cuales llevaba consigo siete hilotas, y lo hicieron marchar, sin que de ello se enterasen los Atenienses.
Cogiéronse hasta las cartas en que lacónicamente participaban a los Éforos aquella derrota: “Nuestras cosas están perdidas.
Volvióse, pues, Pericles prontamente de la Eubea, adonde la guerra del Ática le llamaba, pero no se determinó a venir a las manos con muchos y excelentes soldados que los provocaban, sino que, viendo que Plistonacte, que todavía era muy joven, entre todos sus consejeros del que más se valía era de Cleándrides, que los Éforos le habían dado por celador y asesor en consideración de su corta edad, trató secretamente de sobornarle, y habiéndole ganado bien pronto con dinero, recabó éste con sus persuasiones que los del Peloponeso se retiraran del Ática.
Luego que estuvo de vuelta, hechas las referidas hazañas, se dedicó al punto a restablecer y murar la ciudad, ganando con dinero a los Éforos, para que no se opusiesen, según dice Teopompo, pero, según otros, usando de artificio.
Y no se engañó en su juicio, porque Esparta sobresalió en la Grecia en gobierno y en gloria por los quinientos años que observó las leyes de Licurgo, esto es, mientras que no hizo novedad en ellas ninguno de los catorce reyes que hubo desde él hasta Agis el de Arquidamo, puesto que la creación de los Éforos no fue mudanza, sino adición hecha al gobierno, e introducida al parecer en favor del pueblo, más bien sirvió para corroborar la aristocracia.
Aristóteles es también quien principalmente escribe que los Éforos lo primero que hacían al entrar en su cargo era denunciar la guerra a los Hilotas, para que no fuera cosa abominable el matarlos.
Sin embargo de haber templado así Licurgo su gobierno, viendo todavía sus sucesores una oligarquía inmoderada y demasiado fuerte, o, según la expresión de Platón, hinchada y ambiciosa, la contuvieron como con un freno con la autoridad de los Éforos unos ciento y treinta años después de Licurgo, habiendo sido el primero que fue nombrado Éforo Élato, en tiempo del rey Teopompo, de quien se cuenta que, motejado por su mujer de que dejaba a sus hijos menor autoridad de la que había recibido le respondió: “Antes mayor cuanto más duradera”, porque, en realidad, con perder lo que en ella había de exceso, se libró de peligro, tanto, que no le sobrevinieron los males que los Mesenios y Argivos causaron a sus reyes, por no haber querido éstos ceder o relajar en favor del pueblo ni un punto de su autoridad: lo que hizo del todo patente la sabiduría y previsión de Licurgo a los que pusieron la vista, en las sediciones y desastrados gobiernos de los Mesenios y Argivos, pueblos vecinos suyos, y enlazados en parentesco, como lo eran sus reyes, pues habiendo sido al principio iguales, y aun, al parecer, mejor librados en el repartimiento, con todo les duró el bienestar muy poco tiempo, trastornada su constitución, de parte de los reyes por su altanería, y de parte de los pueblos por su inobediencia, manifestándose de este modo que fue una felicidad casi divina para Esparta haber tenido quien así concertase y templase su gobierno, pero esto fue más adelante.

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